Miranda sintió un estremecimiento de miedo.
– ¿Me está diciendo, Kit, que su tripulación es peligrosa?
– Querida mía, supuse que lo comprendería. La armada de Su Majestad se ha quedado con todos los navegantes decentes disponibles. Lo que queda para los barcos privados, para los que burlan el bloqueo, como yo, son la hez de los puertos. Puedo confiar en los oficiales, en el contramaestre y en Charlie, mi camarero. Mantenemos el resto de la tripulación a raya por miedo, intimidación y la promesa de dinero al final del viaje. De todos modos, son muchos para pocos oficiales. El más mínimo incidente podría desencadenar un motín. Por eso le suplico que actúen con la máxima discreción en todo momento.
De pronto Miranda comprendió las posibles consecuencias de su temeraria decisión. Jared tenía toda la razón. Era peligroso. Pero si no se iban con Kit, Amanda perdería a Adrián. «Quiero que sea feliz, como yo -pensó Miranda e inmediatamente se dio cuenta de sus sentimientos-. ¡Soy feliz! Sí, lo soy. Quizá la señora Latham tiene razón. Quizá sí amo a Jared.» Era la primera vez que lo consideraba, pero no rechazó la idea.
Sin embargo, debía hacer aquello por Amanda. Mandy también tenía derecho a la felicidad.
– Le prometo que seremos discretas, Kit, pero teniendo en cuenta su advertencia prefiero que anclen en Big North Bay en lugar de la pequeña bahía que hay al pie de la casa. Mi gente les guiará a Hidden Pond y a Hill Brook para llenar los barriles de agua. Lleve su barco a la vuelta de Tom's Point a la caída del sol y nuestro equipaje y provisiones será cargado antes de que subamos a bordo, a cubierto de la oscuridad. De este modo, su tripulación no nos verá.
– ¡Excelente! Tiene una buena cabeza sobre los hombros por ser mujer. ¡No me lo esperaba! -se levantó-. Gracias por su hospitalidad, Miranda. Esperaré impaciente verlas a bordo del Seahorse.
Mientras Kid Edmund regresaba a su barco, pensó en la hora pasada. Amanda Dunham era sin duda una joven encantadora, pero loco sería el hombre que pasara por alto a Miranda. Era una joven con belleza y carácter, y decidió conocerla mejor durante el viaje. Sospechaba que podía hablar con un hombre de cosas que le interesaran y que no se perdería en las charlas intrascendentes que la mayoría de las mujeres consideraban conversación.
Miranda acompañó a Kit hasta la puerta y después volvió al salón para apagar las velas. Después de sentarse en un sillón junto al fuego escuchó cómo se levantaba el viento y soplaba entre los robles desnudos del exterior. Siempre tardaban en sacar hojas nuevas y tardaban también en perderlas. Los sauces y los arces ya parecían verdes. Añoraría la primavera en Wyndsong, pero tan pronto como Amanda estuviera casada cogería el primer barco que encontrara para regresar. A finales de verano estaría a salvo en Wyndsong, a salvo con Jared. Nunca más le dejaría a él o a Wyndsong.
Ojalá hubiera comprendido antes que aquellos sentimientos extraños y conflictivos eran el principio de su amor por Jared. La amaba realmente, como Rachel Latham creía. Cerró los ojos verde mar y lo imaginó, recordando sus ojos oscurecidos por el deseo, su rostro moreno de ave de presa, los labios finos y sensuales inclinados sobre ella. Sintió calor en el rostro y casi le pareció oír su voz profunda diciéndole: Me amaras. Miranda, porque así lo quiero y no soy hombre que acepte negativas. Se estremeció. ¿Por qué le había dicho aquello? ¿Acaso porque la amaba? ¿O era solamente su orgullo que exigía su misión? ¿Podía ser esto?
¡Maldita sea', juró entre dientes. Quería conocer las respuestas.
Levantándose, dio unos pasos a oscuras por espacio de unos minutos antes de encender la lámpara de la chimenea y dejarla sobre el escritorio. Luego se sentó para escribirle. Sacó una hoja de grueso papel color crema del cajón y alcanzó la pluma.
El viento ululaba entre los altos robles, y unas nubes largas y oscuras cruzaron el cielo, jugando al escondite con la luna nueva. Un leño crepitó con fuerza y se estrelló en el hogar con una lluvia de chispas. Dio un salto, asustada, y la pluma le resbaló de las manos. Luego, al ceder la tensión, se echó a reír. Volvió a coger la pluma y empezó a escribir con trazos claros y seguros.
SEGUNDA PARTE
6
Esposo mío, te quiero, y por este motivo se me hace difícil escribir lo que debo comunicarte. Cuando leas esto, Amanda, mamá y yo estaremos a algo menos de la mitad del viaje a Inglaterra, a través del océano. Hemos zarpado de Wyndsong el día 10 de abril a bordo del Seahorse, un barco inglés perteneciente y capitaneado por Christopher Edmund, marqués de Wye, que es el hermano de uno de los antiguos pretendientes de Amanda. No podía permitir que mi hermana perdiera a Adrián Swynford, porque le ama profundamente. Tal como ahora entiendo el amor y lo que ella siente, no podía soportar verla tan afligida. Me apena su situación. Sufro por ella. Y también tengo miedo… miedo de que después de haberte encontrado al fin, vaya a perderte. Por favor, no te enfades conmigo. Me apresuraré a volver a casa inmediatamente después de la boda, te lo prometo. Espérame.
Tu amante esposa,
Miranda
Con una maldición sofocada, Jared Dunham se encaró con Jed.
– ¿No podías haber llegado antes?
– Dos días y medio entre Wyndsong y Plymouth, ¿le parece mucho tiempo, señor Jared?
– ¡Dos días y medio! -silbó admirado Jared Dunham-. Demonio de hombre. ¿Acaso has venido volando?
El curtido caballerizo sonrió.
– A veces creí que volaba en lugar de navegar. Estuve más cerca de marearme de lo que he estado en toda mi vida. Tuvimos un tremendo viento del sur que nos empujó día y noche. Una vez en tierra galopé desde Buzzards Bay. Debe cinco dólares a Barnabas Horton por traerme, señor Jared. Supuse que quería que me llevara el Sprite de vuelta a Wyndsong porque irá usted tras la señorita Miranda en un barco mayor.
– ¡Ya lo creo que lo haré! -rugió Jared, y Jonathan no pudo contener la risa pese a la expresión airada de su hermano-. ¿Te entregó mi esposa esta carta?
– No. Dorothea me ordenó que viniera a decirle que se habían ido. La nota me la dio Jemima. Dijo que debía enterarse de la explicación de su señora y que tal vez después no la azotaría con tanta fuerza cuando la encontrara.
Jonathan se moría de risa, aunque la reprimió después de una mirada de su hermano.
– Necesitaré un barco, Jon, y una tripulación dispuesta a burlar el maldito bloqueo. Puede que lleguemos con bien a Inglaterra, pero el regreso a Wyndsong es harina de otro costal.
– El Dream Witch ya está listo en dique seco, Jared. Unos retoques y podríamos aparejarlo como si fuera un yate particular. Hay cierto número de marineros aquí, en Plymouth, que estarían más que dispuestos a zarpar contigo como tripulantes.
– Cualquiera que navegue conmigo recibirá una buena paga, Jon. Quiero que el Dream Witch esté dispuesto en veinticuatro horas. Con suerte, llegaremos a Inglaterra antes que esa bruja testaruda con quien me casé. -Se volvió a Jed-. Ve a la cocina y dile a Martha que te dé de comer, después descansa toda la noche. Hay habitaciones vacías sobre el establo. Por la mañana te daré una carta de presentación para el capitán Browne. Márchate ya.
– Bien, señor. -Jed se fue.
– ¿Has terminado tus negocios aquí, hermano Jared? -preguntó Jonathan a media voz.