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– Me odian.

– Te temen.

La mirada dorada de Jake saltó a la cara de su bisabuelo y ardió allí, un foco fijo mientras el corazón latía. Era verdad. Ellos le temían. Y deberían, porque algún día él iba a ser más fuerte, más rápido, más listo, y mucho, mucho más cruel de lo que ellos jamás habían soñado jamás, e iba a despedazar su mundo.

Dieciocho años

Jake Fenton estaba muerto y el joven Jake se sentía como si fuera el único de luto por el hombre. Cathy y Ryan no se habían molestado en ir al funeral, sino que se sentaron en la oficina del abogado, esperando optimistamente una herencia, aunque ambos hubieran especulado fuertemente que Fenton había agotado cada centavo al adquirir más y más tierra sin valor. Cuándo las noticias llegaron, Ryan y Cathy estuvieron y complacidos. Fenton poseía varias compañías y aún más acciones. Heredaron dos compañías constructoras al completo y entre los dos lo que parecía que era la mayoría de acciones de una cadena de hoteles de lujo.

Al joven Jake le fueron dadas tres compañías, una planta mediocre de plásticos que apenas mantenía la cabeza por encima de agua, una compañía llamada Uni-Diversified Holding y una corporación que era una sociedad matriz de varios negocios más pequeños. También heredó la Locura de Fenton, la cual era una inmensa región de tierra en Texas que nadie quería, dos granjas de maíz y varias otras regiones que parecían ser zona pantanosa en otros estados. Las acciones estaban a su nombre así como una considerable herencia en metálico, aunque Cathy y Ryan recibieron la mayoría del dinero.

El abogado pasó a explicar que había un par de condiciones absolutas que tenían que ser dichas. Nadie podía impugnar el testamento o perderían sus porciones inmediatamente. Cathy y Ryan no podrían heredar de Jake aunque muriera, ni él podría venderles jamás o darles nada de lo de Fenton. Si moría antes de cumplir cincuenta años y no tenía ningún hijo, la tierra, el dinero y las acciones serían puestos en fideicomiso para una lista de organizaciones de caridad y se llevaría a cabo una investigación inmediata sobre la muerte de Jake. En ese momento, dos cartas que Jake Fenton escribió serían abiertas y ayudarían a los investigadores.

El joven Jake notó que Cathy parecía bastante pálida, pero ella no dijo una palabra. La tensión en la habitación era palpable. Habían perdido a su chico golpeado. Tenía un lugar al que ir, dinero, y era mayor de edad. Había poco que pudieran hacer acerca de ello. Fenton les había engañado. Sin una palabra hacia él, sus enemigos dejaron la oficina del abogado.

Jake se quedó, aceptando la carta que Fenton había dejado detallando cuidadosamente sus planes de futuro para sus campos de maíz y cómo quería usarlos para plástico. Había detallado planes de trabajo de la empresa para la compañía pequeña de plásticos. Y había otra cosa. Uni-Diversified Holding tenía suficientes acciones para que emparejadas con las acciones personales de Jake, éste llegara a ser el accionista mayoritario en las compañías que sus padres poseían.

La corporación era un paraguas para varios negocios extranjeros que demostraban estar surgiendo como negocios fuertemente lucrativos. Jake era instantáneamente multimillonario y estaba bien encaminado hacia su primer billón.

Diecinueve Años

Jake encontró que el rancho de Texas era una especie de paraíso. El leopardo podía correr libre por los numerosos árboles y el follaje salvaje que había crecido bajo el estímulo de su bisabuelo. La casa era enorme, una mansión incluso para los estándares de Texas con una biblioteca que la mayoría de las ciudades envidiarían. Continuó sus estudios de idiomas así como de negocios, empleando a sus propios tutores, estudiando cada compañía que poseía y escuchando con cuidado a esos que Fenton había confiado en controlar.

Salía cada noche a correr en su forma de leopardo, los acres de tierra protegían sus secretos de los intrusos. Por primera vez probó libertad y olió: petróleo. El olor era fuerte bajo la tierra en numerosos lugares y supo, cuando les dijo a los taladradores donde cavar, que encontrarían el oro negro.

Jake no estaba contento que otros manejaran su negocio. Estudió los planes de su abuelo para cada negocio y donde esperaba tomar las compañías en los años venideros. Encontró que si asistía a las reuniones de la junta de administración su capacidad de olfatear las mentiras y el temor le venían de la mano. Muy rápidamente, Jake se hizo un nombre como un hombre al que tener en cuenta. Raramente hablaba, principalmente escuchaba, pero cuando quería algo hecho, nada le impedía el paso.

Su desarrollada personalidad magnética y su capacidad de hipnotizar a los individuos pronto le permitieron conseguir acceso a toda clase de información que pudiera desear. Cuando no podía rodear algo, podía comprar algo para atravesarlo. Encontró que era irresistible para las mujeres y lo fomentó, cerciorándose de que conocía cada forma de mantener a una mujer deseándolo, dispuesta a hacer algo por él.

Veintitrés

El primer pozo de petróleo golpeó inmediatamente. Al mismo tiempo su aventura en los plásticos despegó haciéndole un inmenso jugador en la industria. Si alguien le subestimaba a causa de su edad, rápidamente revistaban su opinión. Era despiadado y calculador y no tenía miedo de hacer enemigos, aunque era cuidadoso de cultivar amistades y alianzas.

Continuó con la tradición de su bisabuelo de adquirir tierra, siempre inspeccionando toda la superficie primero, utilizando a su leopardo para olfatear petróleo o gas natural. Adquirió grandes regiones en Dakota del Norte donde sospechaba que había petróleo y millas de tierra en los Apalaches donde olfateó reservas de gas natural. Importaba poco que todos a su alrededor pensaran que hacía malas inversiones, él sabía que el petróleo y el gas estaban ahí para descubrirlos y cuando el tiempo fuera correcto, los encontraría.

Amplió el rancho, adquiriendo más y más tierra para dar a su leopardo un santuario. Corría cada noche como un leopardo, necesitando la liberación, encontrando que se sentía enjaulado. Siempre estudiaba, construyendo su banco de conocimientos, siempre hacia el mismo fin. Poder. Dinero. Llegar a ser tan fuerte que nadie pudiera hacer de él una víctima jamás otra vez. Esperar el momento oportuno para eliminar a sus enemigos.

Veinticinco

– Hola Alice -dijo Jake suavemente, demasiado suavemente.

Ella jadeó y giró alrededor. Su secretaria. Una puta espía. Olió a su padre por todas partes sobre ella. Ella estaba sentada ante su escritorio, intentando entrar en su ordenador. Lo había sabido en el momento en que la había contratado, el hedor de Ryan impregnaba su cuerpo.

– Necesitaba conseguir el archivo de Kalwaski -dijo ella apresuradamente, la cara roja en llamas-. Usted pidió los informes y accidentalmente arruine mi copia.

– ¿Y no pensaste en llamarme? -Olisqueó el aire, olfateando la mentira. Había sido más que cuidadoso de no darle nada dañino ni importante. No se fiaba de nadie y ella era relativamente nueva. Ahora había probado que apoyaba el campamento enemigo como él había sospechado. La acechó alrededor del escritorio.

Alice intentó apretar el botón del encendido para apagar el ordenador, pero él fue más rápido, y mucho más fuerte.

– Chica mala, mala, Alice. El espionaje industrial es un negocio desagradable y peligroso.

Ella se echó a llorar y se tiró hacia adelante, hacia sus brazos, bajando las manos por el pecho a la cremallera de sus pantalones.

– Haré lo que desee.

Él le abofeteó las manos alejándolas, repugnado.

– Estoy seguro de que lo harías. Las de tu clase generalmente lo hacen, pero no me tientas en lo más mínimo, no con el hedor de otro hombre por todas partes.