—¿Pensáis que va a hacerlo? —preguntó YetAmidous, y su mirada pasó de RuLeuin a ZeSpiole. Aceptó la copa de vino que le ofrecía Yalde y, al apurarla, vertió unas gotas de vino en las aguas traslúcidas que rodeaban su amplio pecho.
—Eso me temo —dijo ZeSpiole.
—¿Te lo temes? —dijo RuLeuin—. Pero…
—Oh, no porque esté tan apegado a una tercera parte temporal de una sombra de su poder —dijo ZeSpiole—, sino porque no creo que eso sea lo mejor para Tassasen.
—Las tropas pueden seguir sin él, la mayoría al menos, ¿no? —dijo RuLeuin.
—Sería mejor que se trajera algunos soldados consigo —dijo YetAmidous al comandante de la Guardia—. Puede que haya dejado tres lugartenientes, pero no contamos casi con tropas, y cuando se acaban las buenas palabras, son los soldados y las espadas los que hacen el poder. Apenas tengo hombres suficientes para guarecer las murallas.
—El Protector siempre ha dicho que un pueblo que, en general, está satisfecho con su gobierno y sus gobernantes, necesita pocos alguaciles y ningún soldado —dijo ZeSpiole.
—Eso es fácil de decir cuando tienes varios barracones llenos de soldados que piensan lo mismo —repuso YetAmidous—. Pero supongo que te has dado cuenta de que somos nosotros quienes hemos recibido el privilegio de poner a prueba la teoría de nuestro señor, y no él.
—Oh, el pueblo está contento —dijo ZeSpiole—. Por el momento.
RuLeuin lo miró de soslayo.
—¿Nuestros espías están seguros de eso, entonces?
—No se espía al pueblo —le informó ZeSpiole—. Más bien, se establecen canales de comunicación que llegan hasta el hombre de la calle. Mis guardias se mezclan con gente de todas clases. Comparten sus casas, sus calles, sus tabernas y sus puntos de vista.
—¿Y no oyen cuchicheos? —preguntó YetAmidous con escepticismo mientras le acercaba la copa a Yalde para que se la llenara.
—Oh, oyen cuchicheos constantemente. El día que dejen de oírse, sabré que la revuelta es inminente. Pero la gente se queja de un impuesto u otro, o de que el Protector tiene un harén inmenso cuando un trabajador honrado apenas puede encontrar esposa, o de la vida de lujos que llevan algunos de los generales del Gran Edil —dijo ZeSpiole mientras aceptaba una fruta de Terim con una gran sonrisa.
RuLeuin también sonrió.
YetAmidous bebió con avidez.
—Así que podemos estar seguros de que el populacho no representa un peligro inmediato —dijo—. Pero, ¿y las demás fronteras? Las guarniciones han sido reducidas al mínimo, o incluso más. ¿De dónde sacaremos los refuerzos si estalla la guerra en otro sitio?
—El problema de Ladenscion no durará eternamente —dijo RuLeuin, aunque parecía preocupado—. Las tropas volverán a casa. Con los refuerzos y las nuevas máquinas en Niarje, Simalg y Ralboute no deberían tardar mucho en obtener la victoria.
—Eso mismo nos dijeron al principio —les recordó YetAmidous—. Tendríamos que haber ido todos. Tendríamos que haber atacado a los barones con todas las fuerzas disponibles. —El general cerró el puño y lo descargó sobre el agua con un chapoteo. Yalde se limpió el agua jabonosa de los ojos. YetAmidous bebió un trago y luego lo escupió—. ¡Está aguado! —le dijo a la concubina, y vació la copa encima de su cabeza. Luego se echó a reír, secundado por los otros dos. El vino se le metió en los ojos a Yalde, pero inclinó la cabeza. YetAmidous le metió la cabeza en el agua y luego la dejó salir.
—Toma. —Volvió a depositar la copa en sus manos. Ella la limpió con una servilleta y la rellenó con la jarra.
—Puede que eso resulte obvio para todos ahora —dijo ZeSpiole—. Pero no lo era entonces, para ninguno de nosotros. Todos coincidimos en que Simalg y Ralboute tenían hombres más que de sobra para hacer el trabajo.
—Bueno, pues no ha sido así —dijo YetAmidous antes de catar el vino dándole varias vueltas en su boca—. El Protector no debería haber encomendado una misión tan importante a esos inútiles. ¡Hombres de noble cuna, sin duda! No son mejores que nosotros. Lo han hechizado con su alcurnia. Hacen la guerra como niños, como mujeres. Pasan demasiado tiempo parlamentando can esos barones, cuando lo que deberían hacer es atacarlos. Y hasta cuando luchan, lo hacen como si les diera miedo que la espada se les manche de sangre. Demasiada delicadeza y muy poca fuerza bruta. Todo son argucias y estratagemas. Yo no tengo tiempo para ese tipo de tonterías. A esos barones hay que atacarlos de frente, de manera sencilla.
—La sencillez ha sido siempre tu rasgo más característico, YetAmidous —dijo RuLeuin—. Creo que mi hermano, si alguna vez ha albergado alguna duda sobre tu estilo militar, ha sido por su elevado coste en vidas de soldados.
—Oh, ¿y eso es un coste? —dijo YetAmidous con un ademán de la mano que no sujetaba la copa—. La mayoría de ellos son un hatajo de haraganes sacados del arroyo que, de todos modos, habrían muerto muy pronto. Todos esperan regresar cargados de botín. Normalmente, lo único que traen son las enfermedades que les han contagiado las rameras. Una muerte en batalla, un lugar en la historia, el recuerdo de una canción victoriosa… es más de lo que esa chusma merece. Son una herramienta muy tosca y hay que usarlos con la misma tosquedad, no con ese afeminamiento de fintas y maniobras. Es mejor atacar frontalmente y acabar de una vez. Esos caballeros tan nobles son una deshonra para el oficio de la guerra. —YetAmidous lanzó una mirada a las dos chicas que se habían sentado en la orilla de la piscina, y luego a Yalde—. A veces me pregunto —dijo en voz baja a los otros dos hombres— si no habrá algún otro motivo en la incapacidad de los duques para terminar esta guerra.
—¿Cómo? —dijo RuLeuin con el ceño fruncido.
—Yo asumo, al igual que el Protector, que están haciendo todo lo posible —dijo ZeSpiole—. ¿A qué os referís, general?
—A que tal vez nos estén tomando a todos por tontos, señor. Los duques Ralboute y Simalg están más próximos a los barones de Ladenscion que a nosotros.
—No habláis desde un punto de vista físico, claro —dijo RuLeuin, con una sonrisa pero también un brillo de temor en los ojos.
—¿Eh? Sí. Están demasiado cerca. ¿No os dais cuenta? —preguntó mientras apartaba su corpachón del borde de la piscina—. Se marchan a la guerra, piden cada vez más tropas, demoran y demoran las operaciones, sufren contratiempos, pierden hombres y máquinas y nos vienen con excusas y peticiones de ayuda, nos piden que saquemos tropas de la capital y de las demás fronteras, con lo que dejamos el camino expedito para cualquier bastardo que quiera atacarnos por otro sitio. ¿Quién sabe qué jugarreta podrían haber hecho si el Protector llega a ponerse al mando? Es posible que la muerte del niño salve la vida del padre. Si es que es su padre, claro.
—YetAmidous —dijo RuLeuin—. Cuidado. El niño no tiene por qué morir. Y, además, no tengo la menor duda de que soy su tío a través de mi hermano. Los generales Ralboute y Simalg se han mostrado siempre como oficiales leales del Protectorado. Se unieron a nuestra causa mucho antes de que su éxito estuviera asegurado y podría decirse que arriesgaron más que cualquiera de nosotros al hacerlo, pues ya tenían gran poder y prestigio, que pusieron en peligro al apoyarnos. —Entonces se volvió hacia ZeSpiole en busca de apoyo.
ZeSpiole estaba ocupado con una fruta en la que había enterrado la mayor parte de su mandíbula inferior. Levantó la mirada hacia los otros dos hombres y expresó su sorpresa con las cejas.
YetAmidous desechó las palabras del hermano del Protector con un ademán.
—Eso está muy bien, pero el hecho es que en Ladenscion no lo han hecho tan bien como se esperaba. Nos dijeron que obtendrían la victoria en unas pocas lunas. UrLeyn también lo pensaba. Hasta yo creí que la tarea estaba al alcance de su mano, si se aplicaban a ella y lanzaban sus tropas al ataque. Pero su comportamiento ha sido vergonzoso. No han tomado ciudades y han perdido máquinas de asedio y artillería. Su avance ha sido frenado por todos los arroyos, todas las colinas, y todos los malditos setos y flores del campo. Yo solo me pregunto por qué. ¿Por qué lo están haciendo tan mal? ¿Cuál puede ser la explicación, si no se trata de algo deliberado? ¿No podría tratarse de una conspiración? ¿No podrían haberse entendido con el enemigo para atraernos a nosotros y a nuestros hombres lejos de nuestras fronteras, solicitar al Protector que se ponga al mando de las operaciones y luego asesinarlo?