Me quedé allí un minuto, orientándome. Finalmente pude filtrar los necesarios centrarme en las pistas. A mi izquierda había una barricada volcada. Uno de los de la fiesta señalaba el camino. Tres policías corrían hasta él. Los seguí. Cuando logré pasar la barricada caída encontré que otro grupo de policías ya lo perseguía. Cubrían el camino, gritando instrucciones y señalando un callejón. Cuando dos agentes comenzaron a correr hacia allí, alguien los detuvo, diciendo que no había por qué correr, era un callejón sin salida. Brandon estaba atrapado.
Yo estaba estudiando la zona, viendo si podría llegar a Brandon antes que los policías y preferentemente sin interceptar ninguna bala suelta. Cuando bajé del cordón, alguien me tomó del brazo. Me volví para ver un agente del estado, cuarentón.
– Vuelva detrás de la línea, señorita. No hay nada para ven
– Gracias a Dios -suspiré-. He estado tratando de encontrar a alguien. Nadie presta atención… todos… -Me detuve a respirar -Adentro. hay… hay un perro, un perro inmenso. Gente lastimada. Mi novio…
El agente maldijo y dejó caer mi brazo. Se volvió al grupo más cercano de policías que se dirigían hacia el camino.
– ¡Hay gente adentro! – gritó – ¿Alguien se fijó si hay heridos?
Un policía se volvió y dijo algo que no escuché. Me deslicé hacia atrás mientras los dos agentes gritaban y gesticulaban. Aparentemente. Ninguno de los dos sabía quién estaba a cargo o si habían pedido ambulancias o si alguien había entrado. Otros más sumaron sus opiniones. Varios corrieron hacia el local. Yo crucé la calle. Nadie se dio cuenta.
Aún había suficientes agentes haciendo guardia a la entrada del callejón como para que yo no pudiera meterme allí y enfrentar a Brandon. Busqué una salida. Avanzaba por un callejón cercano, cuando escuché sonar un tacho de basura. A la distancia vi movimiento iluminado por la Luna. Una figura de cuatro patas apareció sobre una pared de ladrillo. Se agachó y saltó. Obviamente el callejón no estaba tan bloqueado como esperaban los policías aunque hay que reconocer que por cierto no iban a esperar a que un animal saltara sobre un muro de tres metros de alto.
Iba a correr hacia el muro cuando advertí que Brandon escapaba en dirección opuesta hacia mí. Esperé. Cuando Brandon se acercó lo suficiente como para verme, corrí y salté por sobre su espalda, cayendo a tierra detrás de él con una vuelta de carnero y aterrizando en pose de corredor. Fue un movimiento absolutamente perfecto que no podría repetir jamás. Por supuesto que no había nadie allí para apreciarlo. Calculé correctamente. El deseo de Brandon de perseguirme superó su instinto de supervivencia. Cuando di vuelta a una esquina me siguió. Corrí por los callejones, alejándolo de la calle bloqueada y de la policía. Una o dos veces sentí el olor de Clay. Estaba cerca, a la espera de poder emboscarlo, pero el lugar no era apropiado. Finalmente miré a lo largo de un callejón que salía a un camino. Al otro lado, la sección industrial se abría a un parque con árboles. Perfecto. Un lugar para Cambiar y emboscar a Brandon sin peligro y luego sacar su cuerpo.
Corrí hacia el camino. Desgraciadamente, olvidé la norma más elemental del jardín de infantes. Salí al camino sin mirar. Cruce directamente delante de un camión, tan cerca que el viento me hizo caer. Rodé a un costado del camino y me puse de pie de un salto. Al girar, escuché un disparo. Brandon cruzaba el camino cuando el disparo lo alcanzó. Su cabeza estalló en una explosión de sangre y cerebro. La fuerza del estallido lo lanzó a un costado, delante de un auto. El auto lo golpeó, produciendo un ruido enfermante, luego se salió de control, con el cuerpo de Brandon incrustado en la parrilla. No necesitaba ver más. Brandon había muerto en cuanto le dio la bala. Las balas de plata eran un buen toque gótico, pero no hacían falta para matar a un licántropo. Cualquier cosa que mate a un ser humano o un lobo nos puede liquidar también a nosotros.
Se juntaba una multitud en torno del cuerpo maltrecho de Brandon. Todo lo que podían ver era un canino marrón muy grande y muy muerto. No se volvería humano. Esa era otra falsedad respecto de los licántropos. De acuerdo al mito, los licántropos se vuelven humanos cuando son heridos. Hay millones de leyendas de granjeros o cazadores que matan un lobo, pero cuando rastrean a la bestia herida se encuentran -¡ay Dios!- con huellas humanas ensangrentadas. Lindo truco, pero no funciona así. Lo que es bastante bueno, porque de lo contrario estaríamos cambiando de forma cada vez que unn hermano de la Jauría nos pellizca un poco fuerte. En realidad sería muy inconveniente. La verdad es que si mueres siendo lobo mejor te olvidas de los planes para un funeral de cuerpo presente. Los restos de Brandon serían llevados a la Sociedad Protectora de Animales de Bear Valley y se desharían de ellos sin ceremonia ni autopsia. Jamás encontrarían a Scott Brandon, el asesino escapado de Carolina del Norte.
– Carajo, espero que le den un entierro apropiado – dijo una voz detrás de mí-. El pobre bastardo desorientado seguro que merece un buen entierro, ¿no le parece?
Me volví hacia Clay y sacudí la cabeza.
– Hice un desastre.
– No. Está muerto. Ese era el objetivo. Hiciste las cosas bien, cariño.
Puso su brazo en torno de mi cintura y se inclinó para besarme. Me le escapé.
– Tenemos que irnos. dije- A Jeremy no le gustaría que nos quedáramos.
Clay intentó tomarme nuevamente, tratando de decir algo. Giré rápidamente y caminé calle ~ Él vino enseguida trotando detrás de mí. La caminata hasta el estacionamiento fue silenciosa.
Dimos la vuelta a la esquina del almacén, donde habíamos dejado el Exploren. El estacionamiento estaba oscuro, las luces se apagaban al cerrar los negocios: Bear Valley era la clase de lugar en donde la luz aún se usaba para los clientes y no pensando en la seguridad. El Explorer estaba estacionado en el fondo del lote, junto a una verja de cadenas. Había algunos autos más cuando llegamos pero ahora no, dado que los bares legales habían cerrado hacía rato. Saqué las llaves de la cartera. Sonaron fuerte en el silencio.
– Hijo de puta -murmuró Clay.
Me di vuelta, pensando que el sonido de las llaves lo había sobresaltado, pero miraba al Explorer. Anduvo más lento y sacudió la cabeza.
– Parece que alguien logró tomar el vuelo de la noche – dijo. Seguí su mirada. Había un joven de pelo claro y barbado sentado en el asfalto, apoyado en la rueda delantera del Explorer con los tobillos cruzados. Un bolsón a su lado. Logan. Sonreí y empecé a correr. Detrás de mí, Clay gritó. Lo ignoré. Había esperado un año paro ver a Logan. Clay podía meterse los celos en el culo. Mejor aún, podía irse caminando a Stonehaven, maldiciendo. Al fin de cuentas, yo tenía las llaves.
– ¡Ey! -exclamé-. Llegas una hora tarde. Te perdiste el entretenimiento.
Ahora podía oír a Clay corriendo, gritando mi nombre. Me detuve delante de Logan y le sonreí.
– Te vas a quedar sentado o…
Me detuve. Los ojos de Logan miraban al otro lado del estacionamiento. En blanco. Sin ver. Muertos.
– No -susurré-. No.
Escuché apenas a Clay que me alcanzaba corriendo y sentí sus brazos tomándome cuando caía hacia atrás. Un aullido ensordecedor partió el silencio de la noche. Alguien aullaba. Era yo.
DOLOR
No recuerdo cuando volví a Stonehaven, Supongo que Clay me metió en el Explorer. Luego colocó el cuerpo de Logan en el compartimiento de atrás y nos llevó a casa. Recuerdo vagamente haber entrado a la casa por la puerta del garaje y ser recibidos por Jeremy en el corredor preguntando lo qué había pasado con el callejero. Debe de haber visto algo en mi rostro porque no terminó la pregunta. Pasé junto a él. Detrás de mi escuché a Clay decir algo, escuché la maldición de Jeremy, oí correr a los demás que habían escuchado y comenzaron a aparecer de los lugares donde habían estado esperándonos. Yo seguí hacia la escalera. Nadie trató de detenerme. O quizás si y no l recuerdo. Fui a mi cuarto, cerré la puerta, descorrí la cortina de mi cama y me metí en su santuario oscuro y silencios.