—Y esa tarea es...
—Enmendar lo que usted ha hecho, doctor Wentik. Ayudarnos a recomponer la sociedad humana. Corregir un error. Llámelo como guste, pero ha de hacerse.
—¿Quéha de hacerse? —dijo en voz baja Wentik.
—El gas perturbador debe ser eliminado.
Jexon dio un largo trago a su bebida, y después contempló a Wentik en espera de una reacción.
Wentik hizo un gesto de indiferencia.
—¿A eso se refería Astourde? Afirmó que la razón de que yo estuviera aquí era mi trabajo.
—Exactamente. Usted creó el gas perturbador... Ahora debe destruirlo.
—¿Y si no lo hago? ¿Y si no puedo?
—Tendrá que hacerlo. Puedo ofrecerle razones muy buenas para hacerlo. Y de todas formas, cuando aprecie por sí mismo los efectos lesivos que el gas ejerce sobre nuestra sociedad, estoy convencido de que hará lo preciso. Si no lo hace... Bueno, la decisión es suya. Díganos lo que desea, y nuestros científicos y técnicos estarán obligados a considerarlo.
—No soy inhumano —dijo Wentik—, pero después de lo que ha pasado tendrá que darme motivos muy buenos de por qué debo hacer algo por ustedes.
—Creo que puedo dárselos. Pero ha de recordar un detalle antes de tomar una decisión: no habrá regreso a su época. Su mundo está muerto, y lo ha estado más de doscientos años.
Wentik lo miró con una expresión de vacío.
—Creo que puedo comprender eso —dijo con lentitud.
—¿Acepta usted, en consecuencia, la naturaleza de lo que hemos hecho con usted? ¿... que hemos puesto en práctica una especie de traslado a través del tiempo para traerlo aquí?
—Sí.
—Lo felicito.
—Doctor Jexon —dijo Wentik—. Quizá podríamos volver al punto principal. Usted iba a explicarme por qué debo trabajar para ustedes con ese gas perturbador.
—De acuerdo —dijo Jexon, acabó su vaso y se dirigió a la vitrina para servirse otro trago.
—Veo que ha leído nuestra historia doctrinaria —dijo Jexon, señalando el delgado libro que yacía en la mesa entre los dos hombres— Ahí se habrá enterado de la guerra que tuvo lugar en 1989. Fue una guerra terrible, una guerra total y definitiva. En cuestión de semanas casi el noventa por ciento de la población mundial murió o quedó contaminada de modo fatal. Nosotros hemos reconstruido a partir de los restos de aquel holocausto.
"La guerra ha dejado su legado. No sólo naciones enteras han sido destruidas, ciudades arrasadas y razas aniquiladas por completo; existen además efectos secundarios que aún hoy, a doscientos años de aquello, todavía llevan al caos a nuestro mundo. Hay radiación. No tenemos medio de saber cuántas armas nucleares explotaron, o cuánta radiación fue liberada. Pero conocemos los efectos residuales, y si usted me acompañara a ciertas zonas del globo podría comprobarlo con sus propios ojos. ¿Se acuerda de los Estados Unidos? ¿Se acuerda de la nación más rica, más poderosa de la Tierra? Ni una sola persona vive ahí actualmente. Tiene el índice de radiación más elevado del mundo. Es probable que un día vuelva a intentarse colonizarla, pero aún no.
"Después están los gérmenes y microbios. Por fortuna sus efectos fueron efímeros y ahora no corremos riesgo alguno por lo que a ellos respecta. Pero puedo llevarlo al museo botánico y mostrarle mazorcas de maíz de más de un metro de largo, y frutas simples como manzanas y plátanos que crecen en árboles ordinarios, pero que envenenarían a cualquier hombre que las comiera. Y podría mostrarle fotografías de niños deformes de nacimiento. Podría ofrecerle evidencia de virus de cáncer, y todo tipo de subproductos procedentes de las bacterias lanzadas a la atmósfera durante la guerra. Lo que los mismos gérmenes ya no pueden hacernos, el producto de doscientos años de entrecruzamientos de poluciones y ambientes radiactivos lo está haciendo con los productos de los productos de estos gérmenes originales.
"Pero podemos acostumbrarnos a vivir con radiación y bacterias. Cada año que pasa reduce su potencia, y lo único que necesitamos para vencerlas es paciencia.
"No podemos vivir con los Disturbios, porque no han perdido su potencia con el paso del tiempo.
"En las etapas finales de la guerra las potencias rivales se desesperaron. Mientras el bombardeo continuaba y sin embargo todos los enemigos devolvían golpe por golpe, se emplearon distintos tipos de armas, muchos de ellos no comprobados. Uno de esos era lo que ahora denominamos gas perturbador. La composición química del gas aún no la conocemos exactamente. Pero una de las potencias, y tenemos motivos para creer que fue Estados Unidos, liberó miles de toneladas de ese gas en las atmósferas de sus rivales. Si el gas se hubiera comportado como cualquier otro gas, habría cumplido su función y se habría dispersado después. Pero éste no lo hizo. Había algo en su composición que sus utilizadores no previeron. En lugar de dispersarse, el gas se unía y conservaba buena parte de su potencia. Las nubes de gas empezaron a desplazarse en la atmósfera, a voluntad de los vientos prevalecientes.
—Leí sobre los Disturbios en el libro —dijo Wentik— ¿Que fueron?
—Fueron lo que sucedió cuando los seres humanos respiraron el gas. Una comunidad cualquiera seguía su existencia cotidiana de la forma que prefería. Quizá la vida fuera incivilizada entonces, ¿pero qué otra cosa se podía esperar? Casi no existían comunicaciones. Poco a poco, las cosas empezaron a degenerar. Una pelea aquí, una violación allá, alguien que enfermaba físicamente en alguna otra parte. Al cabo de tres días la comunidad entera quedaba afectada y, según el estado normal de la vida allí, ocurría una entre varias cosas. Gente que vivía al día se agrupaba y mataba a los miembros más débiles de su comunidad. Un grupo de orientación religiosa emprendía prácticamente una locura de adoración. Una sociedad militante formaba bandas de vigilantes designados arbitrariamente y adoptaba una conducta violenta, asesina, y a menudo suicida, contra sus vecinos. Las circunstancias variaban según los casos, pero el resultado siempre era prácticamente el mismo: un Disturbio. Fue peor en las grandes ciudades, y menos grave en proporción directa al número de personas involucradas.
"Esto se produjo probablemente desde el final de la guerra en 1990 hasta 2085 ó 2090. Sólo en los últimos treinta años de ese período se dio una denominación al hecho.
"Durante la década de 2090, los Disturbios aminoraron de repente, y a partir de esa época empieza la Reforma. Las ciudades fueron repobladas y reconstruidas, desarrollamos nuestra tecnología y edificamos una sociedad que cierta gente de su época habría considerado prácticamente perfecta.
"Pero los Disturbios no han terminado. Por razones que desconocemos, el gas perturbador había variado su actividad. Ahora en vez de flotar al azar en torno al mundo, se agrupaba a una altura aproximada de mil metros sobre el nivel del mar, y permanecía allí. Que nosotros sepamos, sigue moviéndose alrededor del mundo. Pero por lo que concierne a los que estamos en Brasil, sólo las partes del país en las montañas o mesetas resultan afectadas.
—Partes como el distrito Planalto, supongo —dijo Wentik.
—Sí —convino Jexon—. Por lo general, esto no nos preocuparía, porque una parte sustancial de la economía brasileña se ha basado siempre en la región costera. Pero como tenemos una población que se expande, y puesto que las partes más elevadas de Brasil contienen los mayores depósitos minerales del mundo, necesitamos ser capaces de trabajar en dichas regiones. No sólo eso, sino que todavía sentimos los efectos del gas perturbador aquí abajo. Tres o cuatro veces al año, por lo general en primavera u otoño, estalla una tormenta tierra adentro y parte del gas vuela hasta aquí.
Jexon alzó su vaso en un brindis irónico.
—Y eso, doctor Wentik, es lo que deseamos que haga en nuestro favor. Usted inventó el gas, usted debe destruirlo.