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Le besó la comisura de la boca y se deslizó fuera de ella, sin mirarla, con miedo de que ella le viera, que viera demasiado.

Emma sirvió a Jake una segunda taza de café mientras éste terminaba su desayuno. Susan había permanecido muy silenciosa a lo largo de la comida. Emma no estaba segura de si es que se sentía tan intimidada por Jake que no podía hablar, o si es que estaba a reventar de preguntas y tenía miedo de lo que se le podría escapar antes de poder detenerse.

Emma miró con ceño a Jake e hizo un movimiento con la cabeza hacia Susan. Él hizo una mueca, tomó un trago fortalecedor de café e hizo un intento:

– ¿Cuánto te vas a quedar con nosotros, Susan?

Ella dejó caer su tenedor y se puso roja como un tomate.

– No muchísimo más.

Jake dio un suspiro largo y torturado.

– Yo no estaba dando a entender que quisiera que te marcharas, intentaba simplemente ser agradable.

Emma le dio un puntapié por debajo de la mesa, fuerte.

– ¡Ay! -Él apartó de un tirón su espinilla herida poniéndola fuera de alcance y miró hacia abajo, a su camisa inmaculada. Había conseguido mantener su brazo estable y no se había derramado nada de café. Dejó que Emma viera en sus ojos la promesa de un contragolpe posterior. Bien, tal vez su tono había sido un poco condescendiente, pero le había hablado a la chica, ¿no?

Emma se inclinó hacia adelante.

– Olvidé decírtelo, Jake. El padre de Susan va a enviar a su profesor particular de cálculo, Harold Givens, aquí esta mañana. ¿Le añadirías a la lista en la puerta para los hombres de Jerico?

– ¿Cuánto tiempo estará aquí? -Había una mordacidad en su voz que no podía esconder completamente. No le gustaban los extraños en su casa en absoluto.

Se llevaba a cabo un barrido de seguridad rutinario una vez por semana, variando el día y hora, pero esto no tenía la menor importancia para él, no después de que el pequeño microchip fuera descubierto. Cualquiera que viniera a la propiedad era ahora sospechoso, en particular Harold Givens, ya que era uno de los dos sospechosos que tenían. Por regla general él hacía a sus empleados firmar un contrato de privacidad blindado antes de contratarlos, insistiendo en el completo silencio durante y después del empleo. Pero no podía hacerlo con las visitas no deseadas, tal como le gustaría.

– Puedo pedirle que no venga -dijo Susan precipitadamente, bajando los ojos.

Jake frunció el ceño al mirarla.

– ¿Acaso dije que no le quería aquí?

Esto le ganó otro puntapié. Movió sus piernas fuera de peligro de nuevo, y esta vez estiró la mano por debajo de la mesa y la puso sobre la cara interna del muslo de Emma. En la parte de arriba. La mirada de ella parpadeó sobre él, pero la advertencia en los ojos masculinos le impidió apartarse de golpe.

– Sólo va a quedarse unas horas, Jake -dijo Emma-. Quedamos en encontrarnos con Evan y Joshua en las cuadras a la una. Él se habrá ido para entonces. Y claro que sí, Susan, él tiene que venir. Le prometí a tu padre que nos aseguraríamos de que continuarías con tus estudios.

– A lo mejor debería quedarse en casa y prestar más atención a su hija en vez de pasársela a otras personas y tenerlos pendientes de que ella haga los deberes.

Susan se echó a llorar, se puso de pie de un salto, llevándose por delante su silla, y salió precipitadamente del cuarto.

Jake lanzó un juramento.

Emma le fulminó con la mirada.

– Más que nadie, tú Jake, deberías tener compasión por esa criatura. ¿Tienes una idea de lo completamente sola y aislada que está? Tiene un padre que nunca está en casa. Su madre está muerta y ella es entregada a extraños continuamente. Extraños como Dana Anderson, que no tiene ningún interés por ella en absoluto y hace todo lo que puede para hacer que se sienta humillada y miserable. Susan es sumamente inteligente y no puede relacionarse con otras adolescentes de su edad. Y es demasiado joven para que los adultos la tomen en serio.

– Lo he cogido, Emma. -Jake se levantó y recogió del suelo la silla-. Voy a trabajar aquí en casa en vez de en la oficina de centro de la ciudad hoy. Cuando su profesor particular llegue aquí, haz entrar a Joshua y a Drake. -Él se sentía como un jodido monstruo.

Sabía lo que era ser diferente, pasar su infancia solo, si es que uno podía llamar infancia a lo que había soportado. Plantó ambas manos sobre la mesa, enjaulando a Emma cuando él se inclinó hacia abajo.

– Hablaré con ella, cariño, pero me desquitaré más tarde por la reprimenda. -Su mirada penetrante ardió dentro de la de ella, caliente, sexy, una promesa de cosas que vendrían.

– Te la merecías -apuntó ella, pareciendo un poco recelosa, pero sus ojos estaban nublados por el deseo.

– Sé que la merecía. -Él se inclinó acercándose más para lamerle la comisura de la boca-. Necesito que vayas a la ciudad más tarde y te compres un vestido para lo de Bingley.

Ella se echó hacia atrás para mirarle, con los ojos muy abiertos. Inquieta.

– ¿El qué de Bingley?

– Es una fiesta importante, Emma. Odio esas cosas y ésta será particularmente difícil, así que necesitaré que estés allí.

Ella sacudió la cabeza.

– De ninguna manera. Las fiestas no son lo mío, especialmente en aquel círculo. Para nada, Jake, ni siquiera por ti.

Ella parecía realmente asustada. Jake rozó su boca contra la suya. Suavemente. Con ternura. Engatusando.

– Te necesito, cariño. Los enemigos estarán allí. Quiero a alguien conmigo en quien pueda confiar, alguien que vigile mi espalda.

La primera reacción de Emma fue incredulidad -lo vio en sus ojos- pero ella siguió mirando hacia arriba, a él, con sus dedos punteando nerviosamente en su manga.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– Que te quiero allí conmigo. -Él no iba a pedirlo otra vez.

Ella respiró hondo y el corazón de él dio un vuelco ante la capitulación que vio en los ojos femeninos. Ella cuadró sus hombros, venciendo su miedo y aversión a semejante acontecimiento. Emma sabía que ellos tratarían de avergonzarla y humillarla, pero se colocaría en aquella posición por él. Era otra victoria, una muy grande. Otra prueba de que ella se preocupaba por él, que estaba comprometida con él. ¿Cuántas veces tendría que probarse a sí misma antes de que Jake lo creyera? ¿De cuántas formas?

– ¿Cómo de elegante?

– Lleva algo sofisticado, pero sexy para mí. Un vestido de cóctel. Yo pondré la joyería. Tacones altos, Emma. Sé que no te gustan, pero me encantará el modo en que tus piernas se verán en ellos. He fantaseado sobre esto más a menudo de lo que debería. -Rozó varios besos en sus labios suaves y fruncidos antes de poner sus labios contra su oído-. Que tenga un poco de vuelo y de largo, justo por encima de la rodilla y así puedes llevar sólo un liguero y medias y saltarte las bragas.

Ella se puso carmesí, como él sabía que lo iba a hacer.

– No me salto las bragas.

– Veamos -dijo él, deliberadamente perverso, remontando la oreja con la punta de su lengua-. ¿Estás mojada para mí? -susurró-. Si sepulto mi dedo dentro de ti, ¿te encontraría dolorida y caliente para mí?

Ella empujó en la pared que era su pecho, riendo. Ruborizada.

– Sí. Y ahora vete.

La satisfacción le traspasó mientras salía paseando tranquilamente. Emma. No importaba lo escandaloso que fuera, ella se esforzaría por acomodar sus necesidades, aun cuando esto le resultara un poco intimidante. Tenía que tener cuidado de no permitir que sus necesidades tomaran el control y asegurarse de no empujarla demasiado lejos. Aquellos eran dos de sus mayores defectos. Quería, no, necesitaba la constante afirmación de la lealtad por parte de ella, de su total compromiso con él, porque podía creer y confiar en ella totalmente.