Emma sintió que se sonrojaba, pero siguió con su barbilla en alto.
– Jerico no va a abrir las puertas y quiero ir a dar un paseo -dijo con voz exigente.
– Tú no quieres que Jerico pierda su trabajo, Emma. Si el jefe dice no, ¿cuál es el problema? Tienes más de dos mil quinientos kilómetros cuadrados para conducir. Quédate en el rancho.
Las manos de Emma se cerraron en dos puños apretados.
– Tengo derecho a marcharme siempre que quiera, Drake. No voy a discutir contigo sobre eso. Abre la puerta. -No quería estar cerca de nada de lo que Jake fuera dueño.
Él movió su cabeza muy tranquilo.
– Habla del asunto con Jake, Emma. Ambos sabemos lo protector que puede ser. Le preocupa que te pueda pasar algo…
– Es un fanático del control -espetó ella, interrumpiéndole-. Y él a mi no me controla.
Ella oyó la camioneta pero no hubo luces cuando Jake llegó. Su corazón comenzó a palpitar y saboreó el miedo en su garganta. Él bajó lentamente del camión y le lanzó las llaves a Drake antes de cerrar la puerta con una indiscutible determinación que hizo que su boca se quedara seca. Trató de no sentirse intimidada por la anchura de sus hombros, el confiado y fluido modo de caminar, o los músculos tensos como cuerdas moviéndose bajo su camisa con poder insinuante. ¿Acaso estaba asustada de él después de todo?
Su cuerpo la traicionó, volviéndose líquido, caliente, derritiéndose, diciéndole que estaba más asustada de sus propias reacciones que de las de él. No tenía voluntad cuando él estaba cerca. Ninguna resistencia. Odiaba el desear borrar el dolor de los ojos de Jake, las cicatrices de su alma. Odiaba quererle con cada célula de su cuerpo. No podía ponerse en manos de un hombre capaz de la clase de crueldad de la que ella sabía que Jake era capaz. Él destruía a sus enemigos. Había oído hablar de su manera despiadada de hacer negocios. Usaba y tiraba a las mujeres. No confiaba en nadie. ¿Cómo podría alguna vez ella respetarse de nuevo si cediera ante él?
– Desde aquí me hago cargo yo. Gracias, Jerico, Drake -dijo Jake con voz calmada mientras se acercaba a Emma con su zancada larga y resuelta. Todo él era seguridad en sí mismo. Invadía su espacio como si perteneciera allí, se acercó hasta que ella estuvo debajo de su hombro y posó una mano de manera despreocupada sobre la zona lumbar de su espalda.
Emma quiso apartarse de golpe, pero había algo tan irresistible y reconfortante en Jake que le hacía imposible moverse.
Él inclinó su cabeza hacia ella.
– Vamos, cariño, te llevaré a casa. -La mano presionó en sus riñones, descendió más y los dedos rozaron su trasero como si tuviera todo el derecho, dirigiéndola bordeando el capó del Jeep hasta el lado del pasajero. Amablemente la depositó dentro y esperó en silencio hasta que ella hubo tirado del cinturón de seguridad poniéndolo en su lugar.
Jake se deslizó detrás del volante, levantó la mano en reconocimiento a los dos hombres e hizo dar media vuelta al Jeep.
– No quiero volver -dijo Emma en un tono bajo y rebelde. Miró de soslayo la rígida mandíbula y luego se miró las manos-. Necesito tiempo para pensar. Tú estás en todas partes en la casa. -Su personalidad era demasiado poderosa, demasiado abrumadora y dominante. Ella tenía decisiones que tomar y necesitaba tener la cabeza clara para tomarlas.
Sin previo aviso él giró el volante, haciendo un trompo con el Jeep en otra dirección, distanciándolos de la casa principal del rancho y adentrándolos más en la propiedad.
– Sé que estás asustada porque todo cambie, Emma, pero esto no va a cambiar tanto.
– No podía salir por las puertas, Jake. Yo diría que las cosas ya están cambiando mucho.
La mirada penetrante de él la recorrió, reparando en la pose desafiante de su barbilla y su boca temblorosa.
– No deberías haber sido capaz de pasar las puertas sin mi previo conocimiento, Emma. Ese fue un error por parte de Jerico y Drake. Ahora lo saben perfectamente. Tengo enemigos y ¡qué me cuelguen sí algo te pasa por culpa de su descuido!
Ella se recogió el pelo y comenzó a sujetárselo, más por los nervios y la necesidad de hacer algo con las manos que por otra cosa.
– Déjalo suelto.
Sus ojos se abrieron de par en par.
– Mira. Ahí lo tienes. Me estás diciendo que hacer. No puedo tenerte alrededor dándome órdenes todo el tiempo, controlando cada uno de mis movimientos. No puedo respirar ahora mismo, Jake. Necesito espacio. Tengo que saber lo que está sucediéndome. Tú sólo sometes a la gente. Te he visto hacerlo, y ahora lo estás haciendo conmigo. Me humillaste. Deliberadamente me humillaste -dijo con voz entrecortada y le volvió la cara para mirar fijamente por la ventanilla a la oscuridad.
– ¿Cómo? ¿Por qué iba a querer humillarte?
Emma le echó mirada de nuevo, tratando de no escuchar esa nota hipnótica de su voz que siempre tenía tal efecto en ella.
– Tú sabes muy bien cómo. Podrías haberte corrido en mi boca. -Se sonrojó al decirlo mientras evitaba sus ojos, pero él escuchó el dolor en su voz como si la hubiera rechazado-. En cambio te corriste por todas partes sobre mí. Eso no era hacer el amor. No era respeto. Parecía una película pornográfica en la que yo era el receptáculo.
– Era yo haciéndote el amor, Emma. Era yo mostrándote más que respeto. Era yo reclamándote para mí. -Frenó violentamente e hizo derrapar al Jeep hasta detenerse-. ¿Pensaste que no me estabas complaciendo de alguna manera? ¡Joder, Emma! Nunca he tenido una noche como esta en toda mi vida. Nunca me he sentido de esta manera con nadie. Nadie. No te estoy mintiendo.
Ella no supo que decir a esto, así que permaneció silenciosa, abrazándose, meciéndose un poco, tratando de no sentirse tan inexperta y torpe. Algo la había poseído cuando había estado con Jake. Ella no sabía hacer todas aquellas cosas. Él se lo había enseñado en minutos, y ella había querido complacerle tanto que siguió cada una de sus instrucciones.
– Sé que contigo soy un amante exigente. Me gustaría decir que esto no pasará otra vez, pero pasará. Soy primitivo, tengo ciertas necesidades, y el sexo es intenso contigo. Esa es una palabra tan insípida para describir lo que el sexo es contigo.
El modo en que él dijo esto, con tal estricta honestidad, habría parecido ridículo en cualquier otro, pero él le decía la verdad y ella se estremeció, su cuerpo reaccionó a la inflexión sensual en su voz.
– No seré capaz de mantener alejadas mis manos de ti y tengo total confianza en que puedo hacer que me quieras. -Él se negó a apartar la mirada de ella, negándose a sí mismo a permitirle apartar la mirada-. Puedo ser áspero y animal y sé que exigiré cosas de ti que pueden asustarte, pero, Emma, yo nunca te haría daño, o te humillaría o trataría sin respeto. Si hay una persona en esta tierra a la que respeto por encima de todo y todos es a ti.
El corazón de ella palpitaba con tanta fuerza que le dolía. Él ya no estaba hablando de lo que había pasado entre ellos; estaba hablando de un futuro juntos. Podía verlo en las líneas de su cara, la intensidad que sólo Jake poseía, la voluntad de hierro y la determinación que le hacían implacable. Él estaba a la caza y ella era su presa.
– No me siento cómoda con la clase de sexo que tuvimos.
Él le deslizó la mano sobre su pelo, peinando hacia abajo la pesada y sedosa caída.
– Sé que no, cariño, pero también sé que disfrutaste de él. Siempre me aseguraré de que disfrutes.
Ella no podía negar que había disfrutado del sexo con él. Jake la había hecho sentir como si él tuviera que tenerla y no pudiera esperar ni un minuto más. Le había dado más placer del que ella hubiera experimentado alguna vez en su vida.