– ¿Lo llamaste ayer? -me preguntó Jeremy.
– ¿Eh? -Estaba vaciando el lavaplatos. Mi mente aún seguía en la cama con Clay
– Tu amigo llamó antes de que te despertaras. Dejaste tu celular en el corredor de adelante.
Mi mente salió del dormitorio de un salto.
– ¿Contestaste?
– ¿Hubieras preferido que esperara a que Clay contestase? ¿No lo llamaste, verdad? -No esperé respuesta -No te preocupes, no dije nada, así que cualquiera sea la historia que inventaste, estás a salvo. Parece que esperaba que regresaras hoy
– Yo lo arreglo.
– Elena.
– Yo lo arreglo.
Dejé el último plato y encaré hacia la puerta.
No había llamado a Philip porque me había olvidado de él. Sonaba horrible, pero era la verdad. Amaba a ese hombre, lo sabía, y eso hacía que la cosa fuera aún peor. Si al menos pudiera decir que no estaba enamorada de él… ¿enamorada? ¿Sentía amor por Philip? Carajo, era una expresión tan tonta y gastada. Sentir amor. No existe eso de "sentir amor,,. Existe «sentir deseo», «sentir una fijación» y “sentir una calentura», tres sentimientos normalmente destructivos que no tienen nada que ver con el amor real y duradero. Olvidé a Philip porque así era como enfrentaba este lío, partiendo mi vida en dos compartimientos, el humano y el de la Jauría. Philip pertenecía al mundo humano, y pensar siquiera en él mientras estuviera en el mundo de la Jauría de algún modo degradaba lo que habla entre él y yo. Al menos esa fue la explicación que me di.
Estaba por buscar mi celular en el corredor de adelante cuando apareció Clay. Naturalmente no podía acusarme y correr arriba con el teléfono. Así que dejé el teléfono donde estaba y salí a caminar con Clay. Pensaba llamar a Philip cuando volviéramos, pero al negar a la puerta, Jeremy nos recordó que teníamos que deshacernos del cuerpo de Cain. A partir de allí las cosas se pusieron complicadas y a la luz de lo que pasó ese día, creo que se me puede perdonar que me haya olvidado de llamar a Philip… nuevamente.
En los viejos buenos tiempos cuando no imperaba la ley y había jueces de distrito, la Jauría podía tirar los cuerpos donde quisiera. Cuando los humanos comenzaron a preocuparse más por la gente muerta y desaparecida, la Jauría tuvo que comenzar a enterrar a los callejeros que mataba Hoy, con los análisis post mortem y las unidades de detectives vinculadas a través de computadoras y los tests de ADN, deshacerse de un cuerpo es un trabajo importante que exige medio día de preparación y de trabajo. Todos los miembros de la Jauría habíamos sido instruidos en la materia y podíamos deshacernos de un cuerpo mejor que el asesino humano más conocedor de las técnicas forenses.
Fuimos con el Explorer una hora hacia el norte, evitando todas las zonas que hubiésemos utilizado para cosas similares en las últimas décadas. Pasamos otra hora recorriendo un camino de aserradero y entrando con la 4x4 hasta lo profundo del bosque. Luego sacamos el cuerpo de Caja y lo arrastrarnos a un lugar apropiado donde lo desvestimos, lavamos y examinamos para ver las heridas. la única marca en el cuerpo eran dos manchas bajo la garganta, dejadas por los pulgares de Clay cuando le quebró el cuello. Por seguridad, Clay quitó los moretones. No quieran saber cómo. Prefiero no contar los detalles. Finalmente enterrarnos a Cain a dos metros de profundidad. Yo repuse cuidadosamente la tierra mientras Clay traía dos rocas demasiado pesadas como para que las alzara un ser humano y las colocó sobre la tumba. Fuimos hasta el Explorer, cubriendo nuestro rastro, y luego fuimos hasta un segundo lugar.
El segundo lugar se elegía con la misma cautela que el primero, pero a más de una hora de distancia. Aquí cavamos un pozo, tiramos la ropa, la identificación y las bolsas y telas que habíamos usado para transportar y limpiar el cuerpo. Las empapamos en kerosén y las incineramos, tratando de que hubiera la menor cantidad de humo posible. Reducido todo a cenizas, Clay enterré los restos y declaramos la tarea cumplida. Probablemente no fuera perfecto, pero nadie buscarla a Zachary Cain. Los callejeros no dejan deudos.
Estábamos a menos de veinte minutos de Stonehaven cuando vi el reflejo de luces azules en el espejo retrovisor. Miré camino arriba y camino abajo, segura de que las luces eran para otro. Sabía que no habla quebrado ninguna ley. La cosa más tonta que se podía hacer después de enterar un cuerpo era cometer una infracción de tránsito, motivo por el que manejaba yo en vez de Clay. El control de crucero estaba puesto a tres kilómetros por hora por encima del límite de velocidad: manejar exactamente en el límite siempre me pareció tan sospechoso como correr: Venia viajando por un camino recto en los últimos cincuenta kilómetros y no había habido ninguna posibilidad de hacer un giro ilegal no ver una señal de detención. Miré a ver si había autos delante y detrás, poro estábamos solos. Clay miró por sobre el hombro al patrullero.
– ¿Cambió el limite de velocidad aquí? -pregunté.
– ¿Límite de velocidad?
– No importa. Voy a parar.
– No hay problema. Está todo limpio.
Me detuve en la banquina y crucé los dedos, con la esperanza de que los policías siguieran de largo, convocados para alguna emergencia. En cambio, el patrullero se detuvo en la grava detrás de nosotros. Maldije en voz baja.
– Todo está limpio -dijo Clay-. Deja de preocuparte.
Uno de los agentes fue del lado del acompañante y golpeó en la ventanilla. Clay esperó lo suficiente como para expresar su descontento, pero no lo suficiente como para ser irrespetuoso, luego tocó el botón para bajar la ventanilla.
– ¿Clayton Danvers? -preguntó el agente.
Clay miró al hombre pero no dijo nada.
El joven agente continuó.
– Mi compañero recorrió el vehículo. Esperábamos que estuviera en él. Nos ahorra un viaje hasta su casa.
Clay siguió mirando al hombre.
– ¿Podría bajar del auto por favor; señor Danvers?
Nuevamente Clay vaciló el mayor tiempo que podía ser aceptable antes de abrir la puerta. Me quité el cinto de seguridad y baje también, pero me quedé de mi lado. El pánico pedía respuesta a mi memoria. El compartimiento de atrás estaba limpio, ¿verdad? Habíamos limpiado, ¿verdad? Nos deshicimos de todo, ¿verdad? Si, sí, sí. Al menos hasta donde yo sabía. ¿Qué sucedía si se nos había pasado algo por alto? ¿Había un jirón de tela que no vimos en la parte de atrás del Explorer? ¿Nuestra ropa olía tan fuerte a humo para las narices humanas como para la mía?
El otro agente, un hombre fornido, de cerca de cuarenta, dio una vuelta alrededor del Explorer, mirando por el parabrisas trasero, luego puso la cara pegada al vidrio oscuro, con la mano por encima de los ojos para ver hacia el interior.
– Hay mucho lugar para carga ~ ¿Cuánto pueden meter aquí?