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No vacilé mucho antes de aceptar la segunda opción. No porque quisiera que alguien me preparara el desayuno, sino porque sabía que si íbamos a la casa primero, no vendríamos a nadar. Pasaría algo. El mundo real destruiría este mundo de fantasía que habíamos construido con tanto cuidado desde anoche. No quería que se acabara. Unas pocas horas más, un poco más de tiempo para hacer de cuenta que realmente podía ser así, Clay y yo juntos como amantes y compañeros de juegos, sin pasado ni futuro que viniera a interrumpir nuestra utopía.

Cuando dije que "sí" a nadar primero, Clay sonrió y me besó y se puso de pie de un salto.

– ¿Una carrera? ¿El que llega primero arroja al otro al agua? Hice de cuenta que lo pensaba, y entonces me puse de pie y escapé. Cinco segundos tarde, advertí que había escogido el camino equivocado al oír a Clay corriendo en medio de los arbustos a mi izquierda. Y aunque giré hacia allí, fue demasiado tarde. Al llegar corriendo al claro en torno a la laguna vi a Clay parado en la orilla alta del norte, sonriente.

– ¿Te perdiste, cariño? -Dijo.

Me fui hacia él, arrastrando el pie derecho.

– Malditas enredaderas -murmuré-. Creo que me torcí el tobillo.

Una pensaría que pasados tantos años él sabría que lo estaba engañando. Pero cuando llegué a la orilla, se me acercó lleno de preocupación. Esperé a que se agachara para mirar mi tobillo y lo lancé a la laguna.

Una hora más tarde ibamos tropezando hacia la casa, aún desnudos, sin darnos cuenta y sin que nos importara. Luego de nadar hicimos el amor al borde de la laguna, así que habíamos quedado como si hubiéramos estado luchando en el barro, lo que era verdad en cierto sentido. Nos lavamos rápidamente en la laguna, pero Clay aún tenía barro en una mejilla. Eso lo hacía verse como un niño travieso, además del fulgor en sus ojos y la sonrisa perdurable que se volvía risa cada vez que tropezábamos con algo por el camino.

– Panqueques, ¿verdad? -dijo mientras me ayudaba a pararme después de que me había tropezado con una raíz oculta.

– Empezando por lo primero. Nada de atajos.

– Y jamón supongo. ¿Qué más?

– Un bife.

Rió y puso su brazo en mi cintura cuando la senda se hizo lo suficientemente ancha como para que camináramos a la par.

– ¿Bife? ¿Para el desayuno?

– Dijiste que podía comer lo que quisiera.

– ¿Un poco de fruta para equilibrar la comida?

– No, pero puedes buscar tocino. Tocino y huevos.

– ¿Puedo atreverme a pedirte que me ayudes con la comida?

– Yo haré el café.

Volvió a reír.

– Muchas gra…

Se detuvo. Habíamos llegado al límite del bosque y entramos en el patio trasero. Allí, a menos de quince metros, estaba Jeremy… rodeado de cinco o seis rostros humanos poco conocidos, todos los cuales se dieron vuelta en el instante en que salimos del bosque. Clay gruñó y se puso delante de mí para cubrir mi desnudez. Jeremy se volvió rápidamente y llevó al grupo al costado. Tardaron unos segundos en moverse y algunos más en dejar de mirar.

Cuando los visitantes desaparecieron por el costado del garaje, tomé a Clay del brazo y corrimos hacia la puerta de atrás, sin parar hasta llegar arriba. Antes de que él pudiera decir algo, lo empujé a su cuarto y entré al mío. Sólo había alcanzado a ponerme ropa interior y un corpiño cuando escuché que se abría la puerta de Clay. Pensando que iría hacia abajo para enfrentar a los intrusos fui hasta mi puerta y la abrí. Pero él estaba allí.

– Ey -dijo, sonriente-. Si estás tan ansiosa porque entre a tu cuarto, debiera ofrecerte hacer el desayuno más a menudo.

– Estaba… no estás… ¿estás bien?

– Muy bien, cariño. Vine a buscarte para el desayuno mientras Jeremy se deshace de nuestros visitantes no invitados. Se inclinó hacia delante, puso una mano en mi espalda y me besó. -Y no, no voy a salir a ayudarlo. Estoy con demasiado buen humor para dejar que un montón de humanos me lo arruinen. Jeremy puede manejarlos.

– Bien -dije, poniendo los brazos en torno de su cuello.

– Me alegro de que lo apruebes. Así que vamos a preparar el desayuno, entonces podemos imaginar algunas maneras de distraernos hasta que Jeremy esté dispuesto a revelarnos sus planes para Marsten y Cain.

Cuando se inclinaba para besarme nuevamente, alguien carraspeó en la puerta. Miré por sobre el hombro de Clay y vi a Jeremy con los brazos cruzados y una leve sonrisa.

– Lamento interrumpir -dijo- pero necesito a Elena abajo. Preferentemente vestida si es que queremos deshacernos alguna vez de estos hombres.

– Si, señor -dije, separándome de Clay-. Enseguida voy.

– Un momento -dijo Clay cuando Jeremy salía del cuarto- necesito hablarte.

Salieron. Pude escuchar a Clay que le pedía disculpas por su conducta de la noche anterior, pero rápidamente dejé de escucha; para no entrometerme. Terminé de vestirme, me pasé un peine por el pelo, me miré al espejo y luego salí al corredor. Jeremy y Clay seguían allí.

– Voy a hacer el desayuno -dijo Clay, yendo hacia las escaleras -. Que te diviertas, cariño.

– Estoy segura de que si -dije. Al bajar, miré por sobre el hombro a Jeremy. -Lamento que hayamos andado por el bosque desnudos. No esperábamos visitas.

– No tenían por qué -dijo, mientras me llevaba hacia la puerta de atrás-. No tienes que pedir disculpas. Aquí deberías poder ir y venir como quisieras. Estos malditos intrusos… -Sacudió la cabeza y no terminó.

– ¿Qué pasa esta vez?

– Otra persona desaparecida.

– ¿El muchacho del otro día?

Jeremy sacudió la cabeza y me abrió la puerta para que pasara.

– Esta vez se trata de uno de los hombres que encontramos en nuestra propiedad el jueves. El hombre maduro. El líder.

– ¿Está desaparecido?

– No sólo desaparecido, sino que además sucede que le dejó un mensaje a un amigo diciéndole que venía aquí anoche para investigar otra vez. Algo acerca del lugar le molestaba. Quería volver a mirar.

– Ay, mierda.

– Dicho sintéticamente.

DESCONFIANZA

El grupo estaba conformado por seis personas, tres policías locales y tres civiles. Jeremy, Peter, Nick y yo salimos a ayudarlos a investigar, mientras Antonio volvía a la casa para vigilar a Clay, en caso de que no mantuviera su disposición a no interferir. Los cuatro cumplimos el papel de buenos ciudadanos, sensibles, investigando en el bosque y a la vez manteniendo alerta la nariz por cualquier cosa que no quisiéramos que encontraran los humanos. Una cosa que habría preferido que no encontraran apareció rápidamente.

– ¡rTengo algo! -gritó uno de los hombres.

– Es Mike -gritó otro, alejándose a la carrera.

Cuando todos convergían en la escena, la voz de Nick resonó, ahogada de risa apenas contenida.

– Olvídenlo. No… no es nada importante.

– ¿Qué carajo quieres decir? -dijo el primer hombre. -Quizá para ti esto sea una broma, hijo, pero…

El resto de la oración se perdió cuando llegamos al claro para encontrar a uno de la partida mirando una camisa rasgada. Había ropa rasgada por el suelo y colgando de los arbustos. Nick alzó una bombacha blanca y me sonrió.

– ¿Perros salvajes? ¿O fue Clayton?

– Ay, Dios -murmuré.

Fui a quitarle la bombacha, pero la sostuvo sobre su cabeza, sonriendo como un niño.

– Veo París, veo Francia, veo la bombacha de Elena -canturreó.

– Todos han visto mucho más que eso -dijo Jeremy-. Creo que podemos continuar con la búsqueda.

Peter quitó la camisa de Clay de una rama y la alzó para poder mirar a través de un agujero que tenía en el medio.

– Caray; ustedes sí que saben hacer daño. ¿Dónde está la cámara oculta cuando uno la necesita?

– ¿Así que esto no 1o hicieron perros salvajes? -preguntó uno de los de la partida.