REALISMO SOVIÉTICO
Hoy ha estado en casa nuestro amigo el pintor Evgeni Rukhin para enseñarme a hacer kulebiaka, un plato delicioso, bastante complicado, que es su especialidad. Es como una gran empanada rellena de varias capas de blinis con distintos tipos de rellenos. Me he vuelto loca para encontrar todos los ingredientes.
KULEBIAKA
Ingredientes
Para la masa
1 kg de harina
1,5 tazas de leche
125 g de mantequilla
20 g de levadura
2 cucharadas de azúcar
1/2 cucharada de sal
Para los blinis
200 g de harina
1 cucharada de azúcar
un poco de sal
2 huevos
300 g de mantequilla para fundir
Para el relleno
500 g de carne picada de ternera
1/2 taza de arroz
400 g de hígado de pollo
200 g de champiñones cortados en láminas
3 cebollas
2 cucharadas de nata agria
2 cucharadas de mantequilla
3 huevos duros
2 pepinillos en vinagre
6 yemas de huevo
1 cebolleta
perejil
PREPARACIÓN
Hace tiempo que nuestro amigo Evgeni me había prometido enseñarme a hacer este plato, pero con todo el lío de las exposiciones y su temporada en la cárcel, no había sido posible hasta ahora.
– Para empezar a hacer la pasta hay que poner el azúcar, la levadura, la mitad de la harina y algo de sal en leche templada -me dice mientras va echando con sus manos siempre manchadas de pintura los ingredientes en un bol como si arrojase cosas contra sus lienzos, dejándome la cocina hecha una miseria-. Se remueve, se cubre con un paño y se deja reposar como una hora. Después añadimos mantequilla, una yema y el resto de la harina. Amasaremos la mezcla hasta que no se nos pegue a los dedos. La cubriremos y la dejaremos descansar durante una hora. Luego le pasamos un rodillo dando a la masa una forma rectangular de unos cuarenta centímetros de largo y la dejamos descansar unos minutos. Mientras tanto podemos ir haciendo los blinis. Se pone harina, sal, azúcar, huevos y leche en esta batidora -continúa Rukhin, tirando la mitad afuera-. Esto se dejará reposar una hora.
Como parece que este asunto va para largo, nos servimos un par de copas de un riesling alemán muy rico que me llegó la semana pasada. Él me cuenta su estancia en la cárcel (parece que lo han tratado bastante bien y no lo han sometido a los terribles interrogatorios habituales) y recordamos los intensos acontecimientos que hemos vivido juntos últimamente.
Todo el lío empezó cuando él y Oskar Rabin, cansados de los miles de trámites administrativos infructuosos para organizar una exposición de pintores «contestatarios», decidieron hacerla por su cuenta y riesgo. Las mujeres de algunos embajadores nos ofrecimos a ayudarlos en lo que pudiéramos y finalmente se fijó la fecha para un domingo a principios de septiembre.
– Para hacer los blinis, calentamos una sartén con un hilo de aceite y ponemos un poco de masa. La vamos extendiendo con movimientos circulares hasta cubrir toda la superficie de la sartén, intentando que queden más finos que los blinis que utilizamos para el caviar. Cuando estén tostados por una cara, se les da la vuelta y luego se van haciendo más blinis de la misma forma y se reservan.
Volviendo al tema de la exposición, aprovechando la época del año, se buscó un sitio al aire libre, un descampado a las afueras de la ciudad. Todos los artistas estaban de lo más ilusionados con la idea de exponer sus obras, pero desafortunadamente el día amaneció gris y un poco lluvioso. Cuando yo llegué, aquello tenía un aspecto algo desangelado. Una veintena de puestos de pintores, unos cuantos diplomáticos y unos pocos rusos mirando las pinturas, la mayoría de las cuales estaban simplemente colocadas en el suelo y apoyadas contra una valla de madera o algún árbol. Un panorama deprimente, la verdad.
– Para preparar los rellenos, empezamos con el de carne. Picamos las cebollas con el perejil y las doramos durante un par de minutos, luego se añade la carne picada y se cocina unos cinco minutos. Después se agrega una cucharada de nata agria, sal, más perejil y pimienta negra, y se deja a fuego lento durante cinco minutos. Lo retiramos del fuego. En cuanto al hígado, lo limpiamos y lo hervimos durante un rato. Luego se pica, y se le echan los pepinillos cortados finos con otro poco de nata agria. Los champiñones para el tercer relleno, junto con las cebollas restantes, se fríen aparte con un poco de sal. Por último, se agrega una yema a cada uno de los rellenos y se mezcla bien. Al arroz, que hemos hervido previamente -me dice Evgeni-, le añadimos las cebolletas y los huevos duros muy picados y luego una yema y lo mezclamos. Es importante mantener los distintos rellenos por separado -advierte mi amigo a la vez que tira las cascaras de los huevos al cubo de la basura. Sin acertar, por supuesto.
Mientras apura su quinta copa de riesling estuvimos recordando el día de la exposición. Nosotros sólo estábamos pendientes del cielo, esperando que se despejara para que aquello se animara un poco y no fuera una catástrofe absoluta, cuando de repente oímos un ruido atronador y vimos quince o veinte excavadoras y camiones de la policía que avanzaban amenazadoramente desde el otro extremo del descampado seguidos de unas hordas vociferantes.
– ¡Muerte a los fascistas!
– ¡Acabemos con el arte degenerado!
Nos quedamos todos paralizados, no esperábamos una reacción tan brutal, todo lo más un par de policías molestando un poco. De los camiones sacaron unas mangueras y empezaron a barrernos con unos chorros a gran presión. A mí el agua me tiró al suelo como si me hubiesen dado un puñetazo. Mientras tanto, los bulldozers pasaban por encima de las pinturas aplastándolo todo y los energúmenos que venían detrás (disfrazados de jardineros) empezaron a golpear con unas largas porras a todo el que se pusiera por delante. Oskar Rabin se subió a la pala de una de las excavadoras para intentar detenerla y estuvo ahí colgado un rato hasta que lo bajaron a patadas.