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– Tendrás que coserme la pierna -dijo.

¿Coser…?

– No puedo hacerlo con una mano. -Se puso de pie y, apoyado en el lavamanos, se desabrochó los jeans con su mano buena y se los quitó con esfuerzo. Necesitaría tu ayuda para sacármelos, si no es demasiado pedir.

– Seguro -dije-. Soy buena para desnudar hombres. En cambio no sé si soy buena para coser gente. Tal vez el corte no sea tan malo. Despegué la camisa empapada desangre del muslo de Jeremy. La piel y el músculo se abrieron como el Mar Rojo, analogía muy adecuada teniendo en cuenta el chorro de sangro que salió de allí. No tenía ningún problema de ver a Jeremy sin pantalones, pero esa visión interna era más de lo que quería ver.

– Toma la toalla de mano -me dijo sentándose rápidamente y apretando una toalla grande contra el corte.

Mojé la toalla de mano, lavé la herida y luego le puse antiséptico. No trabajé lo suficientemente rápido y para cuando estaba terminando tenía sangre derramándose por mis dedos.

– Toma la cinta adhesiva -dijo Jeremy-. No, esa cinta no. La otra. Bien.

Utilizando la cinta y haciendo unas maniobras complicadas, logramos detener la hemorragia antes de que Jeremy se desmayara. Tomo algo llamativamente parecido a aguja e hilo de su kit y me lo entregó.

– Déjate de vueltas, Elena. No te va a morder. Toma la aguja y empieza de una vez. No pienses en el asunto. Simplemente frata de hacer una línea lo más recta posible.

– Suena fácil, pero tú nunca viste mi letra.

– No, pero he tenido el gusto de sufrir tus dotes de peluquera. Como dije, trata de coser en línea recta.

– Siempre te corté derecho el pelo.

– Si pongo la cabeza en cierto ángulo, está perfectamente derecho.

– Cuidado. Tengo una aguja.

– Y quizá si te hago enojar lo suficiente, te decidirás a clavármela y empezar a coser antes de que me desangre.

Me di por aludida. Pese a lo que Jeremy dijo, no fue como coser tela y tampoco podía hacer de cuenta que lo fuera. La tela no sangra. Me concentré en hacer la cosa bien, sabiendo que si no lo hacía, me harían burla por el resto de mi vida por la cicatriz de Jeremy. Estaba terminando cuando sentí un ataque de ira por el hecho de que un callejero se hubiese atrevido a hacerle esto a Jeremy, lo que me hizo pensar en cómo sucedió, lo que me hizo recordar que Peter estaba muerto. Mis manos empezaron a tensarse. La vieja serpiente de la ira comenzó a moverse en mi interior. Me detuve, tomé aire y empecé de nuevo, pero no pude evitar que me temblaran los dedos.

– De modo que enfrentamos a tres callejeros experimentados -dijo Jeremy, interrumpiendo mis pensamientos.

Tragué el nudo en mi garganta y me rendí a su intento de distraerme.

– Y al menos uno nuevo.

– No lo he olvidado, pero me preocupan más los experimentados. Son buenos -como lo demuestran mi brazo y mi pierna -pero no están al nivel de Daniel.

Corté el hilo.

– Dices eso porque conoces a Daniel. Y aunque no conozcas tanto a Marsten y a Cain, sabes qué esperar de ellos porque son como tú. Piensan como tú, reaccionan como tú, matan como tú. Los nuevos no. Los licántropos no ahorcan a la gente. Así mató Le Blanc a Logan y lo logró porque es lo último que Logan hubiese esperado. Y luego te atacó con un cuchillo. Te esperarías eso tanto como un samurai estaría atento a una patada en las bolas. Por eso Le Blanc sigue vivo. Te sorprendió. Si…

– Ya cavamos la tumba -dijo Antonio, entrando al baño-. Lo siento. ¿Interrumpo algo?

– Nada que no pueda concluirse más tarde -dijo Jeremy, poniéndose de pie y probando los puntos. Como no saltaron ni sangraron, asintió. -Perfecto. Me vestiré y veré la tumba.

CONDENA

Fui con Jeremy al lugar donde hablan enterrado a Peter. No era algo que quisiera hacer; después de haber pasado por mí última crisis junto a una tumba hacía menos de treinta y seis horas. Y Jeremy no necesitaba mi ayuda para asegurarse de que la tumba estuviera bien oculta. Pero sí necesitaba mi ayuda en otro sentido, aunque no lo hubiera admitido ni pedido. Con su pierna recién cocida, no estaba en condiciones de caminar sin alguien que lo sostuviera. Así que lo ayudé a salir al patio trasero, aunque a cualquiera que viera la escena le hubiese parecido que Jeremy era el que me ayudaba a mí. Eso era intencional. El Alfa de la jauría no podía mostrarse débil, aunque acabara de salir de una batalla en la que habla estado en riesgo su vida. No es que Antonio, Nick o Clay fueran a aprovechar una oportunidad para disputarle a Jeremy el liderazgo. Pero como la Jauría le daba al Alfa el control total, la idea de que no estuviera a la altura de la tarea, aunque más no fuera en forma temporaria, podría desequilibrar a toda la Jauría.

Jeremy debía estar sufriendo un dolor tremendo, pero no lo demostró. Aceptó apoyarse en mi brazo para ir y volver de la tumba, pero nunca se apoyó más que un mínimo imprescindible. Sólo se detuvo un segundo al volver a la casa, presumiblemente para recuperar el aliento, aunque pareció estar mirando un ladrillo descascarado en el muro del jardín.

– Supongo que ahora tendríamos que dormir -dije, fingiendo que bostezaba. Yo lo necesito.

– Tú ve -dijo Jeremy-, has tenido un par de días duros. Me reuniré con los demás y te informo mañana.

– Todos deben de estar exhaustos. Podemos reunirnos por la mañana, ¿no es cierto? No quisiera perderme nada.

– Quisiera resolverlo esta noche. Si quieres estar allí, te puedes adueñar del sofá y dormitar mientras hablamos.

Bueno, olvidemos la sutileza. Hora de un ataque pleno y frontal.

– Tú eres el que necesita dormir tu pierna te debe estar matando y también tu brazo. Nadie va a pensar que pasa algo malo si demoras la reunión hasta mañana.

– Lo puedo hacer. No aprietes los dientes así, Elena; no soy dentista como para arreglarte los que se te rompan. Si quieres ayudar, reúne a los demás y llévalos al estudio, si es que no están allí ya.

– Si quieres que te ayude de veras, puedo desmayarte de un golpe hasta la mañana.

Me dirigió una sonrisa forzada que decía que mi sugerencia sonaba más tentadora de lo que quería admitir.

– Negociemos. Puedes reunir a los otros y prepararme un trago, preferentemente doble.

Antes de la emboscada, Jeremy había podido confirmar lo que Clay y yo ya sabíamos. Que había tres callejeros en Bear Valley. También descubrió algunas cosas más. Marsten había sido el primero en llegar; antes que Cain y Le Blanc. Se había alojado en el Big Bear hacía tres días, lo que significaba que estaba en el pueblo antes de la muerte de Brandon. Luego de que unos billetes de veinte ayudaran al empleado dc la recepción a recordar reportó que un joven cuya descripción coincidía con la de Brandon lo había visitado a Marsten en el hotel varias veces. Ya no quedaba duda de que Brandon había estado involucrado con los demás. Me pregunté si Marsten había estado en la fiesta aquella noche, disfrutando de un whisky con soda mientras nos observaba a Brandon y a mí, su olor y forma ocultos en un rincón oscuro y lleno de humo. Sí, estaba segura de que había estado allí. Había visto a Brandon iniciar su Cambio, advirtió lo que iba a suceder y Se fue antes de que estallara el caos, abandonando a su protegido a su propia suerte. Los callejeros podían establecer relaciones entre sí, pero sólo mientras eran provechosas para ambas partes Una vez que Marsten vio que Brandon estaba en problemas, su única preocupación habrá sido salirse de ahí antes de verse metido en el lío.