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Jake estaba asombrado de las sensaciones que estallaban por él ante la sensación de la cara de Emma frotándole el miembro, ante la sensualidad del acto mismo. Estaba asombrado de cuanto le amaba ella, nunca se apartaba bruscamente, nunca giraba la cara. Los ojos se le ablandaban, casi vidriosos, como si dándole placer, ella disfrutara, incluso se deleitara de su juego sensual. Casi se quedó sin respiración cuando ella le tomó en la boca, no hondo, sólo lo bastante para aplicar un calor húmedo y lento y una succión suave. Lo bastante para que la lengua se curvara y le atormentara alrededor y bajo la cabeza en forma de seta donde era más sensible.

Ella le hacía suavizarse por dentro, como si fuera sensiblero, cuando su cuerpo estaba duro como una piedra. Él miró hacia su cara, tenía los ojos medio cerrados, las largas pestañas como dos gruesas medialunas revoloteaban contra la piel, la boca le rendía culto. Le veneraba. Había estado con muchas mujeres y ninguna jamás le había mirado de ese modo. Embelesada con darle placer. Cuidando de llevarlo a otro lugar. Otras mujeres habían caído bajo su dominación y se habían sometido a su voluntad, queriendo su recompensa, queriendo que él les diera placer a ellas. Creyendo que se marcharían con un anillo en sus dedos y una gruesa cuenta bancaria a su disposición.

Ella besó la cabeza ancha y lisa y luego su miembro antes de deslizar la boca sobre él otra vez en un movimiento lento y amoroso que casi le hizo caer de rodillas. Ella chupaba suavemente, la sensación de la boca apretada crepitaba por cada terminación nerviosa que tenía. La boca le abandonó otra vez para poder darle el mismo tratamiento a sus pelotas. Él ya estaba apretado, hirviendo, y ella le acarició con la nariz, le besó y le lamió con ese misma ronroneante vibración que casi le volvió salvaje.

Se estaba derritiendo, maldita sea, volviéndose del revés. Ella estaba tomando control de él otra vez, haciéndole el amor. Sentía la emoción envolviéndose a su alrededor como seda viva, le apretaba, le ordeñaba, se tensaba alrededor del corazón por la manera en que la boca se apretaba alrededor de su polla, estrangulándolo hasta que no pudo respirar por el placer.

La agarró por el largo cabello, envolviéndolo alrededor de sus puños, asustándola. El corazón le latía demasiado rápido, casi estallando en el pecho. Los pulmones le ardían por la falta de aire. Volvió a recuperar el control de la única manera que sabía, asumiéndolo, forzando su conformidad cuando ella se la habría dado libremente, porque si no -si no lo hacía- estaría perdido para siempre. La boca estaba apretada cuando se deslizó más profundamente. Jake empujó las caderas más cerca, echó la cabeza atrás en éxtasis.

– Vamos, cariño, puedes hacerlo. Respira. Tómame más lejos. Adoro la sensación de tu boca y garganta apretándome de este modo. Quieres esto tanto como yo. Esta es una de esas lecciones que es muy importante. Relaja la garganta para mí. -No quería que ella supiera jamás que le había puesto de rodillas con su forma de hacer el amor. No podía permitir que eso sucediera.

Emma no estaba segura de que había sucedido. Un momento estaba disfrutando completamente, amándole, sintiendo su respuesta, y al siguiente él la trataba objetivamente, como si la única razón para vivir de Emma fuera servirle a él. ¿Era esta su única manera de recibir placer? Intentó complacerle, luchando por tomar su grosor, sintiendo la necesidad en él, el placer que estallaba por él. La garganta estaba dolorida por su tamaño y él controlaba cada movimiento, lo que era solo un poco aterrador, pero también vagamente excitante. Los puños estaban apretados a ambos lados de su cabeza, mientras él se deslizaba dentro y fuera de su boca, manteniéndose profundamente unos pocos momentos y luego echándose para atrás lo bastante para que ella pudiera respirar.

El teléfono sonó y Emma se congeló. Jake soltó una mano del pelo y golpeó el altavoz del teléfono antes de agarrar el pelo otra vez y empujar más suavemente esta vez, instando a Emma a continuar.

– ¿Sí? -Su voz fue brusca.

Emma sonrió, aliviada de que él no estuviera tan normal y sin afectar como actuaba. Deliberadamente arremolinó la lengua alrededor de la cabeza acampanada, excitando la cara inferior. Si él podía intentar mantener su mente en su negocio mientras ella yacía desnuda, extendida en su escritorio con su miembro deslizándose eróticamente por la garganta, ella iba a asegurarse de que no fuera fácil para él.

– Ellos han regresado con una contraoferta, señor Bannaconni, una que creo que es realmente emocionante así como conveniente de aceptar. -Dean Hopkins, el director de su negocio de bienes raíces, llamaba una vez más para persuadirle de que vendiera-. Me he tomado la libertad de comenzar a preparar los papeles para que usted sólo tenga que firmarlos.

– No. -La palabra fue abrupta, dura. Jake echó la cabeza atrás y movió las caderas, tan cerca del éxtasis que las orejas le zumbaban.

– Pero, señor Bannaconni, estamos perdiendo dinero todos los meses. Sale a raudales, cubriendo las hipotecas de todas las propiedades que usted ha comprado, y no entra nada. No conseguiremos otra oferta como esta.

– No. -Su voz fue ronca.

Emma aplastó la lengua y acarició, tarareando suavemente cuando Jake se deslizó más profundamente, aumentando la vibración, volviendo a su manera de hacerle el amor. Él dio un suave suspiro de placer y ella se relajó, enfocándose completamente en su erección, haciéndola su mundo entero, un campo de juegos de placer sensual donde nada más le importaba. Utilizó los labios, la lengua y el suave borde de los dientes, utilizó la garganta y la boca, vertiendo su amor en él, alrededor de él, para que el mundo que la rodeaba se desvaneciera e incluso el sonido de su voz fuera llevado muy lejos.

Echó la cabeza más atrás y la posición la hizo ser consciente de la tirantez de sus brazos y piernas, del cuello, y gimió. Ella supo que él lo sintió por la reacción. Lo sintió hincharse más.

– Hemos terminado, Hopkins -siseó Jake y se inclinó bruscamente para dar un puñetazo al botón por teléfono otra vez, desconectándolo. La acción hizo que los músculos de Emma le apretaran con fuerza. Ella no luchó, aunque le debía haber dolido, debía haberla asustado, la pérdida de aliento y completo control. Él no había querido hacerlo. Él se retiró, apenas capaz de respirar, de caminar con su cuerpo lleno y duro, latiendo con necesidad desesperada. Los ojos de Emma le miraron, brillantes joyas de esmeralda, solo miraban y esperaban, nunca condenando, nunca odiando, su cuerpo yacía abierto, preparado y dispuesto para hacer cualquier cosa por él. No por dinero. No por su placer. Simplemente porque ella le amaba.

– Maldita seas, Emma -dijo suavemente, cambiando de posición para situarse entre los muslos extendidos-. Me estás matando lentamente.

– Quizá debería darte una palabra segura, Jake -contestó ella, su voz suave.

– ¿Qué sería? -Le agarró el pie y lo tiró fuera del lazo, envolviendo la pierna alrededor de la cintura y entonces repitiendo la acción con el otro.

– Amor. -Ella le sonrió con esa sonrisa lenta y apacible que le dejaba débil-. Sé que no la utilizarás y podremos continuar así para siempre. Quiero que estés dentro de mí para siempre.

– ¿Qué demonios voy a hacer contigo? -Había una suave desesperación en su voz, una estrangulada nota de amor que raspaba sobre la piel de Jake como la acaricia de los dedos de Emma.