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– ¿Ves algo divertido, milord?

– Tú, florecita inglesa. Me pregunto si mi hermano Jon se da cuenta del tesoro que tiene.

Anne se ruborizó.

– Vaya, veo que tu reputación es merecida.

– Vamos a ser amigos, Anne -rió. De pronto preguntó intrigado-: ¿Qué niños? Has dicho niños.

– Amanda ha sido mamá hace mes y medio. Tu Tom tiene un primo, Edward, o Neddie como lo llamamos.

Jared estaba deslumbrado.

– ¿Por qué he ido a Escocia?-preguntó.

– A una partida de pesca en la propiedad de lord Steward.

– ¡Santo Dios, con lo que Jon odia pescar! Le falta paciencia. Dice que hay algo degradante en adoptar una expresión orgullosa después de engañar a un pez.

Anne rió.

– Sí, siempre tan práctico, mi Jon. A propósito, milord… Jared… porque él es tú, en público sigo siendo la señora Bowen. Solamente Amanda conoce nuestro secreto y nadie más. Ni siquiera lord Swynford, ni los criados, ni mis dos hijos. En su papel de Jared, Jon fingió que lord Palmerston le había llamado y así pudimos disfrutar de una breve luna de miel. Después se marchó a Escocía a reunirse con los demás.

– ¿Cuándo van a volver? Me parece recordar que el lacayo que me recibió dijo algo acerca de la próxima semana.

– Sí, a mediados de semana.

– En este caso no merece la pena mandar un mensajero. Llegarán igualmente pronto. No obstante, quizá convendría que me reuniera con ellos antes de que lleguen aquí. Será más fácil recobrar nuestras identidades fuera de Swynford. Me imagino que entonces mi hermano y tú os encontraréis públicamente, os enamoraréis y os rugaréis para casaros.

– Parece lo más sencillo -admitió Anne.

– ¿Sabe alguien por qué camino van a llegar? -preguntó sonriendo.

– Amanda debe de saberlo, pero estoy casi segura de que pararán en la Bridled Cow, en Shrewsbury, para pasar la noche anterior a su llegada.

– Entonces, Jon y yo intercambiaremos nuestras identidades en Shrewsbury. Dime, ¿cómo se fue a Rusia mi mujer?

– No debes preocuparte, Jared. Miranda viajó en el Dream Witch.

– ¡Menos mal! Mi capitán es un hombre sensato que se ocupará de ella. Irá a San Petersburgo, descubrirá que he vuelto a casa, y regresará a Inglaterra.

– ¿Cómo has venido tú?

– Bien, como indudablemente has sabido -rió Jared-, la retirada de Napoleón de Moscú fue un desastre. Estuvo esperando a que Alejandro le ofreciera condiciones de rendición, en cambio Alejandro permaneció en San Petersburgo esperando a que Napoleón se marchara. Los franceses, claro, tardaron demasiado y se vieron atrapados en un invierno ruso especialmente crudo. No precisamente las condiciones ideales para una retirada. No obstante, el zar seguía preocupado por si los franceses volvían. Sólo pasado el mes de junio se convenció de que él y San Petersburgo estaban a salvo. Fue entonces cuando por fin me soltaron. Como compensación por mi encarcelamiento, me enviaron con dos cargamentos completos de la mejor madera del Báltico para mástiles. Uno de los barcos iba destinado al astillero de mi padre, en Plymouth, y el otro era un regalo para lord Palmerston. Pero al embajador inglés en San Petersburgo se le escapó decir lo tensas que estaban las relaciones entre Estados Unidos e Inglaterra, así que pedí al barco destinado a Inglaterra que me dejara en la costa inglesa cerca de Welland Beach y luego lo envié junto con su compañero a través del Atlántico, a Massachusetts- Creo que lord Palmerston me debe ese regalo de madera y ahora que sé lo mal que se ha portado con Miranda, me siento totalmente justificado.

Anne asintió.

– Puedes estar orgulloso de ella, Jared. Ha sido muy valerosa, pero al final no ha podido aguantar más. Y como soy la mujer de tu hermano, te aseguro que no la censuro. Vosotros, los Dunham, tenéis un curioso modo de retener a vuestras mujeres -sonrió. Creo que ya es hora de que conozcas a tu hijo.

– Pero todavía no he besado a la novia -objetó; se levantó y la dominó con su estatura. Anne se quedó helada, pero Jared se inclinó y rozó dulcemente su boca-. Bienvenida a la familia, Anne. Tengo la impresión de que vas a ser una gran adquisición.

– Gra… gracias -balbuceó. Se sentía idiota, pero el parecido entre los dos hermanos era sorprendente.

– Me pregunto si Miranda tuvo el mismo problema -observó Jared, con una sonrisa pícara.

Anne no pudo evitar reírse.

– ¡Qué malo eres, Jared Dunham! Sospecho que en el fondo eres un niño travieso. Ven conmigo y verás al joven Thomas.

Se preparó. Debía considerar que el personal de los niños estaría presente y que, para las niñeras, lord Dunham había visto a su hijo cientos de veces. Pero Amanda, recuperada de sus emociones, había tenido el buen juicio de despedir al personal y se había quedado sola con los dos bebés. Sostenía un niñito rubio de ojos celestes, carita redonda y boca de rosa que ahora babeaba.

– Este es mi Neddie, Jared, ¿verdad que es un encanto?

Anne rió por lo bajo. Querida y boba Amanda. Cruzó rápidamente la habitación hacia la cuna llena de encajes y con ternura levantó al otro niño.

– Aquí tienes a tu hijo, Jared.

Dunham se acercó lentamente con los ojos fijos en la criatura. Sin decir palabra le tomó el niño de los brazos y le devoró con la mirada la pelusilla negra y los ojos que se veía que iban a ser verdes. El niño tenía la tez de Miranda, rosa y crema, pero por lo demás era como si se mirara en un espejo.

– Hola, Tom -le dijo dulcemente-. Soy tu padre y debo decirte que, a primera vista, eres todo lo que yo podía desear de un hijo.

El bebé miró fijamente a su padre sin sonreír. Reconociendo la expresión como muy suya, Jared rió encantado y le tendió un dedo que el niño se apresuró a agarrar.

– Desde luego, es un chico fuerte comparado con el bebé de Amanda -observó Jared.

– Tiene dos meses más que él -explicó Anne-. Tu Tom tiene tres meses y medio, Neddie sólo seis semanas. Creo que este caballerito va a ser tan grande como su papá.

– ¿Sabes lo que esto significa para mí? Ni siquiera sabía que Miranda estuviera embarazada. He perdido casi un año de mi vida de casado, ¿y para qué? Jamás conoceré la alegría que experimentan otros hombres al enterarse de que van a ser padres por primera vez. Nunca la he visto con nuestro hijo en su seno. He renunciado a estos placeres para jugar a la guerra. -Acunó al pequeño entre sus brazos-. Ah, hijo mío, te pido perdón. Ahora, si lo consigo de tu madre, podré redimirme de algún modo.

Anne apoyó una mano consoladora sobre el brazo de su cuñado.

– No jugabas a la guerra -le reprochó con dulzura-. Al contrario, intentabas hacer la paz, y siempre se me enseñó, Jared, que debía bendecir a quienes hacen la paz.

Jared le entregó el niño y declaró con intensidad:

– Si mi hermano no te trata como la reina que eres, yo personalmente lo estrangularé.

Y salió de la habitación.

– Cielos -exclamó Anne algo impresionada-, qué hombre tan fiero.

Amanda, que estaba metiendo el niño en la cuna, se enderezó para comentar:

– Son iguales los dos, y cuando veas juntos a Miranda y a Jared hay algo en ellos… un aura… una fuerza… como si juntos pudieran hacer cualquier cosa.

– ¿Y separados? -preguntó Anne.

Amanda suspiró.

– Juntos pueden ser peligrosos, pero separados tienden a destruir, y esa destrucción generalmente va dirigida a sí mismos. Se vuelven introvertidos y secretos. Sólo espero que Miranda se apresure a regresar de San Petersburgo.

Jared estuvo impaciente en Swynford Hall durante los días siguientes: cabalgó imprudentemente por la propiedad sobre un gran caballo negro que Adrián había comprado para semental, visitó a Anne y a sus hijos en la casita, jugó con su hijo. Por fin tuvieron noticias de Jonathan y Adrián, una tarde a primera hora. Metió en una bolsa algunas de las ropas típicamente americanas de Jonathan y cabalgó hacia Bridled Cow en Shrewsbury. El trayecto le llevó varias horas y cuando al atardecer llegó a la posada le satisfizo comprobar que se trataba de un establecimiento próspero y bien dirigido. El edificio de dos pisos, con vigas a la vista, era probablemente de la época isabelina, pensó Jared al observar las graciosas ventanas con vidrios en forma de rombos y sus jardineras de madera pintadas de rojo y rebosantes de alegres flores. La verdad era que había flores por todas partes en Bridled Cow, así como un jardincito perfumado de hierbaluisa y lavanda.