Выбрать главу

Cain y Le Blanc llegaron al Big Bear la noche que murió Brandon. presumiblemente habían seguido a Logan desde Los Ángeles o lo encontraron en el aeropuerto. Atraparlo en Bear Valley hubiese sido poco menos que imposible. Mientras perseguíamos a Brandon, Logan ya estaba muerto, en el baúl de un auto alquilado, camino a Bear Valley. En algún punto deben de haber sabido por Marsten que Clay y yo estábamos en el pueblo, y allí surgió la idea de dejar el cuerpo de Logan cerca de nuestro auto. Supuse que era idea de Le Blanc. A Cain no le daba el cerebro para tanto y Marsten lo hubiera considerado algo denigrante para él.

No eran aún las siete cuando sonó la campanilla de la puerta. Todos alzamos la vista, sobresaltados. la campanilla de Stonehaven rara vez sonaba, porque la casa quedaba demasiado a trasmano para los vendedores y los Testigos de Jehová. Los envíos iban a una casilla de correo en Bear Valley. La Jauría tampoco usaba la campanilla, excepto Peter. Creo que todos lo recordarnos al escucharla. Nadie se movió hasta el segundo timbrazo, entonces Jeremy se puso de pie y salió del cuarto. Yo lo seguí. Desde la ventana del comedor podíamos ver un patrullero de la policía estacionado en la entrada.

– No necesitamos este -dije-. Realmente no lo necesitamos.

Jeremy se quitó el pañuelo que usaba a modo de cabestrillo y lo dejó en el perchero del corredor, luego tomó la camiseta de Clay que estaba allí. Le ayudé a ponérsela. La camiseta de mangas largas y grandes ocultaba el entablillado del brazo y los pantalones cubrían los vendajes de la pierna. Su ropa se vela limpia y sin arrugas, dado que se la habla cambiado hacía pocas horas. Pero los demás nos veíamos mal. Una mirada en el espejo del vestíbulo me bastó para ver que tenía la ropa cubierta de tierra y sangre, manchas en la cara, el pelo hecho un bollo.

– Llévate a los otros arriba para que se cambien -dijo Jeremy-. Diles a Clay, Tonio y Nick que se queden allí, Puedes reunirte conmigo en el porche de atrás.

– Debes invitarlos a pasar. Va a parecer sospechoso si los llevas atrás por segunda vez

– Lo sé.

– Invítalos a pasar y ofrécelos café. No hay nada aquí que pueda llamarles la atención.

– Lo sé.

– Bien, entonces nos encontramos en el estudio.

Jeremy vaciló. Saber que debía invitar a la policía a pasar era distinto que hacerlo. Los únicos humanos que llegaban a Stonehaven eran los que venían a arreglar cosas, y eso sólo cuando era absolutamente necesario, y se los sacaba de allí lo antes posible.

No había nada en Stonehaven que pudiera provocar sospechas, ni pedazos de personas en el freezer ni pentagramas en el piso de madera. Lo impresionante de Stonehaven era mi cuarto y no tenía intención de invitar a ningún policía allí, por bien que se viera en uniforme.

– El living -dijo finalmente cuando la campanilla sonó por tercera vez-. Estaremos en el living.

– Voy a hacer café -dije y me fui antes de que pudiera cambiar de idea.

Cuando negué al living, habla dos agentes con Jeremy. El mayor era el jefe, un hombre grueso y pelado de nombre Morgan. Lo reconocí de la mañana anterior, cuando la policía vino en busca del cuerpo de Mike el cazador. No reconocí al otro. Era joven y de cara blanda, la clase de tipo que uno tendría que ver veinte veces antes de recordarlo. En su chapa decía que se llamaba O’Neil. Ni el rostro ni el nombre me recordaron nada del día anterior, pero probablemente hubiese estado allí. La mirada que me dirigió indicaba que me recordaba, aunque parecía desilusionado de encontrarme vestida. Por lo menos llegué con café.

Cuando entré, Jeremy y Morgan discutían un reclamo de tierras de los lugareños. Jeremy estaba sentado en la silla y apoyado contra el respaldo, con los pies en la otomana, el brazo roto descansando contra su pierna. Su rostro estaba relajado, los ojos alertas e interesados, como si la policía viniera a su casa todos los días y no sólo supiera del reclamo de tierras, sino que le interesara, además de coincidir con las opiniones del jefe de policía con la tranquilidad de un artista consumado. El agente más joven, O'Neil, miraba el cuarto sin molestarse en disimular, como si tratara de recordar todos los detalles pera contárselos más tarde a amigos curiosos.

La conversación se interrumpió cuando entré yo. Puse el café en una mesa ratona y empecé a servir como una anfitriona perfecta.

– No tomo té -dijo Morgan, mirando la cafetera plateada como si pudiese morderlo.

– Es café -dijo Jeremy, con una sonrisa do disculpa-. 'Tendrán que perdonamos. No recibimos muchas visitas, así que Elena tiene que usar la tetera.

O'Neil se inclinó hacia delante para recibir su taza de café.

– Elena. Es un lindo nombre.

– Es ruso, ¿verdad? – preguntó Morgan, entrecerrando los ojos.

– Podría ser -deje, sonriendo ampliamente-. ¿Crema y azúcar?

– Tres de azúcar No vi a su marido por aquí- ¿Está durmiendo?

Me volqué café caliente en la mano y contuve un aullido. De modo que el invento marital de Clay había recorrido el espinel hasta que el rumor llegó al jefe de policía. Maravilloso. Maravilloso. El sentido común me indicaba que debía seguirle el juego. Al fin de cuentas, Bear Valley no es la clase de lugar que tolera mujeres que anden desnudas por el bosque con un hombre que no sea su marido. En realidad probablemente no se tolere lo de andar desnuda por el bosque y punto, pero ésa no era la cuestión. La cuestión era que eso de tranquilizar a la gente del lugar estaba bien, pero hasta cierto punto. Una cosa era permitirles entrar a la casa, tolerar su fisgoneo y dejarlos creer que no podamos diferenciar una tetera de una cafetera, pero confirmar oficialmente el rumor de que estaba casada con Clay, eso no. Una chica tiene que poner límites.

– Sí, está durmiendo – dijo Jeremy cuando me volvía para decirle cómo eran las cosas – Elena siempre se levanta temprano para prepararle el desayuno.

Le dirigí una mirada de odio para que supiera que me lo iba a pagar Hizo de cuenta que no lo advertía, pero pude ver el chispazo risueño en sus ojos. Le puse cinco cucharadas de azúcar en su café. Por supuesto que lo advertiría, pero tendría que tomarlo. Al fin de cuentas, seria una falta de amabilidad no tomar una bebida social con sus visitas.

– Como dije -comenzó Morgan-. Les pido disculpas por haber venido a verlos un domingo tan temprano, pero creí que querrían saberlo. Mike Braxton no fue asesinado en su propiedad. El forense está seguro. Alguien lo mató en otra parte y lo tiró en su propiedad.

– ¿Alguien? -dijo Jeremy-. ¿Quiere decir una persona y no un animal?

– Bueno, diría que fue un animal, pero de la variedad humana. No tiene mucho sentido. Las otras dos decididamente fueron matanzas de animales, pero el forense dice que a Mike le abrieron la garganta con un cuchillo, no con dientes.

– ¿Qué hay de las huellas que vimos? -No quería preguntar; pero teníamos que saber qué pensaba la policía.

– Creemos que son falsas. El que puso el cuerpo allí las marcó en la tierra para que pareciera que había sido otra vez un perro. Pero el tipo se equivocó. Eran demasiado grandes. Eso fue lo que nos alertó. Las huellas de perro no son tan grandes. Bueno, uno de mis hombres dice que hay una clase de perro, el mastín o algo así, que podría dejar huellas como aquéllas, pero no hay perros de esa raza por aquí. Nuestros perros de caza y ovejeros no crecen tanto, por más que les demos de comer. Recordarán que ayer fue que Mike le dejó un mensaje a alguien diciendo que venía para aquí. Resulta que se lo dijo a la esposa del muchacho, que ahora dice que pensó que Mike sonaba «raro», distinto, pero pensó que podía haber un problema en la línea telefónica. Lo más probable es que no fuera Mike quien dejó el mensaje. El que llamó debió de hacerlo para asegurarse de que viniéramos aquí y encontráramos el cadáver. Y juntando todo eso estoy seguro de que tenemos un asesino humano.