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Al decir que necesito saber a qué atenerme respecto a la realidad radical, y que en ésta, es decir, mi vida, se incluye de algún modo toda realidad, hay que subrayar que lo que importa de ese "todo" es que nada queda excluído, no la suma de "todas las cosas reales". Necesito saber a qué atenerme respecto a la índole o estructura de la realidad en cuanto tal. Pero no resbalemos otra vez: ¿qué quiere decir en cuanto tal? Es una expresión circunstancial, cuyo sentido cambia en cada caso, al reduplicar aquello de que se trata; en este caso quiere decir "en cuanto realidad". Y como realidad es aquello con que me encuentro, realidad en cuanto tal quiere decir: realidad en cuanto me encuentro con ella. Hay que superar de una vez el milenario intento de omitir la referencia a mí en la realidad, o en otro caso "subjetivizarla"; yo soy ingrediente de la realidad, y no de un modo subrepticio o vergonzante, sino como constitutivo de la realitas de todo lo que es real, aunque yo no sea componente o parte de eso que es real.

Ahora bien, mi encuentro con y en la realidad no es inerte ni meramente teórico: me encuentro viviendo. Encuentro la realidad en figura de escenario de mi vida o mundo en el sentido más lato del término. Es decir, cualquier porción, aspecto o interpretación de la realidad presupone mi vida, el área en que se da y constituye. La vida es, por tanto, la organización real de la realidad -frente a toda teoría, como lo es la idea del "todo de la realidad"-, y por consiguiente la realidad radical en el sentido literal de estas palabras.

Se trata, pues, de no suplantar la realidad misma por esquemas interpretativos, especialmente por los que, en virtud de su simplicidad, son más difíciles de descubrir: cosas, todo, universo. El sentido de la realidad pende de su hallazgo originario, que no es otro sino mi encuentro con ella, viviendo. Vivir -no ser- es el sentido radical de la realidad. En el vivir acontece la constitución de lo real en cuanto tal. Sólo la investigación de las estructuras de mi vida me descubre el ámbito de la realidad radical, en la que aparece y cobra su carácter real toda realidad radicada. La metafísica, por tanto, al ponerse en marcha y tratar de cumplir su función de hallar una certidumbre radical, encuentra que es teoría de la vida humana.

VIII LA TEORÍA DELA VIDA HUMANA

Lα metafísica no es una certeza en que "se está"; es una certeza a que "se llega"; supone, pues, un estado de previa incertidumbre, es derivada y originada. Tiene que justificarse a sí misma, tiene que dar razón de cada una de sus verdades. En ese sentido -pero sólo en ése- es sin supuestos. Porque no es posible el adanismo no se hace metafísica desde cero, sino desde una situación que obliga a hacerla; esta situación está definida por diversas certidumbres y, a despecho de ellas, una incertidumbre radical; con esas certidumbres cuenta la metafísica, parte de ellas; pero como realidades, no como certidumbres; es decir, no deriva la suya de éstas, sino al revés: éstas la reclaman y postulan. Cuando la situación vital se radicaliza y el hombre se pone en busca de esa certidumbre radical, está haciendo metafísica, sea cualquiera la idea que tenga de esta ciencia; y por eso se puede hablar con pleno sentido de la metafísica de los antimetafísicos, de la que han hecho los que negaban su posibilidad, es decir, una cierta figura de ciencia que habían encontrado en su tradición inmediata.

Pero al decir que la metafísica es teoría de la vida humana, conviene dar algunas precisiones sobre el carácter de esta teoría. Porque surge una dificultad: hemos dicho que se trata de la realidad radical, y que ésta es justamente lo que queda cuando elimino todas las ideas, teorías e interpretaciones, cuando me quedo con lo que, por ser la nuda realidad con la cual tengo que habérmelas, me obliga a hacer esas teorías e interpretaciones; y se ocurre preguntar: "la vida humana" ¿no es una teoría?

Sin duda alguna. Lo que es realidad estricta es mi vida, es decir, yo con las cosas, yo haciendo algo con mi circunstancia. Hablar en general de "vida humana" es ya una interpretación, teoría o doctrina, todo lo justificada y verdadera que se quiera, pero no por eso menos teórica. La vida humana "en general" no existe, no es real; la que lo es es mi vida -la de cada cual, en la medida en que cada uno va dando su significación a esta expresión circunstancial-; mi vida, que no sólo es ésta en el sentido de ser vida individual, sino en otro más profundo y decisivo: que es una absoluta posición de realidad irreductible, circunstancial y concreta. Y si no hubiese más que esto, no tendría siquiera sentido hablar de "vida humana"; esta noción es una interpretación a la cual llego en virtud de ciertas razones sumamente precisas.

No puedo exponerlas aquí en forma; baste con indicar la primera, suficiente por sí sola para forzarme a elaborar esa interpretación. Mi vida me aparece como convivencia; quiero decir que encuentro en ella, en mi circunstancia, como ingredientes suyos, ciertas realidades en las que reconozco otros "yo" que son por su parte sujetos de otras vidas, de suerte que funcionan como centros de circunstancias de las cuales formo yo parte; es decir, mi vida -única realidad irreductible e inmediata- incluye la referencia a algo que me veo obligado a considerar como "otras vidas"; esto tiene dos consecuencias: primero, me hace descubrirme como un yo frente a un -secundariamente un él o ella-, y por tanto confiere un primer sentido a la expresión "mi vida"; segundo, me muestra el carácter "disyuntivo" de la vida (el ser ésta o ésta o ésta), y de este modo me remite a una nueva noción, "la vida", que tiene una peculiaridad decisiva: no es tanto un universal, una especie o género, digamos la vida en general, sino que la forma concreta en que aparece ese extraño "universal" que es "la vida" es: la vida de cada cual.