– Soy el padre de Andraya -dijo en tono bajo.
– Por supuesto. Quise decir el padre biológico. Se siente amenazada por eso, y evidentemente tus padres también.
Cada músculo en su cuerpo se contrajo. Su cabeza se elevó, sus ojos brillaba intensa y peligrosamente, y él tuvo que suprimir el sonoro gruñido que se formaba en su pecho.
– ¿Cómo aparecieron en la conversación? -Nunca había podido aceptarlos como sus padres, y mucho menos referirse a ellos como su madre y su padre. Para él, siempre serían sus enemigos.
Emma se encogió de hombros.
– Aparentemente Linda es muy amiga suya y no quieren ver cómo te rebajas con alguien como yo. Quieren asegurarse de que yo sepa que mis hijos nunca serán bienvenidos en su círculo. Como no planeaba unirme a ningún círculo, eso no me alteró demasiado.
Ella mentía. Jake siempre podría oler una mentira. Las cosas que Linda había dicho le habían dolido. Nadie quería saber que no era lo bastante bueno para formar parte de una familia. Jake puso la mano en su nuca, deslizando el pulgar por su piel suave.
– Tú no eres en absoluto como esa gente, Emma. Estás mucho más por encima de ellos de lo que puedas suponer. Todos son crueles y mezquinos. No te quiero cerca de ellos, a menos que yo esté a tu lado. Y no quiero que los niños se relacionen con ellos, jamás.
– Puedo cuidarme.
– Te comerían viva. No tienes ni idea de lo que son capaces y no quiero que lo sepas nunca. Os protejo a todos por una razón. Contrato guardaespaldas por un motivo. Nadie entra en la propiedad sin mi permiso.
– Entiendo, Jake. De verdad que sí, y lo siento. Debería haber protegido a los niños mejor. Nunca se me ocurrió que Linda Rawlins estuviera involucrada en nada que pudiera hacerles daño. No la conozco, pero he leído sobre ella en periódicos y revistas muchas veces. Parecía algo insegura, arrogante y frívola, corriendo de una fiesta a otra, pero honestamente nunca pensé que fuera peligrosa.
– Alguien que anda con esa caterva, alguien asociada o de cualquier forma con la gente que me dio a luz, es sumamente peligrosa. Dales una oportunidad, y dañaran a cualquiera de los niños, y por supuesto a ti.
– Entiendo. No ocurrirá de nuevo. Siento que ocurriera esta vez. De verdad.
Jake inclinó la cabeza y le rozó la sien con la boca.
– Debería haber hecho que la situación fuera mucho más evidente para ti. Joshua debería haber permanecido en esta habitación todo el tiempo y Jerico nunca debería haberle permitido que entrase en la propiedad, en primer lugar.
– Un momento. -Emma intentó coger su brazo cuando él se daba media vuelta-. Le dije a Jerico que la hiciera subir y Joshua protegía a los niños. Me dijiste que me ocupara de la casa cuando estuvieras fuera. Si alguno de ellos se mete en líos por hacer lo que les pido, no tendré ninguna autoridad en absoluto. Fue culpa mía, no de ellos.
Él mantuvo su rostro vacío de expresión. Sí, los hombres harían lo que ella dijera, a menos que afectase a su seguridad. Joshua era el guardaespaldas de Emma, no de los niños, aunque ella no tenía ni idea. Drake cuidaba de los niños. Ambos deberían haber estado allí. Él tenía muchísimo que decirles a ambos, a Jerico y a Joshua, aunque a Emma no le gustara. Pero tenía una mirada tan ansiosa que le hacía querer besarla hasta que la mirada desapareciera.
– No te preocupes. No haré nada para socavar tu autoridad. -Sólo iba a dejar muy claro que si alguien alguna vez volvía a traspasar la seguridad, él les iba a dar una paliza de muerte. Y haría que fueran muy conscientes de que Emma debía estar protegida en todo momento. Forzó una sonrisa-. No estaré en casa para cenar. Tengo una reunión importante esta noche. Algunos inversores están muy interesados en adquirir una de mis compañías. La compañía no produce beneficios, y ofrecen mucho más dinero de lo que vale la empresa, así que tienen algo escondido en la manga. Necesito tenerles cara a cara para averiguar lo que es. No me esperes hasta tarde. -También sospechaba que el gerente de la compañía estaba en la nómina de sus enemigos, y tenía la intención de asegurarse.
Emma asintió. Había pensado llamar a Greg Patterson y cancelar la cita con él, pero después de lo sucedido entre ella y Jake, quería ver si tenía la misma reacción con Greg. Si lo hacía, entonces su problema era simplemente que había pasado demasiado tiempo sin un hombre. Ojala fuera eso.
Jake se volvió hacia ella, con el ceño levemente fruncido.
– ¿Qué has dicho?
Ella parpadeó por la sorpresa.
– No he dicho nada.
Estaba allí en el vestíbulo, alto, tan sexy como el pecado, remoto, sus ojos dorados recorrían el cuerpo de ella con una posesión casi excesiva en su mirada, hasta que Emma se apoyó contra la pared para evitar derrumbarse. La mirada de él regresó hasta su cara, a su boca, y su mano se movió a la parte frontal de sus vaqueros, deslizando su palma por la dura protuberancia.
– Algunas veces haces que desee ser un hombre decente, Emma.
El aliento de Emma quedó atrapado en su garganta cuando él le volvió la espalda, un juramento escapó de entre sus dientes apretados mientras se alejaba a zancadas. Emma se agarró a la pared, temblando, conmocionada por la forma en que reaccionaba a él, a su crudeza y su evidente sensualidad, cuando siempre se había sentido atraída por almas suaves, amables. Había muy poca suavidad o amabilidad en Jake.
Ella huyó a su habitación para recomponerse antes de enfrentarse a Susan y los niños. Podía oírles en la distancia, riéndose, y el sonido le permitió respirar de nuevo. Sólo necesitaba volver a lo que hacía mejor. Los niños eran su prioridad principal. Les amaba y les proporcionaba un hogar.
Jake necesitaba a alguien, aunque no lo supiera. No sexualmente, no de la forma en que se relacionaba normalmente con las mujeres, sino a un nivel más emocional, íntimo. Necesitaba que alguien cambiara su vida e hiciera de su casa un hogar. Emma había sido feliz en el papel de su ama de llaves, pero tenía que empezar a distanciarse poco a poco de la cercana y muy extraña relación que había formado con él durante los últimos dos años.
En su habitación, Emma se puso un suéter grueso sobre su delgada camiseta y trató de expulsar a Jake de su mente. Esta noche saldría con Greg Patterson, un hombre agradable, sin complicaciones, y tenía intención de pasar un buen rato. Necesitaba salir y respirar. Había permitido que el rancho la consumiera y tenía que pensar en forjarse una vida fuera de allí.
Por ahora, sin embargo, iba a actuar como una madre y asegurarse de que sus niños y su huésped fueran felices.
Se apresuró a bajar la amplia y curvada escalera, e hizo una pausa a la mitad para mirar la estatua de bronce de un leopardo encorvado. Gruñendo, con la boca retraída para exponer los dientes afilados, una mirada feroz y músculos marcados bajo la piel moteada. El leopardo de bronce estaba en el centro de varias plantas y parecía estar vivo, un depredador feroz y salvaje, inmóvil y alerta, buscando una presa, demasiado parecido a Jake cuando la miraba.
Levantó la cabeza cuando oyó los gritos de Andraya y la risa de Kyle. Susan gritó algo y Andraya y Kyle se rieron de nuevo a carcajadas. Corrió a la cocina, sólo para detenerse en la puerta y ver trozos de pastel por todo el suelo y la mesa. Kyle y Andraya estaban sentados en sus taburetes cubiertos de glaseado, y lo que quedaba de la tarta de cumpleaños era una masa de migas y glaseado entre ellos. Pudo ver las marcas de dedos en el pastel donde los niños habían arrancado puñados y los habían comido, lanzado y aplastado en sus cabezas.
– ¿Susan? -Preguntó, arqueando la ceja hacia la muchacha.
Susan abrió y cerró la boca varias veces.
– Dijeron que les dabas pastel para desayunar. No tengo idea de cocinar, o de qué comen los niños.