Nuevamente mi cerebro rechazó la idea. Brandon sólo había escapado hacía un par de meses. A un licántropo le llevaba más tiempo recuperarse del shock de haber sido cambiado. ¿O no? ¿Era imposible que se hubiese recuperado tan rápido? Tenía que admitir que no. Mi propia recuperación se había visto dificultada por mi negativa a aceptar lo que me había sucedido. ¿Y qué pasaba si no era así? ¿Qué pasaba si alguien quería la maldición, estaba preparado, la anhelaba? Ahí podía estar la diferencia.
Pero había algo más que no tenía sentido. ¿Qué hacía Brandon allí? Si era un licántropo hereditario, eso explicaría por qué sabía de Bear Valley, la Jauría y Stonehaven. ¿Cómo podía saber acerca de eso un licántropo recién convertido? Pero Brandon sabía. Sabía mucho. Me había llamado por mi nombre. Más de una vez, dijo haber oído cosas sobre mí. ¿De quién? De otro licántropo, por supuesto. Un licántropo experimentado. Pero los callejeros no hacían eso. No permitían vivir a los licántropos mordidos y mucho menos les hablaban o los ayudaban. Era imposible. No, me corregí. Imposible no. Sólo tan increíblemente improbable que mi cerebro se negaba a pensar en las implicancias.
No podía pensar en eso ahora. Teníamos un problema más serio entro manos que descubrir los porqué y los cómo de la existencia de Brandon. Bastaba con su existencia. Terminar con ella no sería tan sencillo. No era un chico descuidado, sino algo más peligroso: un asesino. Giré y busqué a Clay, con la intención de alertarlo. Entonces advertí que no serviría de nada. Brandon era un asesino del mundo humano. Si le decía a Clay que Brandon era contador diplomado hubiese tenido el mismo efecto. No lo entendería.
Salté del extremo de la barra y avancé en medio de los rezagados de la multitud. En el fondo, Brandon seguía jugando con su comida que de vez en cuando daba un respingo. Para cuando llegué atrás la multitud ya estaba afuera de la sala y apretujada en el corredor. Seguí avanzando. Brandon volvió a jugar con su presa y saltó. Tenía los colmillos hundidos en el antebrazo del hombre, cuando advirtió mi presencia. Gruñó con incertidumbre, su cerebro ahogado en sangre tardó en reconocerme.
Me detuve. Nos miramos. Pensé en lo peligroso que era enfrentarlo así. Pensé en los ojos de Brandon que brillaban con deseo casi carnal al hablar de matar. Pensé en lo que podría hacerme antes de que Caly llegara en mi ayuda. Funcionó. Comencé a oler a temor. Lo que llamó la atención de Brandon. Dejó su presa y se lanzó contra mí. Esperé hasta que estuviera en el aire, luego giré y corrí. Por supuesto que me siguió. La presa que se escapa es mucho más divertida que la variedad casi comatosa.
Di la vuelta hacia el muro de atrás para evitar que Brandon fuera hacia la salida. Corrí detrás de la barra y me dirigí hacia las escaleras del tablado. Cuando estaba por pisar el primer escalón, viré y corrí hacia el corredor que llevaba a los baños. Allí estaba Clay. Lo pasé y me detuve resbalando. Detrás de mí, Brandon hizo lo mismo, con sus uñas chillando en el linóleo. Al girar, vi a Brandon parado frente a Clay. Movía la cabeza de lado a lado, con las aletas de la nariz abiertas, nuevamente dudando. Su nariz le decía que Clay era un licántropo y una parte de su cerebro que apenas funcionaba le indicaba que era motivo de preocupación. Gruñó tentativamente. El pie de Clay le dio bajo el hocico y lo lanzó de espaldas. Antes de que Clay pudiera acercársele nuevamente, Brandon se puso de pie, giró y huyó. Clay corrió detrás de él y desaparecieron rumbo al cuarto principal. Para cuando llegué allí, Clay ya había arrinconado a Brandon en el escenario.
Yo estaba casi en el escalón más alto que daba al escenario cuando Brandon saltó sobre el borde, seguido de un resonante: “¡Carajo!" Clay saltó al borde y luego al suelo antes de que pudiera darme vuelta. Bajé corriendo la escalera y corrí a la salida para impedir que Brandon saliera por allí. El corredor seguía atestado. Nadie salía ni entraba.
Brandon no fue hacia la salida. Hizo una curva hacia el rincón posterior del cuarto. Clay lo seguía de cerca. Contuve el impulso de seguirlo y me quedé en mi puesto junto a la salida. Brandon corrió hacia el rincón, quizá porque le resultaba vagamente familiar. Cuando llegó, casi choca contra el muro. Giró e hizo una vuelta cerrada, tropezándose con el cuerpo en el suelo. Esta vez, el hombre no se movió. Sus ojos muertos miraban el techo. Recuperándose del tropezón, Brandon volvió hacia el rincón esperando que allí se materializara una puerta. Finalmente advirtió que estaba atrapado y se volvió para enfrentar a Clay.
Por varios segundos Clay y Brandon se miraron. Sentí por primera vez ansiedad. Ni siquiera Clay estaba a salvo frente a un licántropo en forma de lobo. Sentí la tensión que zumbaba en mi cuerpo. El instinto me decía que protegiera a Clay mientras que el sentido común me indicaba que cuidara la salida.
Brandon quebró el impasse con un gruñido. Se agachó, alzando las caderas. Clay no se movió. Brandon volvió a gruñir como si lo estuviera alertando. Luego saltó. Clay se dejó caer y rodó a un costado. Brandon cayó de golpe y patinó sobre el linóleo. Antes de que pudiera recuperarse Clay se le echó encima. Tomó a Brandon de la piel suelta de atrás de la cabeza y puso su pierna sobre la espalda de Brandon. Luego aplastó la cabeza de Brandon contra el suelo, inmovilizándolo.
Brandon se debatió enfurecido. Sus patas rasparon el suelo sin poder afirmarse. Gruño y resopló, tirando mordiscos, tratando de agarrar las manos de Clay. Clay puso su rodilla izquierda en la espalda de Brandon y lo tomó de la garganta. Cuando Clay empezaba a apretar, Brandon dio un tremendo corcovo. El pie derecho de Clay se separó del suelo, lo suficiente como para hacerlo cambiar de posición. Cuando volvía a bajarlo, vi que su pie caería en un charco de la sangre del hombre muerto.
– ¡Clay! -grité.
Demasiado tarde. Su pie dio en la sangre y su tobillo se torció, deslizándose a un costado. Brandon se lanzó hacia delante en el instante justo y se sacó a Clay de encima. En ese instante Brandon vio la salida y se lanzó hacia allí.
No intenté cerrarle el paso. Podría haberme hecho a un lado sin esfuerzo. En vez de ello, cuando pasaba, me lancé hacia él y tome su piel con las dos manos. Caímos juntos. Al rodar, tiró un mordiscón a mi brazo. Traté de evitarlo, pero no con suficiente rapidez. Uno de sus caninos enganchó la piel de mi antebrazo, abriéndola hasta el codo y reabriendo la herida de la mañana. Me quedé sin aire al sentir el dolor en el brazo. No lo solté, pero aflojé mi mano izquierda. A Brandon le bastó para liberarse. Clay llegó un segundo tarde. Brandon ya corría por el corredor. El otro extremo seguía congestionado de gente, pero de algún modo lograron abrir paso al ver venir a Brandon.
Clay iba a perseguir a Brandon, pero yo extendí la mano y lo tomé de la camisa.
– No. Dije- No debemos salir juntos.
– Cierto… Tú síguelo. Yo saldré de nuevo por la ventana.
No sabía cómo podría lograrlo, a menos que hubiese desarrollado la capacidad de escalar muros, pero no había tiempo de debatir la cuestión. Asentí y corrí por el corredor. Al salir por la puerta me encontré en medio de un caos mucho peor que el que había habido dentro del local. La multitud se había detenido a la salida. Alguna gente se veía conmocionada. El resto no se movía porque no quería perderse nada. Además había llegado toda la fuerza policial de Bear Valley y un batallón de agentes del estado, la mayoría de los policías seguían medio dormidos, dando vueltas en confusión. Aullaban las sirenas. Los policías ladraban instrucciones. Nadie los escuchaba. No había señal de Brandon.