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El rastro me llevó a una casa de ladrillos de una sola planta, con adiciones de chapa de aluminio atrás. El patio trasero era pequeño y el césped estaba recién cortado, pero los yuyos competían de igual a igual con el pasto. Había basura apilada junto a la entrada y el olor me molestó. Parecía haber dos agregados a la casa, uno con puerta lateral y otro con la puerta presumiblemente atrás. La casa estaba oscura. Olfateé la vereda. El olor del licántropo era fuerte y no podía distinguir un rastro de otro. El factor más notorio era su antigüedad. Había estado pasando por aquí durante una semana. Aquí se había quedado.

Estaba tan excitada por encontrar el departamento, que no vi la sombra que se me acercaba. Cuando la advertí, giré la cabeza para ver a Clay en forma humana. Pasó su mano sobre mi nuca. Le tiré un mordiscón y me oculté tras los arbustos. Luego de Cambiar a forma humana, salí.

– Sabes que odio eso -murmuré, pasándome los dedos por el pelo ensortijado-. Cuando estoy Cambiada, te mantienes Cambiado o respetas mi privacidad. Acariciarme no sirve de nada.

– No te estaba "acariciando”, Elena. Dios, hasta el mínimo gesto… -Se contuvo, tomó aire y volvió a empezar. -Éste es el lugar del callejero, el departamento del fondo, pero no está aquí.

– ¿Estuviste adentro?

– Estaba investigando un poco y esperándote.

Miré su cuerpo desnudo y luego el mío.

– Supongo que no te habrás molestado en buscar ropa mientras andabas por aquí.

– ¿Esperas que encuentre algo colgado en la soga a esta hora? Lo siento, cariño. Como sea, esto tiene sus ventajas. Si viene el dueño, estoy seguro de que puedes convencerlo de que no llame a la policía.

Resoplé y fui a la puerta trasera. Sólo tenía una cerradura común. Fue fácil forzarla. Apenas si había abierto una rendija cuando me llegó el olor fétido de carne podrida. Tuve que esforzarme por no toser. Olía como un matadero. Al menos para mí. La nariz común probablemente no hubiese olido nada.

La puerta daba al living. Se veía como el típico departamento de soltero, con ropa sin lavar tirada sobre el sofá y latas de cerveza vacías en un rincón. Obviamente el alquiler no incluía servicio de limpieza. Había cajas con costras de pizza y restos de pescado y papas fritas sobre una mesa en el rincón. Pero ésa no era la fuente del mal olor. El callejero había matado aquí. No había señal de un cadáver; pero el fuerte olor a sangre y carne podrida lo delataba. Había traído a una mujer a su departamento, la mató y ocultó los restos en otra parte.

Empecé por el cuarto principal, mirando en los roperos y bajo los muebles, en busca de algún indicio de la identidad del callejero. No reconocí su olor, pero quizá pudiera saber quién era con un par de pistas.

Como no encontré nada, fui al cuarto donde Clay buscaba. Estaba en el piso, mirando debajo de la cama. Cuando entré, sacó un cuero cabelludo y lo tiró a un lado y siguió buscando algo interesante. Miré la cosa sangrienta y sentí que vomitaría. Clay le prestó tanta atención corno a un pañuelo de papel, más preocupado por haberse manchado las manos que por otra cosa. Clay tenía un cociente de inteligencia de más de ciento sesenta, pero no podía entender por qué matar humanos es tabú. No mataba gente inocente, por lo mismo que cualquier persona no mataría intencionalmente un animal con su auto. Pero si un humano representaba una amenaza, el instinto le decía que hiciera lo necesario. Jeremy le prohibía matar humanos, y lo evitaba sólo por ese motivo.

– Nada -dijo en voz baja. Salió de abajo de la cama. -¿Y tú?

– Lo mismo. No deja nada que lo identifique.

– Pero no sabe que no tiene que atacar a la gente del lugar.

– Hereditario, pero joven -dije-. Huele a nuevo, pero ningún licántropo mordido podría tener esa clase de experiencia, así que debe de ser joven. Joven y engreído. Su papi debe haberle enseñado 1o básico, pero no tiene suficiente experiencia como para evitar problemas, mantenerse lejos del territorio de la Jauría.

– Bueno, no va a vivir lo suficiente como para tener la experiencia necesaria. Su primera metida de pata ha sido la última.

Estábamos revisando por última vez el departamento cuando Nick pasó la puerta, jadeando.

– Iba a llamar -dijo-. ¿Encontraste su departamento? ¿Está aquí?

– No -dije.

– ¿Podemos esperar? -pregunto. Nick, esperanzado.

Vacilé y luego negué con la cabeza.

– Nos olería antes de llegar a la puerta. Jeremy dijo que lo matáramos sólo si podíamos hacerlo sin peligro. Y no podemos. No es para nada un novato; él percibió nuestro olor. Con algo de suerte, entendió la indirecta y se fue de la ciudad. No obstante podemos atraparlo y asesinarlo luego, fuera de aquí, un trabajo totalmente limpio.

Clay extendió la mano y tomó de la mesa de noche las cosas que había quitado de debajo de la cama. Me entregó dos cajitas de fósforos.

– Ahora sabemos dónde pasa las noches -dijo-. Si no está aquí cuando vengarnos mañana, apuesto a que estará en alguno de estos mercados de carne buscando la cena.

Miré las cajas de fósforos. La primera era de la Taberna de Rick, uno de los apenas tres establecimientos autorizados del área. La segunda era una cajita marrón barata, con una dirección anotada en el dorso. Memoricé los nombres de los bares, ya que no podríamos llevárnosnos nada, pues no teníamos bolsillos.

– De vuelta al auto -dijo Clay-. Mejor Cambiamos.

El corazón empezó a latirme acelerado.

– ¿Por qué?

– ¿Por qué? Bueno, cariño, creo que tres personas desnudas corriendo por la calle podrían llamar la atención.

– Hay ropa aquí

Clay resopló.

– Profiero que me vean desnudo antes que ponerme la ropa de un callejero. -Como no le contesté, se volvió con el ceño fruncido. -¿Pasa algo, cariño?

– No, sólo… No. No pasa nada.

Me volví y fui al cuarto, dejando un poco abierta la puerta, para poder salir cuando Cambiara, si es que lograba hacerlo. Por suerte a nadie le pareció extraño que quisiera Cambiar en privado. Es lo que hace la mayor parte de la Jauría. No importa la confianza que se tenga con alguien, hay cosas que uno no quiere que los demás vean. Clay era la excepción, como en todas las cosas. No le importaba quién lo viera Cambiar. Para él era un estado natural y nada de qué avergonzarse. Aunque a la mitad del Cambio uno fuese algo digno de un circo. Para Clay, la vanidad era otro concepto extraño de los humanos. Nada natural debía ocultarse. Las cerraduras de los baños en Stonehaven están rotas desde hace veinte años. Nadie se molesta en arreglarías. Algunas cosas no vale la pena discutirías con Clay. Pero trazábamos la raya con respecto a Cambiar.

Pasé al otro lado de la cama para que nadie pudiera verme a través de la abertura de la puerta. Entonces me puse en el piso y me concentré esperanzada. No pasó nada por cinco largos minutos. Empecé a sudar e intenté con más ahínco. Pasaron varios minutos más. Creí sentir que las manos se me convertían en zarpas, pero cuando miré, eran sólo mis dedos muy humanos hundidos en la alfombra.

Por el rabillo del ojo vi moverse la puerta. Una nariz negra se metió en el cuarto. La siguió un morro dorado. De un salto, cerré la puerta antes de que Clay pudiera verme. Gimió con tono interrogativo. Gruñí, con la esperanza de que el sonido fuera suficientemente canino. Clay respondió con otro gruñido y se alejó de la puerta. Un respiro, pero breve. En menos de cinco minutos lo intentaría de nuevo. Clay era muy impaciente.

Empujé un poco la puerta para poder abrirla si Cambiaba -cuando, por favor; cuando Cambiara-. Pero por las dudas pensé en un plan alternativo. ¿Tomar algo de ropa y escapar por la ventana? Mientras evaluaba si podría saltar por la ventana, comencé a sentir un cosquilleo en la piel que se me estiraba. Miré y me encontré con que se me engrosaban las uñas, se me acortaban los dedos. Con un fuerte suspiro de alivio cerré los ojos y dejé que la transformación siguiera su curso.