Casi al mismo tiempo, la mitad posterior de la cabeza del hombre negro salió volando en pedazos por la habitación y el tipo también se desplomó contra el suelo como un saco sangriento.
La velocidad de Aaron fue sobrenatural. Al parecer, antes de que la primera bala hubiera llegado siquiera a dar en el blanco, él ya se había agachado y sacado su pistola. Todo: los disparos, los hombres cayendo contra el suelo y Aaron agachándose, había pasado en menos de dos segundos. Aaron se puso en pie y apuntó con su pistola a Win, quien a su vez apuntó la suya contra Aaron. Jessica se quedó petrificada. Win debía de haber accedido por la ventana de la terraza, aunque no tenía ni idea de cómo habría podido llegar hasta allí ni cuánto tiempo hacía que había entrado.
Win sonrió como quien no quiere la cosa y medio asintió con la cabeza.
– Vaya, vaya, Aaron, estás cuadrado.
– Intento mantenerme en forma -dijo Aaron-. Gracias por el piropo.
Los dos seguían apuntándose con las pistolas. Ninguno de los dos parpadeaba. Ninguno de los dos dejaba de sonreír. Jessica no se había movido de donde estaba. El cuerpo le temblaba como si tuviera mucha fiebre. Sintió algo pegajoso en la mejilla y se dio cuenta de que probablemente fuera materia gris del hombre que yacía a sus pies.
– Tengo una idea -dijo Aaron.
– ¿Una idea? -preguntó Win.
– Sobre cómo poner fin a este punto muerto. Creo que te va a gustar, Win.
– Pues dime.
– Dejar los dos el arma en el suelo al mismo tiempo.
– De momento no me parece muy atractiva.
– Todavía no he terminado.
– Perdón por la interrupción. Continúa, por favor.
– Los dos hemos matado con nuestras propias manos. Ya sabemos que nos gusta, y mucho. Y sabemos que en este mundo es muy difícil encontrar adversarios dignos. Los dos sabemos que casi nunca tenemos la oportunidad de hacer frente a un desafío que esté a nuestra altura.
– ¿Y qué?
– Pues que te propongo el duelo definitivo -dijo Aaron ampliando su sonrisa-. Tú y yo. Hombre a hombre. En combate cuerpo a cuerpo. ¿Qué me dices?
Win se mordió el labio superior y dijo:
– Interesante.
Jessica trató de decir algo, pero su lengua no la obedeció. No podía hacer otra cosa que estar allí de pie, con cara inexpresiva. La masa sanguinolenta que en vida había llevado camiseta de rejilla sangraba sin parar.
– Pero con una condición -añadió Win.
– ¿Cuál? -preguntó Aaron.
– Que gane quien gane, Jessica podrá marcharse tranquilamente.
– Como quieras -dijo Aaron encogiéndose de hombros-. Frank pasará por aquí tarde o temprano.
– Tal vez sí. Pero no hoy.
– Muy bien -dijo Aaron-. Pero no podrá marcharse hasta que termine el combate.
Win hizo un gesto afirmativo con la cabeza en dirección a Jessica y le dijo:
– Espérate en la puerta, Jessica, y cuando termine el combate, corre.
– Pero tienes que esperar a que termine -añadió Aaron.
– ¿Cómo voy a saber que ha terminado? -dijo Jessica encontrando por fin fuerzas para hablar.
– Porque uno de los dos habrá muerto -dijo Win.
Atontada, Jessica asintió con la cabeza. No podía dejar de temblar. Ambos hombres seguían apuntándose uno a otro con las pistolas.
– ¿Sabes el procedimiento usual? -le preguntó Aaron a Win.
– Por supuesto.
Sin dejar las armas, ambos pusieron la mano libre en el suelo. Al mismo tiempo, los dos hicieron girar el arma de modo que dejara de apuntar al otro, la dejaron caer, se levantaron y le dieron una patada a la pistola al mismo tiempo hasta mandarla a un rincón.
– Ya está -comentó Aaron esbozando una sonrisa de soslayo.
Win asintió con la cabeza.
Empezaron a acercarse poco a poco. La sonrisa de soslayo de Aaron se amplió hasta convertirse en un gesto maníaco. Luego adoptó una postura de combate muy extraña, la del dragón, el saltamontes, o algo así, y le indicó a Win que se aproximara con la mano izquierda. Tenía un cuerpo perfecto, todo músculo, y era mucho más alto que Win.
– Te has olvidado de la premisa básica de las artes marciales -dijo Aaron.
– ¿Y cuál es? -preguntó Win.
– Que un experto en artes marciales siempre ganará a un experto en artes marciales más bajito.
– Y tú te has olvidado de la premisa básica de Windsor Horne Lockwood III.
– ¿Ah, sí? ¿Y cuál es?
– Que siempre lleva dos pistolas.
Casi con despreocupación, Win sacó una pistola de la funda de la pierna y disparó. Aaron se agachó, pero la bala le acertó en la cabeza igualmente. La segunda bala también impactó en la cabeza de Aaron. Y Jessica se imaginó que la tercera también.
El hombretón cayó pesadamente al suelo. Win fue hacia él y observó su cadáver inmóvil, ladeando la cabeza como si fuera un perro que acabara de oír algún ruido extraño.
Jessica se quedó mirándolo sin decir palabra.
– ¿Estás bien? -le preguntó Win.
– Sí.
Win seguía mirando el cuerpo de Aaron. Luego negó con la cabeza y chasqueó la lengua en señal de desaprobación.
– ¿Qué ocurre? -preguntó Jessica.
Win se volvió hacia ella casi esbozando una sonrisa tímida, se encogió de hombros y dijo:
– Supongo que estoy hecho para los combates justos.
Después volvió a mirar el cadáver de Aaron y se echó a reír.
36
Jessica no quiso hablar de lo ocurrido. Sólo quiso hacer el amor. Myron lo comprendió. La muerte y la violencia afectan así a las personas. La línea inasible. La verdad es que uno le encuentra mucho más sentido a todo eso de «reafirmar la vida» después de haberse enfrentado a la Parca.
Cuando se quedaron sin fuerzas para continuar, Jessica apoyó la cabeza sobre el pecho de Myron y el pelo le quedó extendido sobre la cama como un abanico maravilloso. Se quedó así, sin decir nada, durante un buen rato. Él le acarició la espalda.
– Le encanta, ¿no? -dijo Jessica finalmente.
– Sí -contestó Myron sabiendo que se refería a Win.
– ¿Y a ti?
– No tanto como a Win.
– Eso ha sonado un poco a evasiva -dijo Jessica levantando la cabeza y mirándole a los ojos.
– Una parte de mí odia tener que hacer esas cosas más de lo que puedas imaginarte.
– ¿Y la otra parte?
– Es la prueba definitiva. Tiene un algo innegable de subidón de adrenalina. Pero no es como en el caso de Win. Él se muere de ganas de hacerlo. Lo necesita como una droga.
– ¿Y tú no?
– Me gusta pensar que lo aborrezco.
– ¿Pero te gusta?
– No lo sé.
– He pasado mucho miedo. Y Win me ha dado mucho miedo.
– Pero también te ha salvado la vida.
– Sí.
– Win lo hace bien. Es el mejor que he visto en estas cosas. Para él todo es blanco o negro. No tiene ambigüedades morales. Si cruzas la línea ya no tienes perdón, ni piedad, ni la oportunidad de poner excusas. Estás muerto y punto. Esos hombres iban a hacerte daño. Win no pensaba en rehabilitarlos. Para él, ya habían tomado una decisión y desde el momento en que entraron en tu apartamento sellaron su sentencia de muerte.
– Suena como la teoría de la represalia masiva. Tú matas a uno de los nuestros, nosotros matamos a diez de los vuestros.
– Es aún más cruel que eso. Win no pretende dar lecciones a nadie. Lo considera exterminio de plagas. Para él no son más que insectos asquerosos.
– ¿Y a ti te parece bien?
– No siempre. Pero lo entiendo. El código moral de Win no es el mismo que el mío. Hace tiempo que lo sabemos, pero él es mi mejor amigo y le confiaría mi vida.
– O la mía.