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– Solicité que me concediesen categoría administrativa. Para conseguir ascensos hay que estar un año en el cuerpo de prisiones. Es lo peor que hay. El personal me cae bien en términos generales, pero hay que estar todo el santo día con luz artificial. Es como vivir en las cavernas. Y encima el aire filtrado. Preferiría recorrer las calles. Un poco de peligro nunca viene mal. Engrasa los reflejos. -Nos detuvimos delante de un ascensor del tamaño de un vagón de tren.

– Tengo entendido que Brian se fugó de un correccional. ¿Por qué lo habían encerrado?

Tiller apretó un botón y solicitó verbalmente que nos subieran hasta el nivel 2, que era donde estaban los reclusos apartados por razones médicas o administrativas. Los ascensores carecían de mandos internos, lo que impedía que los reclusos pudieran manipularlos.

– Allanamiento de morada, enseñar o empuñar un arma de fuego, resistencia a la autoridad. Estaba encerrado en Connaught, que es un centro de seguridad media. En la actualidad, los correccionales son de seguridad máxima.

– Han cambiado las cosas, ¿no? Pensaba que los correccionales eran para los menores revoltosos.

– Ya no. Antes, cualquier cosa que cometieran los menores de edad se consideraba delito menor. Los padres podían exigir ante los tribunales la asignación de funcionarios especialmente encargados de custodiarlos. Actualmente, los correccionales se han convertido en cárceles para jóvenes. Son delincuentes de lo más cruel. AMH. Asesinato, mutilación, homicidio; es el deporte favorito de muchas bandas.

– ¿Y Jaffe? ¿Cuál es su caso?

– Carece de sentimientos. Usted misma se lo verá en los ojos. No tiene nada por dentro. Cerebro sí, pero no conciencia. Es un sociópata. Por lo que sabemos fue él quien preparó la fuga y quien convenció a los otros porque necesitaba a alguien que hablase español. El plan era separarse cuando cruzaran la frontera. No sé adónde pensaba ir él, pero los otros acabaron en el depósito de cadáveres.

– ¿Los tres? Creí que uno había sobrevivido al tiroteo.

– Murió anoche sin recuperar el conocimiento.

– ¿Y la joven? ¿Quién fue el responsable de su muerte?

– Tendrá usted que preguntárselo a Jaffe, ya que es el único que ha quedado para contarlo. Muy conveniente para él y no dejará de aprovecharse de la circunstancia, se lo digo yo. -Llegamos a la sala de entrevistas del nivel 2. Tiller sacó un manojo de llaves e introdujo una en la cerradura. Abrió la puerta de la habitación vacía donde iba a encontrarme con Brian-. Antes creía que si hacíamos bien el trabajo se podía salvar a estos chicos. Ahora pienso que es pura suerte si conseguimos mantenerlos apartados de las calles. -Cabeceó y sonrió con amargura-. Me estoy volviendo demasiado viejo para este trabajo. Ya es hora de que me trasladen a un departamento más burocrático. Siéntese. El chico llegará enseguida.

La «sala» de entrevistas tenía dos metros por tres y carecía de ventanas. Las paredes, de un color beige ni mate ni brillante, carecían de adorno alguno. Aún podía percibirse el olor de la pintura plástica. Me han contado que hay un equipo que trabaja en exclusiva repintando paredes sin parar. Cuando terminan el nivel 4, tienen que volver al nivel 1 y comenzar de nuevo. Había una pequeña mesa de madera y dos sillas de armazón metálico y asiento de plástico verde. Las baldosas del suelo eran marrones. No había nada más en la habitación, salvo la cámara de vídeo que habían instalado en un rincón, cerca del techo. Ocupé la silla situada de cara a la puerta.

Cuando Brian entró en la habitación, lo primero que me llamó la atención fue su estatura, lo segundo su belleza. Era bajo para tener dieciocho años y se conducía con indecisión. Había visto aquellos mismos ojos con anterioridad, muy claros, muy azules, tan llenos de inocencia que hacía daño mirarlos. Mi ex marido Daniel tenía una característica semejante, un aire cuya dulzura parecía inagotable. Claro que Daniel era drogadicto. También un falso, en plena posesión de sus facultades y con inteligencia suficiente para conocer la diferencia entre el bien y el mal. Aquel muchacho era otra cosa. El subinspector Tiller había dicho que era un sociópata, pero yo aún no parecía creérmelo del todo. Poseía la belleza facial de Michael, pero era rubio mientras que el hermano era moreno. Los dos eran delgados, pero Michael era más alto y parecía con más sustancia.

Brian se dejó caer en la silla y las manos le quedaron colgando entre las piernas. Parecía tímido, pero quizá fuera una pose para halagar la vanidad de los adultos.

– He hablado con mi madre. Me dijo que a lo mejor venías a verme.

– ¿Te dijo qué es lo que busco?

– Algo relacionado con mi padre. Dice que tal vez está vivo. ¿Es verdad?

– Todavía no lo sabemos con certeza. Me han contratado para averiguarlo.

– ¿Conocías a mi padre? Antes de que desapareciese, quiero decir.

Negué con la cabeza.

– No. Me dieron unas fotos y me dijeron dónde lo habían visto. Vi a un individuo que se le parecía mucho, pero le perdí la pista. Espero recuperarla, pero en este momento no sé por dónde buscar. Personalmente, estoy convencida de que era él -dije.

– Es increíble, ¿no? Pensar que puede estar vivo. A mí no acaba de entrarme en la cabeza. Quiero decir que no me hago a la idea. -Tenía la boca carnosa y hoyuelos. Me costaba creer que aquella inocencia fuese fingida.

– Un poco raro sí que tiene que resultar -dije.

– Oye, tú, nada de mentiras, ¿eh? Y menos con lo que tengo encima. No me gustaría que me viera en esta situación.

Me encogí de hombros.

– Si aparece por la ciudad, no va a tardar en tener problemas.

– Sí, eso dice mi madre. No parecía muy contenta. No la culpo, después de todo lo que ha pasado. Porque, tú fíjate, si resulta que ha estado vivo todo este tiempo, lo único que ha hecho ha sido joderla.

– ¿Te acuerdas mucho de él?

– En el fondo no. Michael sí. Michael es mi hermano. ¿Lo conoces?

– Un poco. Lo vi en casa de tu madre.

– ¿Viste a Brendan, mi sobrino? Ése sí que es cojonudo. Me cae fenomenal, el cabeza de garbanzo.

Bueno, ya estaba bien de chismes. Me estaba poniendo nerviosa.

– ¿Te molesta que te pregunte sobre lo que pasó en Mexicali?

Se removió con inquietud. Se pasó la mano por el pelo.

– Diablos, es un mal asunto. Sólo de pensar en ello me pongo enfermo. Yo no tuve nada que ver con las muertes, te lo juro. Las armas las tenían Julio y Ricardo -dijo.

– ¿Y la fuga? ¿Cómo se planteó la posibilidad?

– Ya, bueno, ¿sabes? Creo que mi abogado no quiere que hable de eso.

– Sólo un par de preguntas… estrictamente confidenciales. Trato de saber lo que pasa -dije-. Me digas lo que me digas, soy una tumba.

– Mejor no -dijo.

– ¿Fue idea tuya?

– Noooo, mía no. Seguro que crees que soy imbécil. Fui un idiota por dejarme enredar… ahora me doy cuenta… pero entonces lo único que quería era salir. Estaba desesperado. ¿Has estado alguna vez entre rejas? -Negué con la cabeza-. Has tenido suerte.

– ¿De quién fue la idea? -dije.

Me miró con fijeza con aquellos ojos azules y claros como una piscina.

– Se le ocurrió a Ernesto.

– ¿Erais buenos amigos?

– ¡Qué dices! Yo sólo lo conocía porque estábamos en la misma barraca, allá en Connaught. El otro Fulano, Julio, dijo que me mataría si no le ayudaba. Yo no quería. No quería hacerlo, quiero decir, pero era un tipo fuerte, muy fuerte… y dijo que me las haría pasar canutas.

– Te amenazó.

– Sí, dijo que él y Ricardo me harían de todo.

– Que te darían por culo, vamos.

– Lo peor -dijo.

– ¿Y por qué tú?

– ¿Por qué yo?

– Sí. ¿Por qué eras tan importante para la aventura? ¿Por qué no buscaron a otro hispano si tenían intención de ir a México?