Discutió consigo durante horas antes de saber finalmente que no tenía elección. No podía arriesgarse a convertirse en algo tan cruel y de tan mal humor como sus enemigos. Su sangre corría por sus venas. Sus leopardos podían no haber surgido completamente, como el suyo, pero los rasgos se reproducían en ellos y no tenían el control que él había aprendido con el paso de los años. Había logrado apartar al leopardo de Drake, aún en medio de su locura enfurecida, y no le daría ni la más mínima cantidad de control. No se arriesgaría a perder a Emma o a los niños… o a él mismo.
Jake surgió del bosque descalzo, descamisado y todavía abotonándose los vaqueros que Drake y Joshua le habían dejado amablemente colgados en una rama de un árbol para él. Drake soportaba la lluvia, en la cama de la furgoneta, mientras Jake se acercaba, levantó la cabeza, alerta, y bajó de un salto inmediatamente. A pesar de su herida en la pierna, todavía se movía con una gracia fluida que a menudo atrapaba a Jake desprevenido.
– ¿Estás bien? Pensaba enviar a Joshua a encontrarte, pero… -las palabras de Drake se desvanecieron.
Jake se encogió de hombros.
– Pensabas que quizás trataría de rasgarlo en pedazos.
La sonrisa de respuesta de Drake fue débil.
– Algo así.
Jake sacudió la cabeza mientras se acercaba a su amigo. La camisa de Drake estaba rasgada en tiras y había manchas de sangre en el pecho.
– ¿Estás herido?
La vergüenza ardió por Jake. Se enorgullecía de su control, pero apenas había logrado detener a la bestia cuando atacó a Drake. Estaba agradecido de no haber intentado volcarse en el leopardo. Drake y Joshua eran de líneas de sangre diferentes, claramente no tenían la locura corriendo por sus venas.
– Sólo unos pocos rasguños -contestó Drake casualmente-. He tenido algunos mucho peores jugando con amigos en la forma de leopardo.
Jake estiró los músculos cansados. La lluvia se había convertido en una llovizna fina.
– Lo siento Drake. Podría haberte herido.
Drake le envió otra pequeña sonrisa.
– Sabía que no lo harías.
– Entonces sabías más que yo. ¿Dónde está Joshua?
La sonrisa se amplió.
– Durmiendo como un tronco. No estaba preocupado por ti.
– Hace un buen trabajo fingiendo -dijo Jake-. Se preocupa. ¿Por qué supones que dejó la selva tropical? No es del todo feliz aquí, pero no quiere volver.
– Joshua es Joshua. Él no comparte mucho acerca de su vida. Lo que fuera que sucedió debe haber sido malo o nunca se habría marchado. Nadie se marcha porque quiera.
– Tú lo hiciste -señaló Jake.
– No podía permanecer en el bosque sin dejar correr a mi leopardo y no puedo cambiar. Llegó a ser… difícil.
– ¿Intentaron los médicos injertar tu propio hueso?
Drake asintió.
– No funcionó. No entendí todo el proceso, pero algunos de nosotros tenemos la capacidad de regenerar huesos y otros no. Yo aparentemente no.
– ¿Trataste de utilizar el hueso de otra persona?
– ¿Cómo un cadáver? -Drake hizo una mueca-. Incineramos a nuestros muertos inmediatamente. Es la única manera de que nuestra especie sobreviva, mantener nuestra existencia en secreto. Y no tiene mucho sentido que si no puedo utilizar un pedazo de mi hueso, funcionara el de otro, ¿verdad?
– Ellos pueden hacer todo tipo de cosas ahora, Drake. Sólo tienes que encontrar al hombre correcto. -Jake abrió la puerta de la furgoneta y se detuvo para echar una mirada alrededor.
Él poseía todo en kilómetros a la redonda. Había adquirido pacientemente acre tras acre, añadiéndolos a la tierra que su bisabuelo le había dado hasta que tener un santuario. Había convertido el terreno en un área ensombrecida y arbolada para su leopardo. Había construido un imperio de ganado. Paso a paso, pacientemente. Y había empezado lentamente a perforar en busca del petróleo que sabía que había en otra extensión de tierra que había heredado. Recientemente había adquirido varios trozos grandes de propiedad que estaba seguro que ocultaba gas natural esperando ser revelado. Mirando a Drake, su amigo, la única persona que había estado con él, se dio cuenta de que todos sus logros no eran nada. Miles de millones de dólares quizá, pero el dinero era un instrumento para él. Y supo lo que tenía que hacer con ellos.
Drake necesitaba una solución. En comparación con el problema de su amigo, los años que Jake había invertido en su plan de derrotar a sus enemigos parecieron un desperdicio cuando un hombre tan bueno como Drake sufría.
Jake carraspeó. Encontró extraño pensar en otra persona, preocuparse por ellos. Influencia de Emma. Ella le estaba haciendo algo con su presencia que no podía comprender exactamente, pero supo que ella le había cambiado de algún modo en los breves dos años que había vivido en su casa. No supo cuando había ocurrido el cambio, pero sabía que Drake era más importante que la posible venganza.
Jake abrió la puerta.
– ¿Quieres que conduzca?
Drake sacudió la cabeza.
– Lo tengo. Sólo empuja a Joshua.
Jake le dio al otro hombre un amable empujón y Joshua levantó la cabeza y gruñó una advertencia.
– Vete atrás -dijo Jake-. Puedes dormir allí.
Joshua gruñó pero obedeció, acurrucándose para volver a dormir aún antes de que Jake se deslizara en el lado del pasajero.
– ¿Quién hizo tu cirugía? ¿Hay médicos en tu aldea?
– Tenemos a un médico para nuestra gente, pero ningún especialista como el que necesité, y los huesos no injertarán y cambiarán.
Drake sonó práctico en la superficie, pero Jake escuchó con los sentidos realzados. Drake no mostraba por su expresión que estuviera deprimido, pero Jake captó la nota pesada en su voz y lo miró bruscamente.
– Te necesito aquí, Drake. -Mantuvo su voz baja, la admisión le revolvió el estómago. Odiaba esa sensación, el temor repentino que le arañaba ante la idea de perder a su amigo. Se suponía que no necesitaba a nadie. Le hacía sentirse vulnerable y pequeño.
Respiró. No. No era realmente temor a perder a Drake. Le había pedido a Drake que viniera hasta él, que dejara la selva tropical y le ayudara. Drake era su responsabilidad. Eso era todo. Del mismo modo en que Emma, los niños e incluso Joshua lo eran. Necesitaba encontrar un modo de ayudar al hombre, de salvarlo, porque había pocos hombres buenos en el mundo.
Drake no fingió entender mal lo que estaban hablando.
– Vas a averiguar bastante pronto que un leopardo no puede ser suprimido para siempre. No tengo mucho tiempo, Jake. Y francamente, ¿qué demonios hay aquí para mí?
– La cirugía. No seas idiota. No te rindas hasta que lo hayas intentado todo y no has comenzado ni a arañar la superficie. Tu hueso no funcionará. No tenemos un cadáver, pero me tienes a mí. O a Joshua. Uno de nosotros quizás tenga la capacidad de regenerar y si no es así, encontraremos a alguien que la tenga.
Drake le disparó una mirada por el rabillo del ojo.
– Dudo que sea fácil.
– Nada que valga la pena lo es. -La mente de Jake ya estaba trabajando a un rápido ritmo. Podría poner fácilmente a varios de su personal a buscar al mejor equipo de cirujanos ortopedistas. Con suficiente dinero, cualquiera podría ser comprado. Y si había algo que tenía era dinero-. Lo pondré en marcha mañana. Si ni Joshua ni yo podemos ser utilizados, seguiremos buscando un donante hasta que lo encontremos.
Drake se humedeció los labios repentinamente secos.
– ¿Crees que alguien realmente me podría arreglar? ¿Que podría ir sin la placa? He pensado en que me amputaran la pierna.
– ¿Por qué no deberían poder arreglarlo? Sólo necesitamos encontrar al cirujano y al donante correcto. -Miró por la ventana-. Has olvidado encender las luces. Estás usando la visión nocturna de tu leopardo.
Había notado que tanto Joshua como Drake lo hacían mucho, intercambiar los sentidos del leopardo con los propios. Quizá sus leopardos no eran tan destructivos como el suyo y eran más fácilmente controlables. Él había estudiado al animal bastante. Tenían mal genio. Rabias celosas. Eran sumamente inteligentes y astutos, y criaturas reservadas. Él era todo eso, amplificado un millón de veces.