– Emma es muy preciosa para mí -murmuró Jake, acariciándole la mano con la nariz otra vez-. Es agradable saber que no tengo que cometer un asesinato esta noche.
Emma cerró los ojos brevemente. Estaba tan enojado. ¿Se había propuesto deliberadamente hacer que se sintiera así? Tenía una sensación de desazón de que quizás sí.
Patterson carraspeó.
– ¿Estabas considerando el asesinato? -Intentó sonreír, hacer un chiste.
Los ojos dorados le lanzaron una cortante mirada.
– Muy seriamente. -No había nada humorístico en esos ojos brillantes.
– Jake. -El abogado de Josiah Trent, Bernard, se paró sobre ellos frunciéndoles el entrecejo a todos-. ¿Pasa algo?
– Nada que no pueda manejar. -Jake apenas alzó la mirada.
– No hemos resuelto las cosas -objetó Bernard.
– Por lo que a mí respecta, lo hemos hecho -contestó Jake con engañosa pereza. El brazo se curvó alrededor de los hombros de Emma, deslizó la mano hacia abajo, los dedos jugueteaban distraídamente con su pelo-. Te di una respuesta.
– No has escuchado la propuesta.
– Lo retomaremos más tarde.
Una rápida mirada de molestia cruzó la cara de Bernard.
– ¿Esto es tan importante?
Los ojos dorados parpadearon sobre el abogado. Jake atrajo los dedos de Emma a su boca.
– Más importante que cualquier otra cosa, Bernard. Ahora váyase. -Deliberada y bastante groseramente, despidió al abogado.
Bernard William se alejó a zancadas enojado. Jake miró el reloj de oro de su muñeca.
– ¿Terminaste tu café, cariño? Se hace tarde. -Se puso de pie, haciéndola levantarse con la mano, la sujetó a su lado, negándose a darle otra elección, extendió la otra mano a Greg-. Fue un placer conocerte. Aprecio que llevaras a Emma a ver una película. -Descuidadamente, dejó caer varios billetes en la mesa, pagando el café y el postre que no habían tocado-. No podemos estar fuera tan tarde, Patterson. Nunca sabes cuando un pequeño va a tener pesadillas. ¿Cierto, cariño?
Emma no sabía si reír o llorar. Seguramente él podría ver la impresión que le estaba dando a su cita. Hablando de los niños, quien les estaba vigilando, por amor de Dios. Besarla muy públicamente, empujando prácticamente la lengua por su garganta. No era de extrañar que las personas hablaran de ellos. Greg parecía como si fuera a desmayarse. Ella apenas tuvo tiempo para susurrar un rápido buenas noches antes de que Jake la arrastrara por el cuarto.
– Ve más despacio. Jake, correr detrás de ti es un poco indecoroso con tacones altos. Un paso tuyo hace tres míos.
– No deberías estar llevando las malditas cosas -dijo con brusquedad, pero fue más despacio. Echó un vistazo a la coronilla de la cabeza sedosa, sus rasgos rudos grabados en el granito-. Puedes ir a casa conmigo. Joshua conducirá el Jeep.
– Probablemente se hayan ido -indicó ella lógicamente.
– Mejor que no lo hayan hecho.
Ella puso una pequeña mano en su brazo para aplacarle.
– ¿Estás enojado conmigo?
– ¿Enojado? ¿Por qué demonios tendría yo que estar enojado? -Cabeceó bruscamente a varios de sus socios de negocios. La mayor parte de ellos miraron fijamente a Emma con abierta curiosidad.
Ella miró atrás para ver a Greg Patterson de pie en la mesa, parecía como si hubiera sido atropellado por un camión.
Jake le dio un tirón cuando la atrapó mirando hacia atrás.
– ¿Por encontrar a mi mujer fuera con otro hombre, vestida de esa manera? ¿Por qué infiernos estaría yo enojado por eso? Confío en que no estuvieras esperando que él te diera un beso de buenas noches. -Hubo un audible chasquido de los dientes blancos de Jake.
– ¿Qué está mal contigo? -El genio de Emma comenzó a dispararse. Algo vivo le corría bajo la piel, creando una onda de calor que picaba mientras se esparcía por su cuerpo-. No soy tu mujer.
– Como el infierno, que lo eres. -Los dedos eran una banda de hierro alrededor del brazo mientras la sacaba al parking.
Jake localizó a sus dos guardaespaldas inmediatamente. Estaban repantigados contra el camión, esperando, tal y como sabía que estarían. Jake tendió la mano en busca de las llaves del Jeep, y le frunció el ceño a Emma cuando ella vaciló.
– Soy perfectamente capaz de conducir a casa -protestó ella.
– No -siseó-. Sólo dame las jodidas llaves.
Emma dejó caer las llaves en la mano. Jake se las tiró a Joshua.
– Oí que disfrutaste de la película.
– No aprecio que me siguieran. -Emma se sintió obligada a señalar.
– Mejor que lo aprecies -gruñó Jake-. Ellos son la única razón por la que no te he estrangulado. -La agarró por los hombros con manos firmes, dándole una ligera sacudida-. Nunca, jamás, dejarás el rancho sin un guardaespaldas. Jamás. ¿Tienes alguna idea de en qué clase de peligro te has puesto?
– Me niego a discutir contigo sobre ello -dijo Emma-. Hace frío aquí fuera. Y no voy a ir contigo, Jake. Devuélveme las llaves, Joshua.
– ¿Realmente quieres montar una escena aquí en el parking, Emma? Porque puedo tirar tu trasero sobre mi hombro y tirarte al coche, si es así como lo quieres. Vuelves a casa conmigo.
Ella se puso nariz con nariz con él, pero la ira que emanaba de él en ondas le hizo cambiar de opinión. Él era bastante capaz de una escena pública y no le importaría en lo más mínimo. Jake se encogió de hombros quitándose el abrigo, la envolvió en él y caminó hacia el Ferrari, llevándosela consigo, esperó en su puerta hasta que entró. Emma se pasó nerviosamente una mano por el pelo cuando Jake se deslizó a su lado. Él se estiró para colocar el cinturón de seguridad alrededor de ella. Por alguna razón inexplicable, se sintió atrapada.
– ¿Jake? -Ella dijo su nombre suavemente, dulcemente, deseando tranquilidad.
– No digas nada, Emma. -No la miró. Con violencia controlada, giró el volante y fue detrás del camión de Drake, con Joshua siguiéndolos directamente en el Jeep.
Emma cerró los ojos y se recostó contra el asiento. La tensión en el interior del coche podía ser cortada con un cuchillo. Él estaba temblando de rabia. Hervía. Ella podía sentirla arremolinándose dentro de él, oscura, fea y violenta. Suspiró, deseando poder compartir el humor de la noche con él, el modo en que Joshua y Drake habían actuado en el show, la mirada en la cara de Greg cuando Jake se acercó y se sentó entre ellos. Si Jake hubiera sido al menos un poco parecido a Andrew, estarían riéndose juntos.
Una vez llegaron al rancho, los dedos de Jake se clavaron en su brazo y la arrastró fuera del coche. Emma fue con él a la casa por el bien de la paz. Pero él no la liberó. Continuó por el vestíbulo hacia su oficina.
Emma luchó.
– Suéltame, Jake. Me haces daño. -No lo hacía, pero de repente estaba cansada, con los principios de un dolor de cabeza. Él estaba de un humor de perros y ella no se sentía capaz de tratar con ello.
– Quiero hablar contigo -replicó entre los dientes apretados, empujándola dentro del cuarto-. Creo que ha pasado mucho tiempo.
Emma tropezó y se tuvo que agarrar a la parte posterior de una silla para evitar caerse. Se quitó los zapatos de tacón.
– ¿Qué es, Jake? Realmente estoy muy cansada y no me importa mucho tu humor.
– ¿Mi humor? -Levantó una ceja y apretó el puño-. ¿No te importa mi humor? -Los ojos le ardieron de furia.
– No, no realmente. Estás enojado y no puedo comprender por qué. -Esperó pacientemente, uno de ellos tenía que mostrar sentido común.
– Todo el camino a casa me he dicho que no perdería la paciencia, que sería perfectamente razonable cuando habláramos. ¿Ni siquiera sabes por qué estoy enojado? -Los ojos le brillaban, una amenaza dorada.
– No, realmente no.
– Odio cuando estás tan malditamente calmada. ¿Jamás pierdes el control, Emma? -Dio un paso más cerca, conteniendo apenas su genio. Quería besarla y apartar esa mirada de su cara. Dos largos años de espera. Ella era suya, hecha para él. Le pertenecía. Quería hundir las garras en el vientre de Patterson y desgarrar su intestino, mirarle morir de una muerte lenta y terrible-. ¿Quién demonios es Greg Patterson? ¿Cuánto te pidió salir y por qué infiernos fuiste con él?