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Cuando me mordieron, Jeremy me había acogido, me alimentó y me enseñó a controlar mis Cambios e impulsos y a acomodarme al mundo exterior. La Jauría a menudo bromeaba diciendo que criar a Clay fue el mayor desafió para Jeremy, las siete tareas de Hércules en una sola. Si supieran lo que Jeremy pasó conmigo, quizá cambiarían de idea. Vivió un infierno conmigo durante un año entero. Cuando me traía comida, se la tiraba. Cuando me hablaba, lo maldecía y lo escupía. Cuando trataba de tocarme, lo atacaba. Cuando finalmente escapé, puse en riesgo a toda la Jauría. Cualquier otro licántropo se hubiese dado por vencido, me hubiera cazado y matado. Jeremy me rastreó, me trajo de vuelta a Stonehaven y comenzó de nuevo.

Cuando me recuperé, me alentó a terminar mis estudios universitarios, pagando los costos de los estudios, un departamento y todo lo demás. Cuando terminé los estudios y empecé a trabajar de periodista por cuenta propia, me alentó. Cuando anuncié que quería hacer la prueba de vivir sola, obviamente estuvo en desacuerdo, pero me dejó ir y me protegió desde lejos. Ahora lo maldecía por interferir en mi nueva vida. La verdad es que sin la ayuda de Jeremy, no tendría una nueva vida. Si hubiese sobrevivido, sería como los callejeros, apenas capaz de controlar mis Cambios, totalmente incapaz de controlar mis impulsos, matando humanos, yendo de un lugar a otro, escapando de las sospechas, sin empleo, sin departamento, sin amigos, ni amante, ni futuro.

Ahora me pedía algo. Un favor, que ni siquiera pedía de tal modo. Un pedido de ayuda.

No podía negarme.

Le dije a Jeremy que me quedaría el tiempo suficiente para ayudarlos a encontrar y matar a ese perro, con la condición de que, cuando se terminara el asunto sin que él o Clay intentaran impedírmelo, Jeremy aceptó. Luego fue a decírselo a los demás, y se llevó a Clay al fondo para darle una explicación especial y más extensa. Cuando Clay volvió, estaba contento, bromeaba con Peter, luchaba con Nick, habló con Antonio y me ofreció el sofá cuando volvimos al estudio a continuación de la reunión. Dado que Jeremy no le habría ocultado el arreglo a Clay, obviamente lo había reinterpretado con su propia lógica, una lógica tan indescifrable como su propio código de conducta y ética. Pronto le haría ver la realidad.

Como era de esperar, el plan era cazar y matar al perro. En vistas de lo delicado del asunto, había que hacerlo en una o dos etapas. Esta noche los cinco, todos menos Jeremy, iríamos al pueblo a rastrear al perro. Nos dividiríamos en dos grupos, Antonio y Peter por un lado y el resto en el otro grupo. Si encontrábamos su guarida, Antonio y yo actuaríamos como si la conducción del grupo en cuanto a decidir si se podía matar al perro sin peligro. Nosotros lo decidiríamos. Si no era posible teníamos que reunir la información necesaria, volver a casa y su muerte se postergaría para otra noche. Luego del fiasco con José Carter, me sorprendió que Jeremy aún estuviera dispuesto a darme la responsabilidad de tomar una decisión, pero nadie más la cuestionó, así que me quedé callada.

Antes de almorzar fui a mi cuarto y llamé a Philip, abajo Peter, y Antonio debatían a los gritos alguna sutileza de las altas finanzas. Se abrían y cerraban cajones en la cocina y me llegó el olor de cordero asado cuando Clay y Nick comenzaron a hacer la cena. Si bien no podía escuchar a Jeremy, sabía que él seguía donde lo habíamos dejado, en el estudio, estudiando mapas con el fin de estar en condiciones de determinar las mejores áreas del pueblo para el rastreo de la noche.

Ya en mi cuarto, descorrí el dosel de la cama, me instalé con el celular y dejé que se cerrara la cortina, para aislarme. Luego marqué el número. Philip contestó a la segunda llamada. Cuando me llegó su voz por la línea, me pareció que se detenía todo el ruido de abajo y me sentí transportada a otro mundo, donde planear la caza de un licántropo sólo era tema para una mala película.

– Soy yo- le dije- ¿Estás ocupado?

– Estoy Yendo a almorzar con un cliente. Un cliente potencial. Recibí tu mensaje, bajé al gimnasio treinta minutos y por eso no estaba cuando llamaste. ¿Me das el número de tu teléfono allí? Espera voy a buscar un papel.

– Tengo mi celular.

– Cierto, qué idiota. Así que si quiero hablarte te llamo al celular. ¿Verdad?

– No puedo llevarlo al hospital. No dejan usarlo allí. Pero luego veré si me dejas el mensaje.

– ¿El hospital? Carajo. Lo siento. Estamos hablando hace cinco minutos y ni siquiera te pregunté qué le pasó a tu primo. ¿Fue un accidente?

– En realidad tuvo un accidente su esposa. Antes yo venía por aquí en el verano y nos juntábamos varios, Jeremy, sus hermanos, Celia, su esposa. -Philip sabía que mis padres habían muerto, pero no le había contado nada de los detalles escabrosos, ni qué edad tenía yo cuando sucedió, de modo podía improvisar libremente -Como sea, Celia tuvo un accidente con el auto, estuvo al borde de la muerte, fue cuando me llamó Jeremy. Ya pasó lo peor.

– Gracias a Dios, que horrible. ¿Y cómo lo soporta tu primo?

– Está bien. El problema son los chicos. Tienen tres. Jeremy no sabe cómo manejarse con lo preocupado que está por Celia y el lío de los chicos. Le ofrecí quedarme unos días, al menos hasta que vuelvan los parientes de Celia de Europa. En este momento están bastante sacudidos.

– Me imagino. Espera -Sentí ruido en la línea – bien, ya salí de la ruta. Lo siento. ¿Así que te quedas a ayudarlo?

– Hasta el lunes. ¿Está bien?

– Seguro, claro. Si no tuviera tanto trabajo esta semana iría a darte una mano. ¿Quieres algo?

– Tengo la tarjeta de crédito.

Rió.

Es todo lo se necesita hoy en día. Su superas tu límite me avisas y te trasfiero dinero de mi cuenta. Carajo, me pasé de la salida.

– Bueno, cortemos.

– Lo siento. Llámame esta noche si puedes, aunque supongo que estarás bastante ocupada. Tres chicos. Carajo ¿Qué edades?

– Todos tienen menos de cinco años…

– Ay. Sí que vas a estar ocupada. Te voy a extrañar.

– Será solo unos días.

– Bueno, hablamos pronto. Te quiero.

– Yo también. Chau.

Al cortar la comunicación cerré los ojos y solté el aire contenido en los pulmones. ¿Ves? No fue tan terrible. Philip seguía siendo Philip. No había cambiado nada. Philip y mi nueva vida me esperaban allí. En pocos días volvería.

Luego de almorzar fui al estudio a ver mis archivos, esperando encontrar algo que pudiera ayudarme a descubrir cuál era el callejero que estaba causando problemas en Bear Valley. Una de mis tareas en la Jauría era hacer el seguimiento de los licántropos que no pertenecían a ella. Creé un archivo con fotos y sinopsis de conducta. Podía recitar de memoria dos docenas de nombres y último lugar donde se encontraban y dividir la lista entre los buenos, los malos y los feos: los que podían contener el impulso matar, los que no y los que ni siquiera lo intentaban. A juzgar por la conducta de este callejero, pertenecía a la tercera categoría. Lo que reducía la lista de veintisiete a unos veinte.

Volví mi atención a los armarios bajo la biblioteca. Abrí el segundo, corrí las copas de brandy y tanteé el panel posterior en busca de un tarugo. Cuando lo encontré, lo hice girar y el panel se abríó. Dentro del compartimiento secreto se guardaban los únicos elementos condenatorios de Stonehaven, lo único que podía vincularnos con lo que somos. Uno de ellos era mi carpeta con el archivo. Pero no la encontré allí- Suspiré. Jeremy era el único que podría haberla sacado y se había ido a caminar hacía una hora. Podía ir a buscarlo pero sabía que no estaba simplemente haciendo ejercicio. Estaba armando los planes para nuestra caza del callejero por la noche. Y no le agradaba que lo interrumpiera en tales circunstancias.