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Onda tras onda, una serie interminable y despiadada de orgasmos le meció el cuerpo, dejándola débil y jadeante. Se retorció y corcoveó bajo él, incapaz de parar de moverse mientras el placer abrumador le rasgaba el cuerpo, abrió la boca, su vista se emborronó. Estrellas estallaron detrás de sus ojos.

Jake sintió su cuerpo sujetar el suyo como con abrazaderas, el calor mojado le agarraba y le apretaba, mientras el grito roto de éxtasis de Emma le guió, queriendo todo para él, deseando que ella se sintiera del modo en que le hacía sentir a él. La quería atada a él, con esto. Sexo tan perfecto que nunca lo encontrara con nadie más. La deseaba sin fuerzas en sus brazos, drenada y exhausta y tan saciada que no pudiera pensar en cualquier otro hombre que tocara su piel jamás.

La agarró por las caderas, la inclinó más y bombeó en casa una y otra vez, mientras el cuerpo de ella se curvaba y luchaba. Ella se tensó, estremecida, y él sintió su agarre, una mordedura intensa de los músculos que le sujetaban como un torno. Los pulmones le ardieron por aire, respirando tan fuerte, los jadeos casi dolían. Los gruñidos bajos que retumbaban en su pecho eran bestiales, pero él no los podía detener con su leopardo tan cerca y el placer que bombea por él como una ráfaga de adrenalina.

Perdió cada pizca de cordura, cada pizca de razón, cuando el cuerpo de Emma sujetó el suyo, enviando un agonizante placer que rompió por su cuerpo. Él estaba tan caliente que pensó que ardería, que se convertiría en cenizas, pero no podía parar de entrar en ella, buscando la liberación, buscando la última altura. Entonces llegó. Se quedó quieto. Un latido del corazón. Un segundo. La ráfaga fue un rugido de locura, rompiendo por cada músculo y nervio, cada célula, todos sus huesos, y por un momento temió no sobrevivir a la explosiva liberación que le meció.

La onda comenzó en algún lugar de sus dedos y rasgó su cuerpo, por los muslos, y se centró como un tsunami en la ingle. Su liberación fue dura, haciendo erupción como un volcán, estallando, rasgando a través de él con tal fuerza que su cuerpo se estremeció y se tensó mientras se vaciaba. El rugido en las orejas era como trueno, e incluso su visión cambió.

Emma se habría desplomado pero él la sostuvo arriba con una facilidad que la asombró. Él era enormemente fuerte mientras los bajaba a ambos al suelo. La hizo rodar a un lado, todavía enterrado profundamente en su cuerpo, las manos le ahuecaron los senos mientras yacían acoplados juntos en el suelo. Jake jadeaba con dificultad y el cuerpo de Emma continuaba latiendo a su alrededor, agarrándole, ordeñando, relajándose y comenzando el ciclo de nuevo.

Ella trató de hablar pero no surgió ningún sonido, y ella temió que todas las células cerebrales estuvieran sin arreglo y fuera incapaz de pensar, mucho menos hablar.

Jake empujó el sedoso pelo a un lado y le acarició el cuello con la nariz, besando el lugar donde sus dientes la habían retenido. Había tomado a muchas mujeres, había sido atendido por muchas más, pero nada le había preparado para el orgasmo que le había desgarrado, estallando con tal fuerza. La dura eyaculación le había dado paz por primera vez. Sabía que tenía una sonrisa tonta en la cara, el regocijo le invadía, y le besó la nuca, moviendo solo un poco para sentir la alegría de cómo otra rociada de su calor resbaladizo le mojaba.

El cuerpo de Emma se estremeció contra el de él y giró la cabeza lentamente para mirarlo. Los ojos estaban vidriosos, su cuerpo sin fuerzas. Él se inclinó para besarla en la boca. Ella le besó a su vez.

– Tranquila ahora, cariño. Esto dolerá un momento. -Su leopardo había estado demasiado cerca de la superficie y sabía que ella iba a sentir su retirada. Cerró la boca sobre la de ella, empujando la lengua dentro mientras sacaba la verga de su cuerpo.

El dolor destelló por ella mientras su polla se arrastraba por sus sensibles paredes, rozándola mientras él se liberaba. Él se tragó su grito suave, profundizando el beso. Se movió primero, rodando y poniéndose de rodillas. Su pene era largo y grueso, aún en su estado semi duro, normal para él. No podía dejarla ir, todavía no. Sabía que siempre iba a ser lo mismo con él. Ella era una adicción, una que necesitaría para saciarse una y otra vez.

Emma estaba tumbada en el suelo mirando a Jake mientras se arrodillaba sobre ella, la mano en su polla, deslizando distraídamente la palma por el miembro, observando a Emma con ojos brillantes y entornados. Era tan masculino, tan oscuro e intoxicante. Cruda sexualidad en su forma más pura. Su única experiencia sexual había sido con Andrew, y él había sido gentil, incluso reverente. Sin nada del explosivo y crudo poder que Jake había derramado sobre ella. Últimamente, con su cuerpo tan inquieto e incómodo, había soñado con sexo violento, del tipo que hacía temblar la tierra, pero no había tenido realmente ni idea de cómo era.

Nada la había preparado para la invasión total de sus sentidos, para la enorme fuerza de Jake y el terrible y crudo hambre sexual. Se sentía impotente en sus brazos, tomada, fuera de control. Su cuerpo ya no era suyo, sino que parecía pertenecerle a él, moviéndose contra su mano, los senos hinchados y doloridos, necesitando su boca caliente, necesitando su cuerpo enterrado profundamente en el suyo.

No podía decir que el explosivo sexo entre ellos hubiera sido sólo cosa de él. Algo se había apoderado de ella hasta que le anheló, desesperadamente. Sin su propia identidad. Ella necesitaría siempre a Jake, necesitaría su posesión absoluta y cruda. Esto. Una obsesión. No amor. Nunca amor. Ella nunca sería la misma. Nunca desearía a otro hombre. Y ni una vez había habido amor hacia ella. Aún ahora, con sus ojos dándole órdenes, ella quería obedecer, levantar la cabeza y lamerle, tomar cada gota en ella. Ella no era una criatura sexual. No entendía que le estaba sucediendo, solo sabía que despreciaba a todas las mujeres que habían estado cerca de él casi tanto como se despreciaba a sí misma por no estar bajo control.

La mirada caliente de Jake vagó por ella con absoluta satisfacción. Ella bajó la mirada a su cuerpo. Los senos estaban hinchados y doloridos, los pezones apretados. La piel estaba cubierta con las marcas rojas de su posesión. La visión de esas marcas debería haberla enojado, pero en lugar su cuerpo se tensó otra vez, su vagina se apretó, ya sintiéndose vacía y necesitándole.

– ¿Puedes levantarte? -Le tendió la mano.

La pregunta era tan mundana, como si nada de nada hubiera sucedido, ciertamente no como si ella estuviera desnuda, extendida en el suelo con su semilla corriéndole por los muslos. Ella forzó a su cuerpo dolorido a una posición sentada, ignorando la mano. No había sabido que hubiera tantos lugares que pudieran doler.

– ¿Emma? ¿Estás bien? -Esta vez había demanda en su voz.

Ella le miró con furia.

– ¿Tienes alguna idea de lo que hemos hecho? -Se apretó una mano sobre la boca, incapaz de parar de temblar, porque sabía lo que ella había hecho. Había tenido sexo increíble, pero no había habido ni una pizca de amor en ningún sitio, no que ella pudiera sentir.

– Hacemos lo que necesitamos hacer -dijo él duramente, inclinándose para tomar posesión de su boca otra vez.

Emma echó la cabeza atrás fuera de su alcance.

– Esto no es correcto. Es demasiado violento, Jake. -Miró fijamente a las duras líneas grabadas profundamente en su cara, la boca sensual se retorcía cínicamente, un poco cruel. Los ojos resplandecían brillantes, ardiendo calientes con temperamento-. No soy nada para ti. Estabas enojado y querías una mujer, cualquier mujer.

Él juró vulgarmente, y los ojos se volvieron sin vida y fríos.

– Eso es decirme algo muy fuerte.

Con calculada intención, él le deslizó la mano por la pierna, subiéndola por la humedad del interior del muslo, sobre su marca de posesión hasta que los dedos encontraron el caliente centro mojado de ella.