Emma gimió y empujó contra su boca, buscando más, su cuerpo derritiéndose por él. Incluso con ella tan receptiva como estaba, él sintió el pequeño temblor que traspasó el cuerpo de la mujer y notó la carne de gallina en su piel.
– Me pasaría toda la noche aquí contigo, cariño, pero tú tienes frío y yo tengo que llevarte a casa. Nunca te he tomado en una cama antes.
Él la alzó otra vez, colocándola sobre su engrosado eje.
– Agárrate, cariño -logró gruñir y la dejó caer con fuerza directamente sobre él. La amplia cabeza con forma de seta se condujo por sus pliegues apretados mientras ella se encajaba en él, y éste echó la cabeza hacia atrás cuando el placer le traspasó como fuego. Ella estaba tan apretada. Tan caliente. Sintió como si le estrangulara, agarrándole en un puño de seda cuyo centro era un infierno llameante. Sintió que había llegado a casa.
– Móntame. Arquea la espalda y muévete, Emma. Sí, exactamente así. Lenta y fácilmente hasta que encuentres el ritmo. Fuiste hecha para esto. Encajamos. Te juro, cariño, que siento como si hubiéramos hecho esto un millón de veces y aún así cada vez es como la primera.
Emma se movió sobre Jake, optando por un ritmo pausado, pero cuando él la agarró por las caderas para impulsarla más rápido y más duro, ella agitó la cabeza y enmarcó su cara con las manos.
– Mírame, Jake -dijo suavemente.
Los dedos de Jake mordieron sus caderas, decidido a tomar el control. La larga cascada del cabello de ella los encubrió, la brisa agitaba las gruesas ondas alrededor de sus cuerpos como una viviente capa de seda. Él podía sentir los suaves mechones deslizándose sobre su piel desnuda, aumentando la sensación erótica, intensificando su placer, pero el placer físico palidecía en comparación con el emocional, y él no podía comprender esto. No podía afrontarlo. No quería saber la verdad sobre lo que ella le estaba haciendo. No podía dar lo que ella estaba tomando de él. Tenía que distraerla; tenía que distraerse a sí mismo y así perderse en el fuego de sus cuerpos y entonces su conexión sería el sexo más glorioso y no tendría nada que ver con hacer el amor.
Emma sacudió la cabeza.
– No, Jake. Mírame. -Su voz era suave. Persuasiva. Insistente.
Los músculos del estómago de Jake se anudaron duramente. Él no se atrevía a mirarla, porque si lo hacía, directamente en aquel momento, mientras estaba profundamente sepultado dentro de ella y su mundo era mágico y el placer corría por él, sabía que no sería capaz de esconder la verdad a ninguno de los dos. Ella lo vería. Y él tendría que afrontarlo.
– Jake -susurró su nombre y su voz se deslizó sobre la piel de él como miel caliente. Esta vez había una pega en su voz. Una pregunta.
Él sintió ese pequeño sonido suave profundamente dentro de su pecho, envolviendo su corazón y apretando como un tornillo. No hubo resistencia. No hubo bloqueo de la verdad manando de él. Esto se elevó como una ola gigante. Levantó despacio su mirada penetrante hasta la de ella. Vio su inhalación rápida de aire. Sintió su cuerpo relajándose dentro de él, sintió el regalo de ella misma vertiéndose en su interior, cuerpo y alma.
Las lágrimas le quemaban detrás de sus párpados. Amor. Entonces esto era lo que se sentía. No sólo algo emocional, sino también físico. Todo ello se envolvió conjuntamente hasta que la totalidad fue un fardo, un paquete compacto, una mujer. Hasta que aquella una mujer fue todo. Clavó la mirada dentro de sus ojos mientras la eternidad pasaba, permitiéndole a ella ver, sabiendo que por primera vez en su vida él era realmente vulnerable ante otro ser humano. Emma podría destruirle, y ahora ella sabía que podía hacerlo. Él tragó con fuerza y sepultó su cara en el cuello femenino.
Emma envolvió sus brazos apretadamente alrededor de Jake, manteniéndole cerca, protectoramente, sabiendo lo frágil que él era. Tenía todo lo que necesitaba para permanecer fuerte, para guiarlos a ambos. Jake sería difícil y lucharía con fuerza para guardarse de cualquier control por parte de ella, pero él le había dado todo en aquel único momento.
Donde Andrew había sido dulce, amable y reverente con su cuerpo, Jake era justo lo opuesto. Y tenía razón; él la necesitaba más de lo que un hombre como Andrew lo hizo. La vida de Jake era una tormenta de intensidad. Él usaba el sexo para controlarla a ella, sin embargo ahora, después de que ella hubiera visto la verdadera reverencia en sus ojos, sabía la verdad. Él la adoraba. La miraba con el corazón en los ojos, como si ella fuera el mismo aire que respiraba, el suelo por el que él caminaba.
– Estás a salvo conmigo -susurró ella, y echó la cabeza hacia atrás cuando sintió el agarrotamiento de sus músculos internos, sintió pasar el placer como un rayo de fuego por su cuerpo y oyó el rugido en sus oídos. Le sujetó contra sí, dándole todo, dándole a conocer del único modo en que él podía entenderlo, por medio de su rendición absoluta, que ella estaba completamente comprometida con él.
Jake tomó aliento lentamente, luchando contra las olas de intensa emoción que parecían afectarle cada vez que estaba cerca de Emma. Ya no podía seguir ignorando la realidad, o al menos no podía ocultársela a sí mismo. En el intento de obligarla a que lo amara, él se había quedado enredado en su propia red. Ella estaba envuelta alrededor de su corazón, su alma, y hasta su mente. Estaba tan enredada dentro de él que no había manera de sacarla. Él tendría que encontrar un modo de vivir con ello. Emma. Ella le volvía tan vulnerable que estaba aterrorizado. Aterrorizado de que ella pudiera destruirle. Aterrorizado de perderla. Aterrorizado de lo que le hacía sentir.
Agitado, dejó que los pies de ella bajaran al suelo, aunque la sujetaba, sintiendo los temblores que la traspasaban, sabiendo que ella todavía estaba inestable. El viento cambió. En un momento estaba rodeado por el olor de su mujer, de la combinación potente y embriagadora de su relación sexual, un afrodisíaco en sí mismo, y en el siguiente estaba oliendo… a un rival. Enemigo. Problemas.
Jake se tensó, levantó la cabeza y recorrió lenta y detenidamente los alrededores con la mirada, con su brazo sosteniéndola contra él, su nariz se elevó para olfatear el aire y así conseguir un rastro de olor mejor.
– ¿Qué es? -Emma se giró en sus brazos para tratar de mirar alrededor, pero las manos de él estaban rígidas sobre sus hombros, impidiéndole salir de debajo del refugio de sus brazos.
– Coge tu ropa y entra en el Jeep. Cierra la puerta. Puedes vestirte dentro.
No quedaba mucho de su ropa, pero Emma la juntó y se metió en el Jeep. Jake se giró en un círculo lento, todavía olfateando el viento. Si Emma no hubiera estado con él, habría cambiado a su forma de leopardo, pero él no podía plantearse esa posibilidad. Se puso los vaqueros y sacó la radio de donde estaba enganchada a su cinturón.
– Drake, ve a por Joshua. Te envío mis coordenadas. Estoy oliendo a un solitario.
La radio chisporroteó, luego cobró vida.
– ¿Es Conner? Se fue a correr esta noche.
Jake aspiró el elusivo olor otra vez.
– No sé. Tal vez. No estoy familiarizado con él. Estoy con Emma. La llevaré de vuelta a casa, Joshua y tú comprueben las cosas. Si hay algún problema, avísenme.
Cuando Jake se deslizó detrás del volante del Jeep, Emma se aclaró la garganta.
– ¿Qué pasa?
Él sabía que ella le había visto hablando por radio con Drake.
– Tengo caballos corriendo libres en un alcance de aproximadamente ocho kilómetros al norte de aquí, sólo un pequeño experimento que estoy llevando a cabo, pero me pareció captar de refilón un puma.
Emma pestañeó y se llevó la mano a la garganta. Él recordó la historia de las huellas alrededor del coche de los padres de ella.
– Nada preocupante, cariño. Si tenemos algo molestando la manada, Drake y Joshua lo localizarán.