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– Greg, iré contigo como una amiga. Nada más. Si eso no es lo que deseas, entonces tendré que retroceder. Debería haber dejado eso claro. -Mantuvo su voz apacible, baja, arrepentida de quizás haberlo herido, enojada consigo misma por ponerse en esa posición a causa del orgullo y el temor. No era culpa de Greg que él hubiera aparecido precisamente en el momento en que ella aceptaría.

– Comprendo. Está todo bien -dijo él-. Me gustaría ir contigo.

Le envió otra breve sonrisa, una que le recordó extrañamente a la de Andy. Dulce. Sin pedir nada. Amistosa. Quizá él era justo lo que ella necesitaba. La personalidad de Jake era abrumadora, la inundaba, astillando su resistencia. Todo acerca de Jake la desgarraba continuamente. Sus intensas necesidades. Su oscuridad, sus amenazadoras maneras. Su dolor. Su excitación. Sus órdenes y los destellos de genio. La manera en que se suavizaba cuando estaba con ella. La manera en que se tumbaba junto a ella cuando no podía dormir y jugaba ociosamente con los mechones de su pelo, a veces tocándole la suave piel y deslizando los dedos sobre su calor como si ella le perteneciera.

Sólo pensar en su toque la hizo sentirse resbaladiza con un calor húmedo. Respiró, exhaló y forzó una sonrisa, tratando de comprender lo que Greg le estaba diciendo.

Greg explicó cada detalle mientras trabajaba, su voz era tan monótona que ella se sintió desesperada. Era imposible no pensar en Jake cuando ella no estaba interesada en lo más mínimo en cómo funcionaba el teléfono. Le oyó llamándola y alzó la mirada expectante, avergonzada de haberse quedado medio dormida una segunda vez.

Greg fruncía el entrecejo mientras miraba el teléfono.

– ¿Qué es exactamente lo que oyes? Porque la línea parece limpia.

– No lo oigo hasta que hablo, u otra persona habla conmigo. Si estoy callada, no está ahí. Tuve a un par de los peones escuchando y sólo Joshua lo pudo oír, pero realmente me molesta. -La hizo sentirse inquieta. El teléfono en la oficina de Jake no parecía tener el mismo problema. Ella había entrado en su santuario y lo había comprobado, aliviada cuando su línea particular parecía estar limpia. Acababa de tener un mal presentimiento.

– ¿Oyes voces?

Emma se echa a reír. Greg alzó la mirada, un poco asustado, se dio cuenta de cómo había sonado su pregunta y luego se unió a ella.

– La línea parece estar limpia. Mi equipo muestra una señal fuerte, pero si sólo lo oyes cuando hablas, podríamos estar tratando con algo como un equipo espía. -Los ojos le brillaron y le sonrió como un niño pequeño-. Eso sería guay. ¿Podría alguien estarte espiando?

– Creo que has estado viendo demasiadas películas -dijo Emma, forzando otra risa, de repente bastante incómoda. Aunque los paparazzi eran conocidos por pinchar casas y alguien como Jake tenía toda clase de enemigos.

Greg rió otra vez.

– Bien, ciertamente sería la primera vez si me topase con un equipo espía.

Capítulo 7

JAKE se paró justo fuera de la puerta abierta, el corazón le latía en la garganta mientras respiraba para alejar la necesidad del leopardo de alzarse. En ese momento, con la risa inocente de Emma resonando en sus oídos y el aroma de su excitación llenándole los sentidos, reconoció que se estaba convirtiendo en peligroso. Algo estaba muy mal. Él debería estar en su oficina, encerrado y alejado de todo ruido, sin oír nunca por casualidad el juego entre un hombre y una mujer. Podía oír el interés masculino en la voz del hombre, la inocencia en el tono de Emma. Ella estaba definitivamente excitada, y eso le enfureció. Se sintió cruel, capaz de maldad. Odiaba esa parte fea de él, la que se alzaba cuando sentía cosas demasiado profundamente, la que le decía, la que le mostraba que llevaba el legado del mal en su sangre.

Supo que necesitaba ayuda. Tendría que hablar con Drake, encontrar un modo de combatir los celos intensos que barrían por él ante el mero pensamiento de cualquier hombre alrededor de Emma. Ella había llegado a ser una obsesión, invadiendo sus pensamientos a cada momento del día, atormentando su cuerpo con una permanente erección, enorme, gruesa y tan condenadamente dolorosa que apenas podía andar a veces. Nada de lo que hacía ayudaba, ninguna mujer le saciaba, ardía por Emma. De algún modo ella se las había arreglado para girar las tornas de su plan. Se suponía que era ella la que iba a estar obsesionada con él, pero de algún modo no había resultado así.

Se paró, inclinando una cadera casualmente contra la jamba, esperando a que ella alzara la mirada, mirándola a la cara, la manera en que sus ojos brillaban, el modo en que su boca era tan expresiva. Ella estaba al otro lado del cuarto lejos del hombre, que fue lo único que permitió que Jake conservara la cordura. El leopardo estaba tan cerca. El pecho retumbaba con gruñidos, la garganta dolía por la necesidad de rugir. Los dientes dolían por intentar refrenar el cambio, la necesidad de saltar sobre su enemigo-su rival- y destriparlo. Y Emma. Lo que quería hacerle a Emma.

Su cuerpo, tan duro, cada músculo tenso, la piel demasiado caliente para tocarla, su miembro tan lleno y sensible que cada paso que daba era doloroso. Necesitaba… Sólo necesitaba.

Emma alzó la mirada y los ojos se encontraron con los de él. Por un momento el tiempo pareció detenerse. La mirada de ella se suavizó, se calentó y en ese momento el corazón de Jake se apretó con fuerza y el estómago se tensó. Curvó los dedos sobre la palma. Permaneció silencioso, atemorizado de que su voz saliera más como leopardo que como humano.

– Greg no puede oír ese zumbido que te dije en la línea telefónica.

¿Greg? ¿Quién demonios era Greg para ser llamado por su nombre? ¿Lo conocía ella? El hombre le estaba viendo fijamente con esa mirada ligeramente atemorizada que a menudo tenía la gente en su presencia. Le mostró los dientes sin sonreír realmente. Quizá salió un gruñido. No lo sabía y seguro como el infierno que no le importaba. Greg se congeló, así que debía haber gruñido. Se tocó los caninos con la lengua. ¿Se sentían más afilados? Respiró para mantener al leopardo a raya.

– Joshua me dijo que él también lo había oído -se las arregló para decir Jake. Mantuvo su voz baja, pero aún así, vio que Emma le dirigió una mirada preocupada. No estaba en condiciones de tranquilizarla.

– Greg mencionó que si la línea estaba limpia y oíamos algo, podría ser un equipo espía, y tú sabes cómo los paparazzi siempre tratan de entrar en la casa.

– Puedo verificar las tomas del teléfono en busca de chips o grabadoras -ofreció Greg.

– No te molestes, mi seguridad puede hacerlo desde aquí -dijo, despidiendo al hombre, y alejándose a zancadas. Quería al hombre fuera de esta casa.

Jake no quería irse. Tenía que irse. Tenía que encontrar a Drake, correr, permitir que el leopardo saliera donde no pudiera hacer ningún daño. Respirando con dificultad, giró alejándose, atravesó a zancadas la cocina, parando bruscamente cuando vio a Joshua con los pies encima de una silla, bebiendo café y comiendo una rebanada de pan recién horneado.

– Pensé que te había dicho que permanecieras con Emma -dijo con brusquedad.

Joshua saltó arriba tan rápidamente que tiró la silla.

– Dijiste que permaneciera en la casa y estoy aquí.