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Drake no se molestó con los faros. En vez de eso, cambió de tema. Conducían sobre el sendero de vuelta a la casa del rancho.

– Necesitas decirme todo lo que sepas sobre los antecedentes de Emma. Sé que debes haberla investigado antes de contratarla.

– Tengo su archivo, pero no hay mucho en él. Donde fue al colegio. Sus padres. -Jake se encogió de hombros de forma casual.

– ¿Has leído o hablado acerca del Han Vol Don con alguien? -preguntó Drake.

– Te he oído utilizar el término. ¿Qué es?

– Las hembras son muy diferentes de los machos en nuestra especie. Nadie sabe que provoca el Han Vol Don. No es la pubertad ni la actividad sexual. No tenemos la menor idea, y créeme, hemos tratado de averiguarlo. Para los machos los leopardos cambian cuando el leopardo es lo suficientemente fuerte o el chico experimenta alguna tensión extrema. Quizá una combinación de las dos. Es muy diferente para nuestras mujeres.

– Y el Han Vol Don es… -Jake miró Drake expectantemente, una insinuación de impaciencia en los ojos. Sabía lo que era ser un macho.

– Peligroso. Para todos. Una hembra entrará de repente en celo combinado, tanto la mujer como el leopardo se unen. Ella expele un olor seductor, y cuando está cerca, su presencia puede provocar una compulsión, la locura que has experimentado, en un compañero. Los compañeros se encuentran y se reconocen el uno al otro una vida tras otra. Creo que Emma puede ser un leopardo.

En el momento que escuchó la palabra compañero, el leopardo en él saltó y el hombre en él retrocedió. Él no era el compañero de nadie, y menos de Emma. Ella era suya. Ella le pertenecía, pero él no pertenecía a nadie. Su vida era una farsa cuidadosamente construida.

– Eso es imposible. No hay absolutamente nada en su pasado para hacerme pensar eso. Y estuvo casada con alguien más. -Esto último salió demasiado parecido a una acusación, y Jake mantuvo los ojos fijos en las vallas mientras las pasaban.

– Eso no quiere decir que no fuera tu compañera en una vida anterior. ¿Hay veces en que te es familiar? ¿Tienes recuerdos de ella que no deberías tener?

Jake respiró.

– ¿Cómo podría ella ser leopardo y no saberlo?

– El celo viene lentamente y en pequeñas paradas y comienzos. Un día está bien, el siguiente puede estar de humor cambiante, con una estimulación sexual intensificada que atrae a cualquier macho de la vecindad. Incluso al leopardo que no puede olerla cuando el celo está en la fase disminuida, pero corre a por ella cuando se alza.

– ¿Qué le sucede a ella si es leopardo?

– Finalmente su leopardo surgirá, pero siempre en medio del calor sexual. El leopardo afectará a la mujer. Ella estará tan necesitada como su gato.

El cuerpo de Jake respondió al pensamiento de Emma en plena necesidad. Podría cuidar de sus necesidades cuando nadie más podía. Tenía una fe completa en sí mismo de que podría atarla a él con sexo. Había aprendido hacía mucho tiempo como hacer que una mujer rogara por él. Quizá había estado tomando el camino equivocado con ella.

Drake condujo la furgoneta por el largo y sinuoso camino por la parte trasera de la casa donde estaba la puerta de la cocina.

– Una cosa más, Jake. Mientras corrías, seguridad nos llamó por radio. Encontraron un microchip de grabación de datos, un chip activado por la voz en el enchufe del teléfono del estudio. Lo quitaron y lo guardan para ti. No hemos tenido más visitantes que los dos que trajeron a Susan al rancho. Tengo a seguridad comprobando sus nombres. Dana Anderson es la institutriz, y Harold Givens el tutor. Los estamos comprobando ahora.

– Gracias, Drake. Por todo. -Jake salió de un salto, pero sostuvo la puerta, evitando que Drake se alejara-. Hablaba en serio con lo de la cirugía. Pondré a algunas personas en ello inmediatamente. -Se forzó a mirar las marcas de garra en el pecho de Drake-. Asegúrate de cuidarte eso. No querrás que se infecten.

– Bien, Mamá -contestó Drake-. Buenas noches. -Le tiró a Jake su cartera y el teléfono móvil.

Jake agarró los dos artículos, cerró la puerta y retrocedió, mirando como Drake continuaba por el camino hacia las cabañas más pequeñas donde estaban varios de los trabajadores. Entonces giró y subió por el camino hacia la puerta de la cocina. Se detuvo un momento a mandarles un mensaje a sus abogados con instrucciones para poner en marcha por la vía rápida la adopción para Emma, antes de entrar en la casa.

Se paró inmediatamente. Aún en la oscuridad vio el bizcocho y supo que estaba allí para que lo viera. Emma siempre limpiaba, pero había dejado el bizcocho en medio de la mesa, junto con los dibujos y dos regalos brillantemente envueltos. Los recogió. Una tarjeta decía Kyle con pintura verde garabateada sobre ella, y la otra decía De Andraya, cubierta de un lío púrpura.

El corazón se le encogió. Había fastidiado un gran momento. No estaba hecho para ser padre o marido. Pensaba en ello mientras subía las escaleras e iba a la habitación de los niños para darles el beso de buenas noches antes de girar resueltamente hacia el cuarto de Emma. Frunció el entrecejo, parándose delante de la puerta. La puerta estaba cerrada. Desde que la conocía, ella nunca había dormido con la puerta cerrada completamente porque quería estar segura de oír a los niños. Puso la mano en el pomo de la puerta y lo giró. Estaba cerrada.

La furia barrió por él, instantánea y feroz, su genio feo y negro. ¿Estaba enojada con él y se atrevía a cerrar su puerta contra él? Que le maldijeran si ella empezaba a hacer eso.

Capítulo 8

EMMA apretó la cara en la almohada para amortiguar el sonido de los lloros. Aunque Susan estuviera abajo, en uno de los cuartos de huéspedes, no quería correr el riesgo de que la oyera por casualidad. Especialmente no quería que los niños la escucharan. Había pensado que ya había llorado por completo después de Andrew, pero aquí estaba, desmoronándose, se sentía confusa, sola y tan molesta por ninguna otra razón que por haber aceptado una cita. ¿Por qué lo había hecho? No quería salir con Greg Patterson.

Por orgullo, por supuesto. Jake había descartado de manera despreocupada su habilidad para ser atractiva para un hombre. Quizá ningún hombre se le había acercado desde la muerte de Andrew, pero ella realmente no los había deseado. Había estado ocupada. De luto por Andy. Cuidando de Kyle. Teniendo bebés. Manteniendo una casa grande. Sólo habían sido dos años. ¿Se suponía que tenía que lanzarse al hombre más cercano?

Se dio la vuelta y se enjuagó los ojos ardientes. No había llorado de ese modo en meses. La vida con Andrew había sido sincera y fácil. Con Jake parecía tan complicada. Ella estaba en un mundo que no siempre comprendía. Por mucho que permaneciera protegida en la propiedad, lejos de la gente, se sentía envuelta en un capullo de seguridad. Jake tenía una fuerte personalidad, pero ella podía tratar con él si permanecía en igualdad de condiciones. Sus conocidos eran otra cuestión.

Sus socios la trataban como una pieza de mobiliario, o un sirviente, y técnicamente, era una sirviente. Era el ama de llaves, no la señora de la casa. Jake le deba tanta rienda suelta que se había vuelto complaciente, creyendo que esta casa era su hogar. La insignificante mezquindad y las cejas levantadas nunca le habían hecho daño hasta ahora, hasta que se dio cuenta de la precaria posición en la que no sólo se había puesto ella, sino también Andraya y Kyle.