Los ojos de Emma se abrieron de par en par por la sorpresa mientras el placer-dolor la empujaba a otro orgasmo y él inmediatamente se dio un banquete, llevándola otra vez a lo alto hasta que gotas de sudor puntearon su cuerpo y el pelo estuvo húmedo.
Jake se puso de rodillas, mirando fijamente a su presa, luchando contra el dolor en la mandíbula y el dolor en su cuerpo. Ella parecía hermosa. Era salvaje, su cuerpo un infierno. Él podía sentir su calor mientras empujaba la cabeza ancha, lisa y muy sensible de su polla en la resbaladiza entrada. Ella se cerró alrededor de él, agarrándolo con fuerza, tan apretado. Él permaneció quieto, mostrando su poder sobre ella.
Esto no era un revolcón rápido. Quería emparejarse con ella, tomarla para sí para siempre, mostrarle a quien pertenecía y dejar su marca en ella. Ella le siseó, sujetada en el suelo por su cuerpo más grande y más fuerte, hundió las uñas en la madera, los senos eran una tentación, su voz una súplica sollozante a pesar de que estaba luchando.
Él la estiraba, sabía que su entrada rozaba los bordes de un ardiente dolor, pero no podía evitarlo. Ella estaba tan apretada y él era grueso y largo. Ella jadeó, abriendo aún más los ojos.
– Mía. -Él gruñó la palabra, meciéndose hacia adelante solo un poco, mirando el estallido de placer en los ojos de ella-. Mía. -Lo decía en serio. Quería que ella supiera que lo decía en serio. No habría marcha atrás después de esto-. Atrévete a decirme que no lo eres. Niégalo, Emma, si puedes. Joder, trata de decirme que deseas a otro hombre. O admite la verdad. Admite que es a mí al que deseas y no a ningún otro.
Los ojos la desafiaron a retarle. Las manos le agarraron las piernas apretadamente cuando se detuvo, alojado en la entrada de su apertura caliente y resbaladiza. El temor resbaló por las profundidades de los ojos verdes. Su vagina se apretó con fuerza alrededor de él, intentando agarrarlo, intentando empujarlo más profundamente, y él luchó para no rendirse, para introducirse con fuerza en casa. Algo salvaje y malvadamente primitivo en ella deseaba, incluso necesitaba, su posesión brutal; él podía leer eso. Pero ella tenía miedo. No se entregaría a él, aunque todas y cada una de las células en su cuerpo gritaran por él, chillaran por más. Ella no estaba segura de que pudiera manejar más.
Emma sacudió la cabeza.
– Sí -siseó ella-, pero no así. Eres demasiado grande. Eres…
– Exactamente así. -Dio un pequeño empujón con las caderas y deslizó dentro otra pulgada, mirándole la cara, al placer que ondulaba sobre ella, la molestia ardiente que se mostraba en el modo en que sus caderas intentaron empujar atrás-. De cualquier manera. De todas las maneras. Dilo, Emma. Di que eres mía. Di que deseas esto. Di que me deseas.
Él no iba a permitirle echarse atrás más tarde y decir que no había estado de acuerdo. Cuándo ella permaneció silenciosa, mirándole fijamente con esa mezcla de lujuria y temor, él se echó para atrás solo un poco y sintió que ella le agarraba. Emma gritó, su cuerpo siguió al de él.
La satisfacción soltó los nudos duros en el vientre.
– Dímelo maldición.
Los ojos se centraron en los de él. Él pudo ver los ojos dorados de su gato mirándole fijamente en el centro de los ojos de Emma. Ella se relamió. Respiró hondo. Su cuerpo se estremeció con su rendición.
– Deseo esto. -Su voz temblaba, salió en una ráfaga suave.
Él apretó los dientes, recompensándola con otra pulgada. El cuerpo de Emma se agarró al suyo, apretándolo estrechamente. Él luchó por evitar enterrarse profundamente.
– Eso no es bastante bueno. Admite que me perteneces. Di que eres mía. En voz alta, Emma.
– Jake. Por favor. -Un sollozo escapado-. Lo hago, lo soy. Lo que sea. Sólo haz algo, por favor.
Él introdujo su cuerpo en el de ella con fuerza, rasgando por sus pliegues de terciopelo, tan resbaladizo y mojado, fieramente caliente, apretado con un puño, enfundándose hasta que golpeó la cerviz con fuerza, llevándolo más lejos, forzándola a aceptar todo de él hasta que sintió que las pelotas golpeaban contra su culo. Los apretados músculos de Emma se estiraron alrededor de él, agarrándolo, sujetándose alrededor de la polla que latía. El fuego le atravesó como un rayo, un placer abrumador. La tomó duro y rápido, rudamente, del modo en que su gato exigía, golpeando en su cuerpo con poderosos golpes de taladradora, entregándose completamente al completo calor erótico de su cuerpo.
Nunca había experimentado nada como este apareamiento en su vida. Toda su concentración estaba en el centro de su cuerpo, en el miembro que golpeaba dentro y fuera de ella, desesperado por más, siempre más, conduciéndose profundamente, reclamando el alma de ella para él. Y, maldición, el calor que hervía en él ahora era casi intolerable. Se hinchó. Ella gritó y se sujetó a su verga con fuerza con sus músculos interiores, casi estrangulándolo, las ondas de placer se vertieron sobre él hasta que estuvo húmedo con sudor. Entonces el cuerpo de ella pulsó. Una vez. Dos veces. La crema caliente lo bañó y él se vertió en ella, queriendo que su semilla fuera hasta el fondo, queriendo que tomara asidero. Ella era suya. Nacida para él. En ese momento se sentía tan primitivo como su gato, e igual de dominante.
Jake salió de ella y la puso sobre el estómago. La repentina retirada causó otro destello de dolor y ella gritó. Él siseó cuando su brazo la agarró por debajo de sus caderas y tiró de ella hacia arriba para ponerla de rodillas, hasta que estuvo a cuatro patas. La sostuvo quieta, amarrándola con fuerza mientras la cubría, golpeando con su polla ferozmente para penetrar profundamente sin ninguna advertencia, introduciéndose a través de los músculos apretados hasta su ya sensible nudo de nervios que gritaban y latían una y otra vez.
Emma había pensado que estaba agotado, debería haber estado agotado, pero era más salvaje que nunca. Su cuerpo, golpeando duramente en el suyo, le robó el aliento. Se introdujo más profundo con cada empuje, la manera en que la sostenía le daba un mejor ángulo para poseerla. Ella se sentía en llamas, pero al mismo tiempo horrorizada de su propia conducta. Le deseaba, oh, tanto, que dudaba que alguna vez tuviera bastante de él -pero nunca, ni una vez había imaginado o soñado que sería de este modo.
Jake deslizó las manos por las costillas hasta los senos, donde tiró de sus pezones, enviando rayos de fuego a su vagina inflamada. Los dedos se sentían como garras curvas, excitando y tironeando, suave piel deslizándose sobre los doloridos senos. Le acarició el hombro con la nariz, a lo largo del cuello donde ella era más sensible. La besó allí, sin parar nunca sus feroces empujes. Le lamió la piel con la lengua y entonces la mordió con fuerza. El dolor destelló por ella y algo salvaje saltó en su interior, gruñendo y luchando tanto que ella sintió sus propias manos curvarse en garras y trató de alejarle corcoveando.
Jake gruñó, un gruñido bajo que reverberó alrededor de ella. Si acaso, sus luchas provocaron una exhibición de más dominación. Él nunca apartó los dientes de su hombro, sosteniéndola quieta bajo él, mientras bombeaba dentro de ella. Una mano estaba curvada alrededor del seno y los dedos se hundían en la carne a modo de advertencia erótica, la otra mano descendió con fuerza a su culo. El calor estalló, se esparció, el centro de Emma latió y roció más crema caliente en el miembro invasor.
Ella no podía soportarlo. La tensión en ella aumentaba más y más, llevándola más cerca del borde de un abismo profundo. Ella luchó contra el orgasmo que la inundaba como una marea, amenazándola con destruirla, pero él era implacable, conduciéndola más y más alto, tan cerca del borde ahora que ella osciló en el borde del dolor, de la oscuridad. Colgó allí un momento, su respiración era jadeante, los senos pesados, su cuerpo tenso. Él bombeó contra ella de forma brutal y ella cayó por encima del borde, gritando mientras la explosión la desgarraba.