– Puede que tengas razón. Lástima.
– Tal vez no. Quizá debería quedarse donde diablos esté.
– ¿Eres supersticioso?
– No lo era. Ahora no estoy seguro.
Llegamos a la puerta del aula.
– He descubierto que hay una piscina en este edificio. ¿La usas alguna vez? -preguntó.
– De vez en cuando.
– La próxima semana traeré mi bañador. ¿De acuerdo?
– De acuerdo. Beth…
– ¿Sí?
– ¿No va a ser esto un poco embarazoso?
– No. Pero espero conseguir un diez.
Sonreí.
– Haré lo que sea necesario para conseguirlo.
– No acepto sobornos.
– ¿Qué apuestas?
Varios estudiantes nos observaban, sonreían y cuchicheaban.
Entramos en el aula. Beth se dirigió al fondo y yo a la tarima.
– Tenemos otro detective de homicidios entre nosotros -dije a la clase-. Se trata de la detective Beth Penrose del Departamento de Policía del condado de Suffolk. Puede que su nombre les resulte familiar de un caso de asesinato reciente y todavía abierto en el norte de Long Island. Trabajé con ella en el caso y ambos aprendimos algo de nuestras técnicas y estilos respectivos. También me salvó la vida y, para compensarla, la llevaré a tomar unas copas después de la clase.
Todos aplaudieron.
Nelson DeMille