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Yo lo encontré a José Carter en su 'subasta de información” en Dallas. Traté de desacreditarlo. Traté de robar las prueba Cuando nada funcionó hice lo único que me quedaba. Lo maté. Lo hice por mi cuenta, sin órdenes de Jeremy y sin siquiera contactarme con él. Luego volví al hotel, me bañé y disfruté de un buen sueño. Cuando desperté, recién comprendí lo que había hecho.

No tanto lo que había hecho sino cómo lo había hecho, lo fácil que me resultó. Maté a un hombre con tanta preocupación moral como la que me hubiera provocado matar una mosca.

Camino de regreso a Nueva York, preparé mis argumentos para explicar a Jeremy por qué había actuado sin consultarlo. Carter era una amenaza real. Hice todo lo que pude para detenerlo. Se acababa el tiempo. Si llamaba a Jeremy me hubiera dicho que lo hiciera, así que simplemente me ahorre un paso y me encargué de la cosa. Antes de llegar a Stonehaven comprendí que no era a Jeremy al que quería convencer, sino a mí misma. Había cruzado la raya. Había actuado con el solo propósito de proteger a mi Jauría, sin una gota de compasión. Actué como Clay. Eso me asustó, me asustó tanto que escapé y juré nunca volver a esa vida.

¿Había cambiado? ¿Me sentía totalmente en control de mis instintos e impulsos? No lo sabía. Por un año no había hecho nada tan terrible, pero tampoco me encontré en una situación donde se diera la oportunidad. Otro motivo por el que no había querido volver a Stonehaven. No sabía si ya me lo había sacado de encima y no estaba segura de querer averiguarlo.

Una conmoción en la puerta me sacó de mi distracción. Al levantar la vista una figura alta de pelo oscuro irrumpió en el cuarto. Nicholas Sorrentino me vio, llegó junto a mí en tres pasos y me alzó de mi asiento. Enganché la silla con un talón y la volqué. Gruñó en broma al abrazarme.

– Te fuiste demasiado tiempo, hermanita. Demasiado.

Nick me alzó y me besó. El beso decididamente no era fraternal, un beso profundo, que me dejó sin aliento. A cualquier otro le hubiera dado una cachetada, pero nadie más besaba como Nick, así que decidí no reprobar su indiscreción.

– Ponte cómodo -dijo una voz con acento sureño desde la puerta.

Nick se volvió hacia Clay y sonrió. Aún me tenía cautiva. Se acercó a Clay y lo golpeó en la espalda. Clay le tomó la cabeza en una llave. Me liberó y alejó a Nick. Nick recuperó el equilibrio, sonrió y volvió a acercarse.

– ¿Cuándo llegaste? -me preguntó y luego clavó un dedo en las costillas de Clay-. ¿Y por qué no me dijeron que venía?

Alguien me tomó desde atrás y me alzó del suelo.

– La hija pródiga ha regresado.

Giré la cara para ver un rostro tan familiar como el de Nick.

– Eres tan malo como tu hijo -dije liberándome de él-. ¿No saben dar la mano?

Antonio rió y me bajó.

– Tendría que apretarte más fuerte. Quizás así aprenderías a quedarte en casa.

Antonio Sorrentino tenía el mismo pelo oscuro ondulado y los ojos marronas impactantes de su hijo. Generalmente se hacían pasar por hermanos. Antonio tenía cincuenta y tres y parecía la mitad de eso, cosa que debía tanto a su pasión por la vida saludable como a que era un licántropo. Era más bajo y macizo que su hijo, con hombros anchos y bíceps que hacían que los de Clay parecieran los de un peso pluma.

– ¿Llegó Peter ya? -preguntó Antonio, sentándose junto a Jeremy, que sorbía su segundo café sin que lo perturbara la conmoción.

Jeremy negó con la cabeza.

– ¿Vienen todos? -pregunté.

– Termina tu desayuno -dijo Jeremy, con mirada crítica-. Has perdido peso. No puedes hacerlo. Si no tienes suficiente energía perderás control. Ya te alerté sobre eso.

Haciendo por fin a un lado su caballete, Jeremy se volvió para hablar con Antonio. Clay extendió la mano por sobre mi hombro, tomó un pedazo de jamón y se lo tragó entero. Cuando lo miré fastidiada, me dirigió un gesto de "sólo trataba de ayudarte".

– No metas la mano en su plato -dijo Jeremy sin volverse. Lo tuyo está en la cocina. Hay para todos.

Antonio fue el primero en salir. Cuando Nick iba a seguirlo, Clay lo tomó del brazo. No dijo nada. No necesitaba hacerlo. Nick asintió y se fue a llenar dos platos mientras Clay seguía a mi lado.

– Prepotente -murmuré.

Clay alzó las cejas, con los ojos azules destellando su perfecta inocencia. Su mano intentó sacar otro pedazo de jamón de mi plato. Le clavé el tenedor en la mano con suficiente fuerza para hacerlo aullar. Jeremy nos ignoró.

Antonio volvió al cuarto, con el plato tan cargado que pensé que en cualquier momento los panqueques se deslizarían al suelo, porque además sostenía el plato con una mano. La otra mano estaba ocupada en llevarse un panqueque a la boca. Nick llegó detrás de su padre y dejó caer el plato de Clay delante de él, luego acercó una quinta silla, la dio vuelta y se sentó con el respaldo delante. Hubo un maravilloso silencio por unos minutos. Los licántropos no hablan mucho en la comida. La tarea de llenarse el estómago exige concentración total.

El silencio pudo haber durado más si el timbre no lo hubiera hecho añicos. Nick fue a atender y volvió con Peter Myers. Peter era bajo y duro, con una sonrisa fácil y pelo rojo rebelde que siempre se veía como si él se hubiese olvidado de peinarlo. Nuevamente el ritual de abrazos de oso, golpes en la espalda, morrazos juguetones, los saludos en la Jauría era tan entusiastas como físicos, y muchas veces dejaban tantos moretones como una pelea.

– ¿Y Logan? -pregunté, cuando todos volvían a su tarea alimenticia.

– No viene. -dijo Jeremy-Tuvo que volar a Los Ángeles por un juicio. Le conté lo que sucede, pero tendremos que arreglarnos sin él por ahora.

– Lo que me recuerda algo -dijo Clay, dirigiéndose a mí-. La última vez que hablé con Logan, me comentó que habló contigo en las pascuas. Por supuesto que eso no es posible ya que dejaste de tener contacto con la Jauría, ¿verdad?

Miré a Clay, pero no contesté. No necesité hacerlo. Podía ver la respuesta en mis ojos. Su rostro enrojeció de ira y atacó una feta de jamón con fuerza suficiente para sacudir la mesa. Sí, había hablado con Logan en las pascuas, el día de su cumpleaños y el mío, en Navidad y media docena de veces. Me dije que mientras no lo viera, no estaba faltando a mi voto. Además, Logan era más que mi hermano en la Jauría, era mi amigo, quizás el único verdadero amigo que he tenido. Teníamos la misma edad y compartíamos algo más que saber los nombres de ambos integrantes de la banda de rock Wham. Logan entendía el atractivo del mundo exterior. Disfrutaba de la protección y el compañerismo que ofrecía la Jauría, pero se sentía igualmente a gusto en el mundo humano, donde tenía un departamento en Albany, una novia de larga data y sentaba carrera de abogado. Cuando me enteré que Jeremy había convocado a una reunión, pensé que era genial que Logan viniera. Pero ahora quizás yo no tendría ninguna compensación ante esta visita indeseada.

Unos minutos más tarde, Jeremy y Antonio se fueron a hablar al porche de atrás. Como era el amigo más cercano y más viejo de Jeremy, Antonio muchas veces le servía para probar sus ideas, una especie de asesor de la corte. Antonio y Jeremy se habían criado juntos, hijos de las dos familias más distinguidas de la Jauría. El padre de Antonio había sido el Alfa de la Jauría antes que Jeremy. Cuando murió Dominic, muchos en la Jauría supusieron que Antonio ocuparía su lugar, aunque la jefatura no era hereditaria Al igual que sucede con los lobos verdaderos, el Alfa de la Jauría tradicionalmente era el mejor luchador. Antes de que creciera Clay, Antonio era el mejor guerrero. Además tenía más inteligencia y sentido común que una docena de licántropos normales. Pero a la muerte de su padre, Antonio apoyó a Jeremy, viendo en él virtudes que salvarían a la Jauría. Con la ayuda de Antonio, Jeremy pudo liquidar todas las objeciones a su sucesión como Alfa. Desde entonces nadie lo había desafiado. El único licántropo con poder para disputar la posición de Jeremy era Clay y Clay se hubiera cortado el brazo derecho antes que desafiar al hombre que lo había rescatado y criado como a un hijo.