– ¿Quieres tiempo libre?
Ella frunció el entrecejo.
– ¿No es lo que acabas de decir? ¿Que no me tomo tiempo libre?
– Hice una declaración. No hice una pregunta.
Emma golpeó la cabeza contra la almohada.
– ¿Qué quieres decir? Pensé que significaba que debía irme de vacaciones o tener una noche o dos.
– Si te fueras de vacaciones o te tomaras unas pocas noches libres, tendría que contratar a un extraño para tomar tu lugar. No quiero extraños correteando de aquí para allá en mi casa o alrededor de los niños. Y necesitaríamos más guardaespaldas. Quería decir leer un libro. Te dije que te compré un caballo. Te llevaré a cabalgar. Esa clase de cosas.
– Tú no dijiste que me hubieras comprado mi propio caballo.
Le frunció el ceño.
– ¿Unas vacaciones? ¿Quieres irte de vacaciones? Tienes que decirme esas cosas por adelantado, Emma, para que pueda cogerme tiempo. Tendremos que encontrar un lugar donde sea fácil cuidar de los niños. Puedo tener a uno de los secretarios investigando por nosotros. Y te dije que te compré un caballo.
Ella tenía los principios de un dolor de cabeza. Quizás había sido de todas las lágrimas, pero más probable era que Jake la estaba volviendo loca. Él no tenía ningún sentido.
– Me dijiste que habías comprado el caballo -admitió, utilizando su voz más paciente-, pero olvidaste decir que lo compraste para mí. Fue durante una de las llamadas cortas e informativas en mitad de la noche.
– Siempre te llamo tarde. No duermo como otras personas.
Ella sabía que eso era verdad. Él estaba en su cuarto cada noche, paseando o estirándose a su lado en la cama en la oscuridad, acosándola con preguntas.
– ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
Él rodó de espaldas y enlazó los dedos detrás de la cabeza.
– No lo recuerdo. Hace pocos días. Duermo mejor cuando estoy en casa.
Ella no sabía cuándo. La mayoría de las noches él permanecía en su cuarto hasta las dos o las tres de la mañana. A veces él caminada de un lado para otro en los cuartos de los niños como un animal enjaulado. Jake era tan complicado, y la agotaba a veces. Seguía tratando de averiguarlo todo de él cuando nunca hablaba sobre su niñez. Sólo había conocido a su madre una vez y no había sido agradable. Sabía que había una orden para mantener a sus padres fuera de la propiedad, y Kyle y Andraya estaban protegidos siempre.
Como si le leyera la mente, Jake giró las tornas.
– Cuéntame sobre tus padres.
Ella le miró.
– ¿Cómo qué?
– ¿Viajaste fuera de los Estados Unidos? ¿De dónde eran originalmente? ¿Qué hacía tu padre para vivir?
Ella frunció el entrecejo y miró al techo.
– Siempre teníamos dinero, pero sabes, no sé que hacía mi padre para trabajar. No teníamos toneladas de dinero, no como tú, pero claro, tú posees casi la mitad de los Estados Unidos. Por lo que, nunca buscábamos nada.
– ¿Nunca preguntaste a tu padre que hacía para vivir?
– No. No sé por qué. No estuve alrededor de muchos otros niños así que adivino que nunca surgió. El último par de años antes de que muriera, pasó mucho tiempo en su ordenador portátil, y sé que a menudo iba a cibercafés cuando viajaba. Asumí que necesitaba hacerlo para el trabajo.
– ¿Y tu madre?
– Ella nos cuidaba. Pintaba. Era una artista maravillosa. -Emma siguió con sus breves respuestas, y trabajaba para mantener la cautela en su voz. Había sido enseñada a nunca hablar de sus padres, y aunque estuvieran muertos, la regla todavía valía.
– Así que de ahí viene tu talento.
Emma estuvo complacida de que él pensara en su talento e indicara que algo en ella era como su madre.
– Ella dibujaba todo el tiempo en blocs de dibujos y yo hacía lo mismo en el coche. Solíamos pasarnos los carboncillos de aquí para allá, y cuando permanecíamos en un lugar durante un tiempo, casi la primera cosa que ella hacía era establecer un cuarto donde pudiéramos pintar.
– Cuando fui a tu apartamento la primera vez, encontré un viejo bloc de dibujos. Creí que parecía importante así que te lo llevé. ¿De tu madre?
Ella tragó el repentino nudo que le atascaba la garganta y asintió.
Él cambió de postura lo bastante para tironearle de los mechones de su largo cabello, envolviéndolos alrededor de su dedo cuando habló.
– Los de la mudanza empacaron algunas pinturas. ¿Por qué no las tienes colgadas en tu cuarto?
Ella permaneció silenciosa por unos pocos momentos, dándole vueltas a la pregunta una y otra vez en su mente. A él no iba a gustarle la respuesta, y cuando no le gustaba algo podía ser muy imprevisible.
– Al principio estaba apenaba y no ponía demasiado atención a nada. Cuándo pensé acerca de las pinturas y quise verlas, quizá en busca de consuelo, estaba de reposo en la cama y no podía ir registrando las cajas.
Le tiró con la suficiente fuerza del pelo para que ella soltara un pequeño grito.
– Deberías habérmelo contado. Las habría colgado por ti. ¿Después del reposo en cama?
Ella le disparó un pequeño ceño pero él no la miraba y fue malgastado completamente.
– Para de tirarme del pelo.
Él no la soltó, pero empezó a frotar los mechones de adelante a atrás entre sus dedos casi distraídamente. Ella suspiró y lo dejó pasar, sabiendo que estaba buscando evasivas.
– Después de que Andraya naciera estuve cansada todo el tiempo, ajustándome a dos bebés y a una casa. Cuando llegaba a la cama por la noche estaba agotada.
– Tenías muchas pesadillas -indicó él.
Ella no lo podía negar. Él a menudo había corrido a su cuarto para cerciorarse de que estaba bien y había permanecido hablando hasta que se dormía otra vez.
– Es verdad -admitió-. Después de eso, no estaba segura de sí iba a quedarme o no. Pensaba que me daría algún tiempo mientras resolvía lo que iba a hacer después de que llegara el dinero del arreglo.
Al lado de ella, Jake se quedó inmóvil.
– ¿Piensas un poco en dejarme, verdad?
¿Había dolor en su voz? Ya era bastante experta en leer los matices emocionales en las voces de personas, pero Jake era diferente. Él siempre sonaba casual, su voz suave e hipnotizadora sin importar el tema. Incluso cuando estaba enojado, bajaba el tono de voz en vez de levantarlo.
– No estoy pensando en abandonarte. -Era absurdo, por el modo en que hablaban, deberían haber tenido una relación-. No sabía si el trabajo iba a funcionar. Las cosas cambiarían si te casaras con alguien. No puedes fingir que no lo harían.
– Puedes tranquilizar tu mente sobre que me case. Las mujeres que conozco son rameras traicioneras y no las permitiría en ningún sitio cerca de mi dinero, de mi casa ni de ti. Y ciertamente no de mis hijos. Así que creo que puedo decir sin peligro que casarme con alguna de ellas está fuera de cuestión.
– Sólo les permites acercarse a tu cuerpo.
Ella apretó los labios, odiando la mezcla de emoción en su voz que hizo que él girara la cabeza para mirarla, su mirada de repente especulativa. Ella no se había dado cuenta hasta ese momento que estuviera enojada con él. Ni siquiera había sabido que estuviera celosa. No quería a Jake como su amante ni como nada. Cualquier otra clase de la relación aparte de la platónica que tuvieran sería un desastre. No era fácil vivir con Jake como jefe. Como amante o marido, él gobernaría con un puño de hierro.
– No todos podemos ser pequeños santos perfectos, sin nunca disfrutar de los placeres de la carne.
Ella curvó las uñas en la palma, con la suficiente fuerza para hacerse daño. Las puntas de los dedos le dolieron.
– Sal de mi cuarto. Hablo en serio. Estás siendo insultante y he tenido un día suficientemente malo sin aguantar tu mierda. Vete.
Él no se movió.
– ¿Por qué es eso un insulto? Básicamente me has indicado que he sido un pecador. ¿Qué está mal conmigo señalando que tú eres una santa?