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Ella había imaginado su reencuentro cientos de veces, pero nunca había imaginado a este desconocido de ojos fríos, recién salido de los brazos de otra mujer.

– ¿Que estas haciendo aquí? -preguntó él finalmente.

– Buscándote.

– Ya veo. Bien, me has encontrado. ¿Qué quieres?

Ojala se moviera, quizás así podría encontrar las palabras que necesitaba decir, pero él permanecía de pie rígidamente, como si su simple presencia lo incomodara.

De repente todo fue demasiado… el extenuante viaje, la horrible incertidumbre y ahora esto… encontrarlo con otra mujer. Manoseó torpemente en el interior de su bolso y sacó un grueso sobre.

– Quería traerte esto -lo puso sobre la mesa junto a la puerta, se dio la vuelta, y salió.

El pasillo parecía no acabar nunca, y también las escaleras. Tropezó a mitad de las escaleras y apenas consiguió agarrarse para no caer. Los hombres sentados a la barra estiraron los cuellos para mirarla. Ruby estaba de pie al final de la escalera, llevando aún su bata roja. Kit la rozó al bajar y se abrió paso hacia las alegres puertas del bar.

Casi las había alcanzado cuando lo oyó detrás de ella. Unas manos agarraron sus hombros y la hicieron girar. Sus pies dejaron el suelo cuando Cain la cogió entre sus brazos. Sujetándola contra su pecho, la llevó a la parte posterior a través del bar.

Subió las escaleras de dos en dos. Cuándo llegó a su habitación, pateó la puerta con el pie y la cerró igual.

Al principio no parecía saber qué hacer con ella; luego la echó sobre la cama. Durante un momento la miró fijamente, con expresión aún inescrutable. Entonces atravesó la habitación y recogió el sobre que le había llevado.

Ella estaba tendida silenciosamente mientras leía.

Él echo un vistazo a las páginas una vez, rápidamente, y luego volvió al principio y las leyó más cuidadosamente. Finalmente la miró por encima de las hojas, sacudiendo la cabeza.

– No puedo creer que lo hayas hecho. ¿Por qué Kit?

– Tuve que hacerlo.

Él la miró bruscamente.

– ¿Te forzaron?

– Nadie podría forzarme a hacerlo.

– ¿Entonces por qué?

Ella se incorporó al borde de la cama.

– Era el único camino que tenía.

– ¿Qué quieres decir? ¿El único camino para qué?

Cuando ella no le respondió inmediatamente, tiró los papeles al suelo y fue hacia ella.

– ¡Kit! ¿Por qué has vendido Risen Glory?

Ella se miró detenidamente las manos, demasiado entumecida para hablar.

Él se pasó bruscamente los dedos por el pelo, parecía estar hablándose más a si mismo que a ella.

– No puedo creer que vendieras esa plantación. Risen Glory significa todo para ti. Y por diez dólares el acre. Eso es solamente una fracción de lo que realmente vale.

– Quería deshacerme de ella rápidamente, y encontré al comprador adecuado. Deposité el dinero en tu cuenta en Charleston.

Cain estaba aturdido.

– ¿Mi cuenta?

– Era tu plantación. Tu dinero puso a Risen Glory otra vez en pie.

Él no dijo nada. El silencio se extendió entre ellos hasta que pensó que gritaría si no lo llenaban.

– Te gustará el hombre que la compró -dijo finalmente

– ¿Por qué Kit? Dime por qué

¿Estaba imaginándolo, o podía detectar un ligero insulto en su voz? Ella pensó en Ruby apretujándose contra de él. ¿Cuántas otras mujeres había tenido así desde que la había abandonado? Seguro que muchas más de las que a ella le gustaría. Parecería tonta cuando se lo explicara pero ya no le importaba su orgullo. Allí no habría más mentiras por su parte, expresadas o no expresadas, solamente la verdad.

Levantó la cabeza, luchando contra el nudo que se formaba en su garganta. Él permanecía de pie en las sombras de la habitación. Estaba contenta de no tener que ver su rostro mientras hablaba.

– Cuando me dejaste -dijo despacio -pensé que mi vida había acabado. Al principio te culpé a tí, y después a mí misma. Hasta que no te marchaste no me dí cuenta de lo mucho que te amaba. Te amaba desde hacía mucho tiempo pero no iba a admitirlo, de modo que lo escondí bajo otros sentimientos. Quise venir a buscarte enseguida, pero eso no era… no era práctico. Además, he actuado impulsivamente demasiado a menudo, y necesitaba estar segura de lo que estaba haciendo. Y quería asegurarme que cuando te encontrara, cuando te dijera que te amo, tú me creerías.

– Así que decidiste vender Risen Glory -su voz sonaba espesa.

Los ojos de Kit se llenaron de lágrimas.

– Iba a ser la prueba de mi amor. Iba a agitarlo bajo tus narices como un estandarte. ¡Mira lo que he hecho por ti! Pero cuando finalmente la vendí, descubrí que Risen Glory era solamente un trozo de tierra. No era un hombre para abrazarte, hablar contigo y hacer una vida juntos -su voz se entrecortó y se levantó para tratar de cubrir su debilidad-. Entonces hice algo muy tonto. Cuando planeas cosas con la imaginación, a veces resultan mejor que en la vida real.

– ¿Qué?

– Le dí a Sophronia mi fondo fiduciario.

Hubo una suave y sobresaltada exclamación desde las sombras de la habitación, pero ella apenas la escuchó. Sus palabras salían en breves y bruscos estallidos.

– Quería deshacerme de todo, de modo que te sintieras responsable de mí. Era una póliza de seguro en caso de que tú no me quisieras. Podría mirarte y decirte que tanto si me querías como si no, tendrías que llevarme contigo, pues no tengo otro lugar dónde ir. Pero no estoy tan desamparada. Nunca me quedaría contigo porque te sintieras responsable de mí. Eso sería peor que estar separados.

– ¿Y fue tan horrible estar separados?

Ella levantó la cabeza ante la inconfundible ternura de su voz.

Él salió de las sombras, y los años parecieron haberse esfumado de su rostro. Los ojos grises que siempre le habían parecido tan fríos, ahora estaban rebosantes de emoción.

– Sí -susurró ella.

Él ya estaba junto a ella, abrazándola, levantándola.

– Mi dulce, dulce Kit -gimió, enterrando el rostro en su pelo-. Dios querido, cómo te he echado de menos. Cómo te quiero. Desde que te dejé sólo he soñado con estar contigo.

Estaba en sus brazos otra vez. Trató de respirar hondo, pero se transformó en un sollozo cuando aspiró su familiar olor a limpio. Sentir su cuerpo contra ella después de tantos meses era más de lo que podía soportar. Él era su otra mitad, la parte que le había faltado durante tanto tiempo. Y ella era la otra mitad de él.

– Quiero besarte y hacerte el amor más de lo que nunca he querido nada.

– ¿Entonces, por qué no lo haces?

Él contempló el rostro alzado hacia él, y el asombro se reflejó en su expresión.

– ¿Me dejarías hacer el amor contigo después de encontrarme con otra mujer?

El dolor era una puñalada afilada, pero lo superó.

– Supongo que en parte soy la responsable. Pero será mejor que no vuelva a ocurrir.

– No -su sonrisa era suave y tierna-. Amas de la misma forma que haces todo lo demás ¿verdad? Sin condiciones. Te llevó menos tiempo que a mí descubrir como hacerlo bien.

Él retrocedió.

– Te voy a soltar ahora mismo. No será fácil pero hay algunas cosas que debo decirte, y no puedo pensar correctamente cuando te estoy abrazando así.

La soltó con una agonizante lentitud y se alejó sólo lo suficiente como para no tocarla.

– Mucho antes de abandonarte sabía que te amaba, pero no fui tan inteligente como tú. Traté de atarte y ponerte condiciones. No tuve las agallas para ir hacia tí y decirte cómo me sentía, de la misma forma en que tú lo acabas de hacer. En lugar de ello, salí corriendo. Justo como he hecho toda mi vida cuando sentía algo o a alguien acercarse demasiado a mí. Bien, estoy cansado de correr, Kit. No tengo ninguna forma de probártelo. No tengo un estandarte para agitarlo bajo tus narices. Pero te amo y me marchaba a recuperarte. Ya me había decidido. De hecho, justamente iba a decirle a Ruby que me iba cuando irrumpiste por esa puerta.