– ¿Cómo diablos te diste cuenta de que era yo? Es completamente imposible entre todos los millones de cibernautas que hay en la red. ¿Crees que también esto lo planeó Olivia?
– Oli era lista y manipuladora pero no hasta ese punto -ríe él-. Yo creo más en las casualidades, en las causalidades mejor dicho, y sobre todo creo en las palabras jurásicas.
– ¿Jurásicas?
– Carámbanos, Ágata, sólo tú y la inefable madame Poubelle habláis así. Nunca me alegraré tanto de que seas una antigualla. Pero dime… ¿qué haces amor, adonde vas ahora?
Me he puesto en pie. Estoy desnuda. Sin responder a la pregunta de Pedro, me dirigiré ahora a mi ordenador, que aún está abierto, porque entre mis muy jurásicas costumbres está también la de no apagar los aparatos y desconocer las virtudes de los standby killers. Por eso no me llevará más de unos segundos entrar en word, pinchar en el documento al que he puesto por título «Invitación a un asesinato» y abrirlo.
Mis dedos corren rápido sobre las teclas. Casi tanto como mis pensamientos, que ahora se dirigen una vez más y por última vez a mi hermana para decirle:
– Adiós, Oli. Si lo que querías era la pequeña y póstuma gloria de que tu historia se hiciera pública, lo siento querida. Ya nada se interpone entre Pedro y yo, ni siquiera tu sombra. En el futuro, cuando te recuerde, también yo borraré de mi memoria esta última piedra de Pulgarcito. Me refiero a cómo pretendías que, al final, cuando descubriese al asesino, escribiera un libro contando tu historia. Lo siento, pero me quedaré con la piedrecita anterior y el modo como planeaste tu muerte, con tanta astucia, con tanta generosidad también. No siempre se puede ganar,
Oli, y así como los relojes parados como tú dan la hora exacta dos veces al día, los relojes en buen funcionamiento y puntuales como creo ser yo, a veces omitimos, deliberadamente, una campanada. Mala suerte, hermana, ya nadie sabrá lo lista que eras. Mira qué fácil es borrar la huella de un asesinato. ¿Ves? Sólo tengo que pinchar «Edición», luego «Seleccionar todo», y luego, tecla Supr. ¿Te das cuenta qué sencillo? Tú siempre fuiste bastante torpe con los aparatos, verdad, pero no importa, yo con mucho gusto te explico cómo va esto. Y para rematarlo, ¿ves esa ventanita que pregunta «¿Está seguro de que desea eliminar el documento "Invitación a un asesinato"}» Pincho aquí, donde dice «Sí», y adiós para siempre, Oli. A partir de ahora Pedro y yo te recordaremos sólo por lo bueno que hiciste y, en especial por unirnos. Gracias, tesoro.
Carmen Posadas