Ese día me quedé parada allí, mirando las tumbas y esperando. Volverían. Lo sabía. Había visto los ataúdes y pude ver a mi madre dentro de uno de ellos, vi a los hombres bajar los cajones y cubrirlos de tierra. No importaba. Volverían. No tenía ninguna experiencia con la muerte real, sólo la cosa ruidosa y chillona que se veía en los dibujos animados los sábados por la mañana, en los que el coyote moría y volvía a morir pero siempre volvía para intentar otro plan idiota antes de que se terminara el asunto. Así funcionaba. La muerte era temporaria, sólo duraba lo suficiente como para provocar la risa en niños vestidos con piyamas, sentados de piernas cruzadas delante del televisor, llenándose de cereales. Hasta había visto un truco cuando mi padre me llevó a un show de magia en la fiesta de Navidad de su oficina. Habían puesto a una mujer en una caja, la cortaron por la mitad e hicieron girar la caja. Cuando reabrieron la puerta, salió de un salto, sonriente y completa, recibiendo los vítores y las risas de la gente. Y mis padres saldrían de sus cajas enterradas del mismo modo, sonrientes y enteros, la cabeza de mi padre donde debía estar. Era una broma. Una broma maravillosa y aterrorizante. Todo lo que tenía que hacer era esperar a que se terminara. Parada junto a las tumbas de mis padres, comencé a reír. El pastor se volvió hacia mí, condenándome con la mirada por ser una niñita sin sentimientos. No me importó. Él no sabia de la broma. Me quedé allí, sonriente y esperando… esperando.
Mirando la tumba de Logan, anhelé que esa fantasía retornara, que me permitiera pensar que él iba a volver, que la muerte era sólo temporaria. Pero ahora sabía la verdad. Muerto es muerto. Enterrado es enterrado. Se fue. Caí de rodillas, aplastando las flores en mis puños. Algo se quebró dentro de mí. Caí hacia delante y aullé mi pena sobre una tierra indiferente. Aullé hasta que mis gritos se transformaron en hipos y gañidos, el único sonido que salía de mi garganta maltrecha. Luego me acurruqué sobre la tierra removida y la sentí bajo el peso de mi cuerpo, como si la tumba se abriera para recibirme. Me cubrí el rostro con los brazos y empecé a sollozar. Pasados unos minutos, una voz logró llegar a mi mente. No era la de Jeremy, que estaba en silencio junto a mí, sabiendo que no debía interferir. Aquél era el único que se atrevía a interferir.
– Ahora! -gritaba Clay-. No puedo escucharla y no…
La voz de Jeremy, palabras dichas en un susurro suave y contenido.
– ¡No! -gritó Clay-. No pueden hacerle eso. A Logan. Ni a ella. No me voy a quedar quieto…
Otro murmullo que lo interrumpió.
– ¡Dios! Cómo puedes… -La voz de Clay se ahogó en su propia furia.
Escuché algo, un roce en las ramas, Jeremy alejando a Clay, llevándoselo al interior del bosque, dejándome con mi dolor. Echada sobre la tierra, los escuché. Clay quería ir en busca del asesino de Logan, ni mañana, ni esta noche. Ahora mismo. Jeremy trataba de disuadirlo, diciéndole que aún era de día, estaba demasiado enojado, necesitaban planificar la cosa. No importaba lo que Jeremy dijera ni si lo que decía tenía sentido. La tormenta de la furia de Clay ahogaba toda lógica. Sabía cuál sería el resultado. Sabía lo que Clay iba a hacer con o sin permiso de Jeremy. Al frotar mis manos llenas de tierra sobre mi rostro húmedo, el miedo superó el dolor. Mientras discutían me levanté, salí silenciosa del bosque y fui rápido a la casa.
Diez minutos más tarde, Clay abrió la puerta de su auto y se dejó caer pesadamente en el asiento detrás del volante.
– ¿A dónde vamos? -pregunté. Mi garganta apenas me permitía susurrar.
Se sobresaltó y volviéndose me vio acurrucada a su lado.
– Vas por él -dije antes de que pudiera decir nada-. Quiero estar allí. Lo necesito.
Eso era cierto en parte. Necesitaba exorcizar de alguna manera mi dolor y, al igual que Clay, sólo conocía una manera de hacerlo. La venganza. Cuando pensaba en que un callejero había matado a Logan, la furia que me llenaba casi me daba miedo. Se retorcía dentro de mi cuerpo como una víbora demoníaca, incitando a cada parte de mi cuerpo a sentir la furia, moviéndose tan rápido y tan sin control que tuve que apretar los puños y contenerme para evitar golpear algo. Había pasado por momentos de furia así desde la niñez. Entonces me había sentido frustrada por mi incapacidad de usarla, de actuar de algún modo efectivo. Hoy podía usar la furia más de lo que jamás creí posible. Lo que la hacia aún más aterrorizante. Ni siquiera sabía qué pasaría si me entregaba a ella. Saber que estaba poniéndome en acción al salir en busca del asesino me ayudaba a controlar mi ira.
Había otro motivo para ir con Clay. Temía dejarlo solo, temía que si yo no estaba allí para cuidarlo habría otra tumba en el bosque. Esa idea me hizo sentir cosas que ni siquiera podía admitir.
– ¿Estás segura? -preguntó, girando la cabeza hacia mí-. No tienes que venir.
– Sí, tengo que hacerlo. No trates de detenerme o le diré a Jeremy que te has ido. Le diré que te lo prohíba. Y si ya te has ido, lo llevaré hasta ti.
Clay extendió la mano para tomarme, pero yo miré por la ventana. Luego de un momento de silencio, se abrió la puerta automática del garage con un chirrido y el motor del auto se encendió con un rugido. Retrocedió por el camino de salida a toda velocidad y ya estábamos en la ruta hacia Bear Valley.
Camino de Bear Valley, la bruma de dolor y furia que giraba en mi cerebro se disipó ante la perspectiva de acción: acción clara y definitiva. Centré mi mente en eso. Cualquier impulso de correr a Bear Valley y buscar enloquecidamente al asesino de Logan se disipó bajo el peso frío de la realidad. Necesitábamos un plan. Al entrar en Bear Valley, quedamos en medio del tráfico y tuvimos que esperar todo un cambio de luces en el semáforo antes de poder girar a la izquierda de una calle principal a otra.
Cuando el segundo semáforo se puso rojo, Clay lo pasó, ignorando los bocinazos.
– ¿Sabes a dónde vas? -le pregunté.
– A estacionar.
– ¿Y luego…?
– A encontrar al hijo de puta que mató a Logan.
– Buena idea. Un plan preciso. -Me tomé de la manija de la puerta cuando Clay giró en la entrada del único estacionamiento público del centro del pueblo. -No podemos cazarlo ahora. Es de día. Y si encontramos al callejero, no podemos hacer nada.
– ¿Qué sugieres? ¿Disfrutar de la cena mientras el asesino de Logan anda suelto?
Aunque no había comido desde la noche anterior, mi estómago rechazó la idea de comer. Quería ir en busca del asesino de Logan tanto como Clay, pero debía ser cautelosa. Por más que me repeliera la idea de que algo pudiera distraernos de vengar a Logan, eso era lo que teníamos que hacer. Distraernos unas horas.
– Debemos investigar lo que pasó anoche.
Clay se metió en un espacio para estacionar.
– ¿Qué?
– Descubrir cómo reacciona el pueblo ante lo que sucedió en la fiesta de anoche. Evaluar el daño. Aún buscan más perros salvajes? ¿Van a hacer algo con el cuerpo de Brandon? ¿Té vio alguien saltar desde la ventana de un piso alto? ¿Alguien me vio con el callejero?
– Por Dios, ¿a quién le importa lo que vieron o pensaron?
– ¿A ti no? ¿No te preocupa que estudien lo que queda de Scott Brandon y encuentren algo un poco extraño? Es tu patio trasero Clay. Tu hogar. No te puedes dar el lujo de que no te importe.