– No tengo líos de una sola noche o aventuras. ¿Tienes alguna idea de lo que va a pasar cuándo rompamos? Tenemos niños. Esta es mi casa. Es tu casa.
Un músculo se marcó en la mandíbula masculina. Sus ojos se volvieron duros como el diamante.
– No tengo ninguna intención de permitir que rompamos.
– Las mujeres no te mantienen satisfecho por mucho tiempo, Jake, y luego sigues adelante hasta la siguiente. El sexo duro y excitante lo puede todo, pero ¿qué pasará cuando la novedad desaparezca y yo sea un zapato viejo para ti? ¿Entonces, qué haremos? No soy el tipo de mujer a la cual estás acostumbrado. Yo no comparto.
Las manos masculinas se apretaron alrededor del volante hasta que los nudillos se volvieron blancos.
– Entonces encontramos maneras de sazonar las cosas entre nosotros, aunque no puedo imaginarnos tropezando con ese problema. ¿Qué demonios hacen las otras parejas? Yo no quiero a otra mujer en mi vida. No quiero que tú tengas a otro hombre en la tuya.
Emma suspiró y se miró las manos. Todavía sostenía el pasador del pelo. No se había recogido el cabello. ¿Por qué? Sostuvo el clip en alto.
– Mira esto. Hice lo que me dijiste que hiciera y ni siquiera sé por qué. -Pero sí lo sabía, y eso la asustaba. Quería complacerle. Quería ser la única que apartara el dolor de sus ojos.
– ¿Qué hay de malo en hacer algo que para mi tiene importancia cuando para ti no tiene tanta? -Él tomó el pasador de su mano y lo tiró al suelo.
– La cuestión es, que tengo la sensación de que me pierdo en ti y no puedo permitirme hacer eso. Me enamoraré de ti. Ya lo estoy un poquito. -Mucho.
La mirada penetrante de él se agudizó, casi como si pudiera leerle el pensamiento.
– Y me romperás el corazón. Tú no querrás, no pretenderás hacerlo, pero lo harás.
Él hizo descender la satisfacción que brotaba en su interior. Emma era honesta de una manera brutal, poniéndose en la línea de fuego por él. Si alguien era realmente capaz de amar, esa era Emma.
– Yo nunca te rompería el corazón. Te lo he dicho, estás segura conmigo.
– No intencionadamente, pero los mujeriegos no cambian, Jake -dijo ella quedamente, con pesar-. Necesitas sexo a cada momento. ¿Qué pasará cuando estés en tu oficina en el centro de la cuidad y yo esté en el rancho, o lo que es peor, cuando estés en un viaje de negocios?
Él sonrió apenas perceptiblemente, sin diversión, sólo una exhibición de dientes blancos.
– Si estoy en mi oficina en el centro de la cuidad y te necesito tan desesperadamente, enviaré una limusina a por ti. Si estoy fuera de la ciudad y no puedes ir, creo que tengo suficiente autodominio como para subsistir unos días. No me dejo tentar por cada pequeña cosa que quiero. Esto es lo que se llama disciplina, y tengo más que la mayoría de las personas. Si te doy mi palabra, Emma, puedes poner la mano en el fuego y lo sabes.
– ¿Qué pasa si me quedo embarazada y tengo que hacer reposo en cama otra vez y nos dicen que no podemos tener sexo? Esto podría pasar, lo sabes.
– Entonces mantendré esa pequeña y talentosa boca tuya muy ocupada, ¿verdad? -respondió él.
El rubor se extendió por todo el cuerpo de Emma. La mirada de él descendió hasta su boca y su pulgar se deslizó sobre el labio inferior, hasta la comisura, rozando caricias que enviaron pequeños dedos de excitación que provocaron una sensación de hormigueo sobre sus senos y fueron directamente hacia su ingle.
Emma aspiró entrecortadamente.
– ¿De qué estamos hablando, Jake? ¿Adónde quieres ir a parar?
– Tú. Yo. Matrimonio. Quiero todo eso. Podemos negociar todo lo que tú quieres aquí mismo. Ahora, y no hablo de dinero. Sé que no te importa si es de una forma u otra, pero aquí no va a haber acuerdo prenupcial porque te lo advierto sinceramente, y escúchame bien cuando te lo digo, porque esto no es negociable. No creo en el divorcio. Si te casas conmigo, te quedarás conmigo. Cuando no te guste algo confiarás en mí lo suficiente como para venir a mí y decírmelo para que así yo pueda arreglarlo.
– ¿Matrimonio? -La idea de ser la esposa de Jake era aterradora. Él era demasiado intenso para que cualquiera lo manejara día a día, sin embargo, por supuesto, esto era exactamente con lo que ella había soñado, la fantasía, nunca la realidad-. Yo no podría mantener el ritmo respecto a ti y tú lo sabes.
– Sé que tienes miedo.
– Tus padres, la gente de tu círculo, nunca me aceptarían…
– ¡Que se jodan! Ellos no son parte de mi vida. Tú lo eres. Los niños lo son. No dejes que el miedo te detenga de hacer algo que sabes que es lo correcto. Haré que funcione, Emma. Me conoces. Te ayudaré. Dime lo que quieres.
– No lo sé. -Ella se pasó la mano por el pelo agitada-. Quiero ser importante para ti. No quiero ser sólo alguien más.
De repente el Jeep estaba demasiado enclaustrado. No podía respirar, no podía pensar claramente. Él lo estaba haciendo otra vez, quitándole el equilibrio, dominándola, sin dejarla entender las cosas. Tiró del cinturón de seguridad soltándolo y abrió de golpe la puerta, saltó del vehículo y penetró en la noche. El aire frío la ayudó con el calor ardiente de su piel.
Jake se deslizó fuera, estirando sus músculos, su estómago se asentó un poco. Ella estaba asustada, más asustada de lo que la había visto nunca, pero no estaba huyendo de él. Él creía que podía hacerla feliz y era implacable cuando quería algo. Quería a Emma más de lo que había querido jamás algo en su vida. Sabía negociar y tener éxito; lo había estado haciendo toda su vida. Y sabía que estaba a punto de cerrar el trato.
– Emma, sabes condenadamente bien que me preocupo por ti. No estás ciega. Nunca en mi vida he necesitado o querido marcar a una mujer del modo en que te marqué a ti. Tuve un impulso primitivo de dejar mi olor por doquier sobre ti para que así cada hombre que se te acercara supiera que estabas cogida, que me perteneces a mí. Tengo treinta y cinco años. Nunca he querido casarme hasta ahora. Puede que no sea suave o romántico, pero tú sabes que contarás con mi inquebrantable lealtad, mi absoluta protección y mi cariño. Y junto con esto, me aseguraré de que estés satisfecha todos los días de tu vida.
Él no había dicho amor, pero por otro lado, Jake no lo diría. Él no lo habría creído de sí mismo y estaría mintiendo si hubiera usado esa palabra. Ni siquiera dijo nunca que amara a Kyle o Andraya, y a pesar de eso, ella había visto pruebas de ello. ¿Sería lo bastante fuerte como para aceptarle tal y como él era? No lo sabía. Si ella no le amara, no habría sido tan duro. Pero lo hacía. No podía mirarle sin querer verlo feliz. Se conocía a sí misma, sabía que daría demasiado. Era una mujer de todo o nada. Amaba a Jake y le daría todo lo que ella era.
– Define lealtad. ¿Significa eso que saldrás, tendrás sexo con otras mujeres y luego siempre volverás a mí? ¿O significa eso una relación completamente monógama?
– Usaría mis manos desnudas para romper el cuello de cualquier hombre que se atreviera a tocarte, Emma. No espero menos de mí de lo que lo hago de ti. Cuando digo lealtad, es fidelidad completa. La espero de ti, y si yo hiciera trampas, no sería digno de nada, ni de ti.
Ella respiró hondo. Tenía la sensación de que él era más que capaz de romper el cuello de alguien, y que lo haría si le provocaban. Había mucha violencia en Jake. Ella sospechaba que su pasado era uno de maltratos, pero él nunca se lo había dicho. Había visto sus cicatrices. Él se refería a sus padres como sus enemigos y nunca confiaba, bajo ningún concepto.
– Vamos a deshacernos de algunas de tus otras preocupaciones, cariño. Eso podría ayudar. ¿En qué estás pensando ahora mismo? Hay miedo en tus ojos.
La mirada de ella se desplazó a la suya y luego saltó de vuelta a su cara como si esperara que él estuviera disgustado con ella.