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El hombre que más le interesaba era Bernard William, un abogado de la firma conocida por representar a su viejo enemigo, Josiah Trent. William sabía que Jake estaba preparado para hacerse con el negocio de Trent. Un movimiento en falso y todo se vendría abajo. Pero aquí estaba el hombre sentado, preparado para vender a Jake y hacerse un enemigo de por vida, ¿por qué? ¿Qué sabían ellos que él no?

La pequeña cadena de bienes raíces no había obtenido beneficios en tres años. Jake pensaba mantenerlo así. Podría soportar la pérdida, pero no debería haber atraído ninguna atención, no de hombres como ésos sentados a su alrededor, y ciertamente no la clase de oferta que habían hecho. Hopkins debía haber descubierto sus planes y le había vendido, o quizá él era un peón. Eso era la cuestión. ¿Quién le había traicionado? Para averiguarlo, aguantaría esta charada aburrida, porque una vez que encontrara al hombre, lo destruiría…

Ligeramente aburrido, miró alrededor del hermoso y elegante restaurante. Una pareja entró por la puerta, atrayendo su mirada. Por un momento el tiempo se detuvo, cada músculo en su cuerpo se paralizó hasta que estuvo completamente inmóvil. Su corazón pareció dejar de latir. El aliento se inmovilizó en sus pulmones hasta que no pudo respirar.

Emma. Su Emma. Durante dos largos años, había esperado pacientemente a que ella volviera a la vida. Y ahora lo había hecho, pero para otro hombre. No para él. Emma arreglada para otro hombre; no para él. Emma sonriendo al perfecto extraño y colgando el jersey sobre el respaldo de su silla. No había posibilidad de concentrarse en lo que se estaba diciendo en esta reunión de suma importancia, así que Jake no se molestó en intentarlo. ¿Qué importaban unos pocos millones de dólares y un traidor, cuando su vida había estallado en llamas?

Emma parecía hermosa. Cuándo envolviera sus manos alrededor de la garganta, se aseguraría de decirle eso. Había venido a atrapar a un traidor, y el más grande de todos era la persona en la que había confiado sobre todos los otros.

Iba a despedir a todos los malditos guardaespaldas que trabajaban para él. ¿Cómo se habían atrevido a dejarla salir del rancho sin un guardia? ¿Quién era el hijo de puta que había entrado en su territorio de todos modos? Jake reconoció al bastardo como el hombre que había ido al rancho a arreglar los teléfonos. Probablemente había seducido a Emma en la propia oficina de Jake. La imagen de ella sobre su escritorio… desnuda… alzándose para provocarle, sintió el cambio en su interior, el leopardo gruñó y luchó por la supremacía. Por un momento terrible quiso liberar al leopardo, deseó sentir la garganta de su enemigo rota y sangrando, aplastada por sus mandíbulas.

Se levantó, una fluida ondulación de músculos, causando una quietud repentina entre sus socios de negocios. Sin una palabra de explicación, anduvo a zancadas por el cuarto, aflojándose descuidadamente la corbata, sus ojos brillaban dorados, fijos en su presa. Emma alzó la mirada, y sus ojos de terciopelo se abrieron de par en par por la sorpresa. Jake no pudo discernir ni el pedacito más pequeño de culpa. Sus dedos picaron por castigarla. En vez de eso, atrajo una silla con el pie y muy deliberadamente se sentó entre ellos.

Con casual facilidad dobló la oscura cabeza sobre la sedosa roja de ella para depositar un muy posesivo y lento beso sobre la sorprendida boca de ella. Se aseguró de usar la lengua, mucha lengua, con una mano le ancló el pelo, forzándola a levantar la cabeza para poder tomarse su tiempo en hacer la declaración. Una marca patente de propiedad.

La cara de Emma enrojeció y los ojos se volvieron verde esmeralda, pero tuvo bastante sentido común como para no empujarle ni luchar. Él le dejó sentir el borde de sus dientes en su suave labio inferior antes de dejarse caer en la silla, sonriendo, los ojos ambarinos duros como diamantes. Extendió la mano al hombre.

– Jake Bannaconni. No creo que nos hayamos conocido. -Recordaba a todos, pero no iba a dejar que un rival se creyera memorable.

– Greg Patterson. -El hombre estaba totalmente pasmado, la cara pálida bajo su bronceado-. Nos encontramos el otro día en su oficina.

Jake se recostó, estiró el brazo casualmente alrededor de la silla de Emma. Los dedos encontraron la nuca y empezaron un masaje lento e íntimo.

– ¿Entonces quién está en casa con los niños, cariño? -Habló con Emma pero los ojos medían la anchura de las manos de Greg Patterson contra las marcas en la piel de ella.

– Susan. -Involuntariamente, Emma colocó la mano sobre las señales del brazo. Maldición, el hombre lo veía todo. Y sus dedos estaban provocando que un calor se extendiera por su cuerpo, uno que posiblemente no podría ignorar.

– ¿Crees que es lo bastante mayor para manejarlos? -Había una suave intimidad en su voz, una que excluía a todos los otros y los envolvía juntos.

– Tiene dieciséis, Jake -recordó Emma.

Jake se frotó los nudillos por la mandíbula antes de concentrar su atención en Greg.

– ¿Adónde habéis ido esta noche? -La voz de Jake estaba perfectamente afinada, amistosa, interesada, llena de sofisticación urbana. Los ojos dorados eran despiadados, cortantes, un desafío frío, desolado y brillante, mientras se posaban sin parpadear sobre la cara de Patterson.

Patterson se retorció incómodamente.

– A ver una película.

Jake entrelazó los dedos con los de Emma, atrajo la palma al calor de su boca, los ojos se encontraron con los de ella.

– ¿Has disfrutado, cariño? Sabes que nunca deberías dejar el rancho sin escolta. -Con absoluta deliberación le mordió en el centro de la palma. Los ojos la desafiaron a montar una escena. Ella jadeó, pero él se negó a abandonar la mano cuando ella tiró. En vez de eso, la lengua se arremolinó sobre la mordedura, calmando el picor.

Reteniendo la posesión de la mano, se metió los dedos entrelazados cómoda e íntimamente, bajo el mentón, y concentró la atención de vuelta a Patterson.

– No es seguro para Emma estar fuera sin un guardaespaldas. Tengo enemigos y ellos saben que pueden llegar hasta mí a través de ella.

Frotó los nudillos por la mandíbula ensombrecida, de aquí para allá, un movimiento perezoso y sexy. De vez en cuando, atraía la mano de Emma al calor de su boca para mordisquear casi de modo seductor las puntas de sus dedos.

– Por supuesto, mataría a cualquiera que intentara alejarla de mí. -Hizo la declaración con una voz baja y suave como el terciopelo, mirando a Patterson directamente a los ojos, queriendo decir cada palabra.

Greg palideció visiblemente y un temblor de aprensión bajó por la espina dorsal de Emma. Su mirada saltó a la cara de Jake. Él le sonrió, pero los ojos le brillaban con una promesa, hasta que ella bajó la mirada.

– No te preocupes -murmuró Emma-. No estuvimos exactamente solos. -Apenas podía balbucear las palabras.

Jake le hacía toda clase de cosas a su cuerpo con sus distraídas caricias. Aunque estaba actuando tan seductor y amante, ella sabía que estaba enojado con ella. Jake estaba en su lado más peligroso, actuando posesivamente y rozando el borde de su control. Ella nunca había estado al otro lado de su ira. El pulso se le disparó como un cohete y cada terminación nerviosa crepitó con calor. Un poco desesperadamente, trató de arrancar la mano, pero Jake no pareció notarlo. Si acaso la agarró más fuerte. Su corazón comenzó a latir más rápido.

– ¿No lo estuvimos? -Greg se irguió, consciente de que estaba en peligro mortal. Nadie podría llamar a Bannaconni sutil, y él tenía la clase de poder que podía hacer desaparecer a hombres.

– Drake y Joshua estuvieron sentados dos filas detrás de nosotros. Joshua disfrutó realmente de la película. Estuvo partiéndose de risa -le explicó ella a Greg, tratando de ignorar el modo en que los dedos de Jake se clavaban en la muñeca.