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Por un momento Lattens pareció no haberlo oído, pero entonces rodó sobre el costado, dejó de murmurar y dijo:

—No, creo que no.

—Bueno, un día los dos amigos tuvieron que separarse. Sechroom se había decidido a convertirse en soldado misionera, para llevar el mensaje de Prodigia a tierras lejanas y enseñar a la gente lo equivocado de sus viejas costumbres. Hiliti había tratado de convencerla de que no lo hiciera, pues seguía creyendo que se equivocaba, pero su amiga se mostró diamantina en su decisión.

—¿Cómo?

—No se dejó convencer.

—Ah.

—Un día —continuó DeWar—, poco antes de la partida de Sechroom, fueron a uno de sus lugares especiales, en una isla. Aquella isla era un lugar muy inhóspito, al que la gente iba para alejarse de las riquezas de Prodigia. Allí no había ríos de vino y agua de azúcar, ni árboles que daban aves ya cocinadas, ni montañas de perfume, ni montones de carbón dulce, ni…

—¿La gente quería alejarse del carbón dulce? —preguntó Lattens con incredulidad.

—Sí, y no volar más, y dejar de tener jofainas que daban agua caliente y todos sus deseos satisfechos. La gente es así de rara, Lattens. Concédeles todas las comodidades y empezarán a suplicar una vida más dura.

Lattens frunció el ceño al oír esto, pero no protestó más. Era obvio que pensaba que todos los habitantes de Prodigia, o quizá solo los adultos, estaban mal de la cabeza.

—Sechroom y Hiliti —dijo DeWar— fueron a la isla para tomarse una especie de vacaciones de todos los lujos a los que estaban acostumbrados. Dejaron atrás a todos sus sirvientes y hasta los amuletos y joyas mágicas que los protegían de todos los peligros y que les permitían llamar a los dioses, y se quedaron allí, en aquel lugar remoto, solos con sus propios recursos. Había fruta para comer y agua para beber y se construyeron un refugio con las hojas gigantes de los árboles. Habían traído arcos y flechas y también un par de cerbatanas que disparaban dardos envenenados. Las habían hecho antes de irse de vacaciones y se sentían bastante orgullosos de ellas. Usaron los arcos y las cerbatanas para ir a cazar algunos de los animales de la isla, aunque estos no eran tan cooperativos como los animales a los que estaban acostumbrados y no querían que los mataran, cocinaran y devoraran, así que se les daba bastante bien despistar a la gente, sobre a todo a gente como ellos dos, que eran unos cazadores bastante inexpertos.

»Un día, Sechroom y Hiliti habían tratado de encontrar animales para dispararles sus dardos envenenados sin ningún éxito, y regresaban a su cabaña discutiendo y enfadados. Los dos estaban muy aburridos y hambrientos, lo que probablemente contribuya a explicar por qué estaban tan furiosos y por qué estaban echándose mutuamente la culpa del fracaso de la cacería. Sechroom pensaba que Hiliti era demasiado agresivo y quería matar los animales por simple diversión, porque estaba orgulloso de sus habilidades como luchador, mientras que este pensaba en secreto que Sechroom, a quien no le gustaba matar, había estado haciendo ruido deliberadamente para que los animales a los que estaban persiguiendo supieran que estaban allí y echaran a correr.

»El camino de regreso los llevó por un arroyo de paredes empinadas que cruzaba un puente natural hecho con un tronco. Aquel día había estado lloviendo bastante —esa era otra de las razones por las que se sentían fatal y estaban discutiendo mucho— y el arroyo que cruzaba el tronco bajaba en avalancha.

—¿Y eso qué es?

—Eso es que estaba crecido, lleno de agua. Así que se dispusieron a cruzar el puente del árbol. Hiliti pensaba que era mejor que cruzaran de uno en uno, pero ya habían empezado a hacerlo, con él por delante, así que pensó que si se volvía ahora y le decía a Sechroom que diera media vuelta y esperara, ella se enfadaría aún más de lo que ya estaba, y no dijo nada.

»Bueno, pues resulta que el árbol cedió. Llevaba allí muchos años, pudriéndose sin duda, y la lluvia había reblandecido las dos orillas, así que cuando apoyaron todo su peso sobre él, obviamente decidió que había llegado el momento de abandonar la lucha y sucumbir sin más, esto es, ceder a la gravedad y caer al arroyo.

»Así que cayó dando vueltas, se partió en mitad de la caída y, por si acaso, arrastró también montones de ramas, algunas rocas y una buena cantidad de tierra.

—¡Oh, no! —dijo Lattens con una mano en la boca—. ¿Qué les pasó a Sechroom y Hiliti?

—Cayeron junto con el árbol. Hiliti tuvo más suerte, porque el trozo del árbol en el que se encontraba tardó más tiempo en partirse, y pudo agarrarse a él y arrojarse a la orilla antes de que el tronco se fuera al agua. Terminó cayendo al agua de todos modos, pero no le pasó nada.

—¿Y Sechroom?

—Sechroom no tuvo tanta suerte. La parte del tronco en la que se encontraba debió de rodar mientras caía, o puede que fuera ella la que lo hiciese, porque terminó debajo, atrapada bajo el agua.

—¿Se ahogó? —Lattens parecía muy preocupado y tenía las dos manos en la boca. Empezó a chuparse el pulgar.

Perrund lo rodeó con el brazo y le apartó delicadamente las manos de la boca.

—Venga, venga, no olvides que esto pasa justo antes de que Sechroom se marche para hacerse soldado misionera.

—Sí, pero ¿qué ocurrió? —preguntó el niño ansiosamente.

—Sí —dijo Perrund—. ¿Y por qué no flotó el tronco?

—La mayor parte de él seguía en las empinadas orillas del arroyo —le dijo DeWar—. El extremo que estaba hundido en el agua y mantenía atrapada a Sechroom no era suficientemente grande para permanecer a flote. En cualquier caso, Hiliti vio que una de las botas de su prima sobresalía del agua, al otro lado del tronco, y se agitaba. Nadó hacia allí sorteando las rocas para tratar de llegar hasta Sechroom, pues se había dado cuenta de que estaba atrapada. Se sumergió. La poca luz que había le permitió ver que Sechroom se debatía desesperadamente y trataba de sacar la pierna de debajo del tronco, pero sin conseguirlo, porque era muy grande y pesado. Mientras estaba allí observando, las últimas burbujas del aire que Sechroom tenía en los pulmones salieron de su boca y se alejaron en la poderosa corriente. Hiliti volvió a salir a la superficie, tomó aire, volvió a zambullirse, pegó su boca a la de Sechroom y le insufló aire en los pulmones para que pudiera resistir un poco más.

»También trató de levantar el tronco que tenía a su amiga atrapada, pero era demasiado pesado. Entonces se le ocurrió que si podía encontrar una palanca lo bastante fuerte y lo bastante larga, tal vez pudiese sacar la pierna de Sechroom, pero tardaría un buen rato en hacerlo y para entonces su amiga habría vuelto a quedarse casi sin aire. Salió a por más aire y volvió a sumergirse. Una vez más, las burbujas estaban saliendo de la boca de su amiga y, una vez más, Hiliti compartió con ella su aire.

»A estas alturas, Hiliti se había dado cuenta de que no podrían seguir así mucho más tiempo. El agua estaba tan fría que estaba arrebatándoles las fuerzas y el calor, y él mismo estaba empezando a sentirse entumecido y medio asfixiado.

»Entonces se acordó de las cerbatanas. La corriente se había llevado la suya al caer, pero al zambullirse la primera vez había visto la de Sechroom, aún colgada de su espalda y parcialmente atrapada debajo de ella. Se sumergió de nuevo, volvió a insuflarle aire en la boca y a continuación agarró la cerbatana de su compañera y tiró de ella con todas sus fuerzas hasta que logró sacársela de debajo. Tuvo que regresar a la superficie para respirar, pero volvió a bajar, señaló la cerbatana y Sechroom se la metió en la boca.

»Sin embargo, la situación no estaba resuelta aún. Sechroom escupió la cerbatana porque estaba llena de agua. Hiliti la llevó a la superficie, sacó el agua, tapó el extremo con la mano y volvió a bajar.