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– Buscamos perros salvajes -dijo la mujer-. No gente.

Con la excitación de la caza se puede cometer cualquier error. Dado que son mis tierras, no quiero correr ese peligro. Yo uso este bosque. Por eso no permito cazadores aquí. Ahora, si van a mi casa terminaré mi caminata y los veré allí. Les puedo dar mapas de la propiedad y alertar a mis invitados para que no vengan al bosque mientras estén aquí. ¿Les parece razonable?

La pareja se había unido al muchacho en las quejas, pero el hombre mayor parecía estar pensándolo, sopesando los inconvenientes versus lo correcto. Justo cuando pensé que el hombre iba ¡a aceptar sonó una voz detrás de mí.

– ¿Qué carajo pasa aquí?!

C1ay salió del bosque. Yo me estremecí y me pareció ver que Jeremy hacía lo mismo, aunque pudo haber sido un efecto de la luz del sol a través de los árboles. Clay se detuvo al borde del claro y miró al grupo de gente, a nosotros y de vuelta al grupo.

– ¿Qué carajo hacen aquí? -dijo, acercándose al grupo de gente.

– Buscan los perros salvajes -dijo Jeremy suavemente.

Clay tenía los puños apretados al costado del cuerpo. Su furia se sentía de lado a lado del claro. El otro día, cuando escuchamos a los cazadores en el bosque. Clay estaba furioso. Habían invadido su territorio. Pero pudo controlarse porque no había visto a los intrusos, se le había prohibido acercárseles y olerlos y reaccionar siguiendo su instinto. Esto era distinto. Los intrusos ya no eran armas invisibles que disparaban en la oscuridad, sino seres humanos, parados delante de él, blanco de su ira.

– ¿No vieron los malditos carteles al entrar? -gruñó, volviéndose hacia el joven, el más fuerte del grupo -. ¿O son demasiadas sílabas para que ustedes las entiendan, carajo?

– Clayton -lo alertó Jeremy.

Clay no lo oyó. Me di cuenta de que sólo podía sentir la sangre que resonaba en sus oídos y la necesidad de defender su territorio que aullaba en su cerebro. Se acercó más al joven. El muchacho retrocedió hacia un árbol.

– Esto es propiedad privada. ¿Entienden lo que eso significa?

Jeremy bajó del puente y yo lo seguí. Habíamos llegado al centro del claro cuando se oyó otro sonido en el bosque. Un perro de caza aullando. Un perro siguiendo un rastro. Miré a Jeremy y a Clay. Ambos se habían detenido a escuchar, tratando de ubicar de dónde venía el sonido. Volví hacia el puente. El aullido del perro se acercaba y se repetía más y más rápido, lleno de alegría por el triunfo. Había encontrado su objetivo. Había olido el cuerpo bajo el puente.

Di otro paso hacia atrás. Antes de que pudiera pensar, el perro salió del bosque. Se dirigía derecho a mí, sin ver, su cerebro dominado por el olor. Llegó a un metro de mí y se detuvo. Olía algo más. Yo.

El perro me miró. Era una cruza de ovejero y lebrel colorado. Por un segundo bajó el hocico y parpadeó confundido. Entonces alzó la cabeza y gruñó. No sabía qué era yo, pero no le gustaba lo que olía. Uno de los hombres gritó. El perro lo ignoró. Volvió a gruñir, alertándome. El hombre mayor dio un salto hacia delante y corrió hacia el perro. Viendo que se evaporaba mi oportunidad, miré al perro a los ojos y le mostré mis dientes. Ven a pelear. Lo hizo.

El perro me atacó. Sus dientes tomaron mi antebrazo. Caí al suelo, alzando mis brazos como para protegerme. El perro me aferró con fuerza. Cuando sus dientes se hundieron en mi brazo, lancé un aullido de dolor y temor. Pateé débilmente a la bestia, tocando apenas su estómago. Escuché un tumulto. Algo arrastró al perro hacia atrás, tirando de mi brazo. Cuando el perro quedó exangüe. Soltó mi brazo. Vi a Clay parado sobre mí, con las manos aún tomando la garganta del perro muerto. tiro el cadáver a un costado y se puso de rodillas. Hundí la cabeza en mis brazos y comencé a sollozar.

– Vamos, vamos -dijo, abrazándome y acariciando mi pelo -. Ya pasó.

Se esforzaba por no reír, pero se sacudía por el esfuerzo. Resistí el impulso de pellizcarlo y seguí gimoteando. Mientras seguíamos sentados en el suelo, el alboroto se hacía mayor Jeremy exigió saber quién era el dueño del perro y si sus vacunas estaban al día. La gente del grupo gritaba sus disculpas. Alguien fue en busca del dueño del perro. Clay y yo nos quedamos en el suelo, yo sollozaba y él me consolaba. Lo disfrutaba demasiado, pero no me atreví a pararme por temor a que la gente advirtiera que no había lágrimas en mis ojos y que me veía llamativamente compuesta para ser una joven a la que había atacado una bestia salvaje.

Pasados unos minutos apareció el dueño del perro, y no estaba nada feliz de encontrarse a su sabueso favorito muerto. Cambió de tono cuando supo lo sucedido y comenzó a prometer que pagaría los gastos médicos, temiendo probablemente un juicio. Jeremy lo sermoneo por dejar a su perro suelto en propiedad privada. Cuando Jeremy acabó, el hombre le aseguró que el perro estaba vacunado y luego se llevó el cadáver con ayuda del joven. Esta vez, cuando Jeremy les dijo que se fueran, nadie lo discutió. Cuando se acabó el caos me saqué a Clay de encima y me puse de pie.

– ¿(Cómo está tu brazo? -preguntó Jeremy, viniendo hacia mi. Examiné la herida. Había cuatro agujeros de donde aún manaba sangre, pero no me había desgarrado. Abrí y cerré el puño. Dolía mucho pero todo parecía funcionar bien. No me preocupé demasiado. Los licántropos cicatrizan rápido, lo que probablemente fuera el motivo por el que nos lastimábamos al jugar sin preocuparnos mucho.

– La primera herida de guerra -dije.

– Ojalá sea la última – dijo Jeremy cortante, tomando mi brazo para examinar el daño. Pudo ser peor, supongo.

– Sí que lo hizo bien Elena – dijo Clay.

Lo miré con odio.

– No habría tenido que hacerlo si no hubieras venido gritando como un loco. Jeremy ya casi se los había sacado de encima cuando llegaste.

Jeremy se movió a la izquierda, impidiéndome ver a Clay, como si fuéramos peces siameses de riña que no pudiéramos atacar si no nos veíamos.

– Ven conmigo a la casa y te limpiaremos el brazo. Clay, hay un cuerpo bajo e1 puente. Ponlo en el cobertizo y nos desharemos de él esta noche.

– ¿Un cuerpo?

– Un chico. Probablemente fugado.

– ¿Quieres decir que ese callejero trajo un cuerpo…?

– Sácalo de aquí antes de que decidan volver.

Jeremy me tomó del brazo sano y me alejó antes de que Clay pudiera discutir.

Camino de la casa hablamos. O debo decir que Jeremy habló y yo escuché. Cada hora que pasaba, el peligro parecía aumentar. Primero nos habían visto en la ciudad. Luego encontramos un cuerpo en la propiedad. Entonces tuvimos un choque con la gente del lugar, llamando la atención y provocando sospechas. Todo en doce horas. El callejero tenía que morir. Esa misma noche.

Cuando Clay volvió a la casa quiso hablar con Jeremy y conmigo. Yo inventé una excusa y me fui a mi cuarto. Sabía lo que quería decir. Quería pedir disculpas por complicar las cosas. por enfrentarse con la gente y crear problemas. Que lo absolviera Jeremy. Era su tarea.

Después de charlar con Clay. Jeremy llevó al resto al estudio. Mientras él les contaba a los demás lo que había sucedidofui a mi cuarto y llamé a Philip. Me contó sobre una campaña publicitaria en la que trabajaba, algo respecto de condominios frente al lago. Tengo que admitir que no presté mucha atención a sus palabras. En cambio, escuché su voz, cerrando los ojos e imaginando que estaba junto a él, en un lugar en el que los cadáveres en el patio trasero hubiesen sido motivo de horror indescriptible y no motivo para concretar planes de exterminio. Traté de pensar como lo hubiera hecho Philip, sentir compasión y pena por ese chico muerto, una vida tan plena como la mía liquidada.

Mientras Philip hablaba, yo estaba pensando en la noche con Clay. No necesitaba esforzarme mucho para saber cómo lo haría sentir eso a Philip. ¿Qué diablos había estado pensando? No pensé y ese fue el problema. Si antes no sentía culpa, la sentía ahora, escuchando a Philip e imaginando cómo reaccionaría si supiera dónde pasé la noche. Yo era una idiota. Tenía un hombre maravilloso que se preocupaba por mí y yo andaba de juerga con un monstruo que me había traicionado de la peor manera posible.