Le coloqué a Bob una historia convincente: Ruiz conocía a un tipo al que necesitaba sacar información. Gallaudet: está entrenando no sé dónde, búscale en Chavez Ravine dentro de unos días; estará allí trabajándose a la gente.
Sin un centavo.
Tiro seguro:
Junior denuncia a Glenda por homicidio. La víctima, un chulo negro: Gallaudet tal vez no solicite un acta de acusación. Pero: Howard Hughes hace chasquear los dedos y Bob Cámara de Gas salta. Fáciclass="underline" influir en el juez, ganarse al jurado; Glenda, directa a la celda verde. Acusaciones accesorias pendientes: sobre mí.
En consecuencia:
Neutralizar a Junior. Silenciar sus tratos con los Kafesjian: si Exley se entera, delatará a Glenda para salir bien librado. Mi moneda de cambio: Duhamel; delatarle a Dudley, el momento cumbre, trabajo para Exley; un seguro para Junior/Glenda.
Pagué dos de cien a Jack Woods: encuéntrame a Junior Stemmons. Mi querencia: ELLA; un remolque de plató, avanzada la noche.
Miciak guardó silencio: entre Glenda y yo hicimos que su seguimiento fuera estrictamente independiente. Escribí informes falsos para Milteer y Glenda me proporcionó falsos detalles. El plató: los extras vagabundos de Mickey, dormidos. Hablábamos en voz baja, hacíamos el amor y le dábamos vueltas a TODO.
Yo nunca dije que sabía; ella nunca me presionó. Biografías, huecos: le oculté lo de Meg, ella se calló lo de prostituta.
Nunca le dije que mataba gente. Nunca le dije que Lucille K. me había convertido en un mirón.
Ella dijo que yo agotaba a la gente.
Dijo que yo sólo apostaba en partidas amañadas.
Dijo que ser policía/abogado me colocaba a cierta distancia del típico blanco pobre.
Dijo que yo no me dejaba engañar nunca.
Yo dije: tres de cuatro, no está mal.
III BARRIO NEGRO ROJO
16
Caminos de tierra, cabañas. Colinas atrapando la contaminación: Chavez Ravine.
Atasco. Aparqué a buena distancia y eché un vistazo:
Tipos agitando pancartas. Periodistas, policías de uniforme. Comunistas cantando: «Justicia, sí! ¡Dodgers, no!»
Un corro de gente amistosa, con los ojos en un Reuben Ruiz sonriente y entusiasta. Matones de la policía local, el agente Will Shipstad.
Ruiz: ¿testigo federal?
Me acerqué al tumulto a paso ligero.
– ¡Hey, hey! ¡No, no! ¡No nos volveréis a México!
Mostré la placa y los uniformados me abrieron paso.
Abucheos provocadores:
Ruiz peleaba esa noche; acudir al combate para animar a su contrincante. La Oficina de Tierras y Caminos, fascista: planes para recolocar a los chicanos en bloques de pisos de la zona más degradada de Lynwood.
– ¡Hey, hey! ¡No, no! ¡Justicia, sí! ¡Dodgers, no!
Ruiz, gritando en español por un megáfono:
¡Traslados enseguida! ¡La indemnización para nuestro traslado es muy suculenta! ¡Nuevos hogares muy pronto a vuestro alcance! ¡Y disfrutad del nuevo estadio de los Dodgers que VOSOTROS habéis contribuido a crear!
Guerra de ruidos; victoria del megáfono de Reuben. Los ayudantes arrojaron unas entradas; los chicanos hincaron la rodilla y las recogieron. Me hice con una: Ruiz contra Stevie Moore, en el Olympic Auditorium.
Cantos, algarabía. Ruiz me vio y se debatió entre sus admiradores. Me abrí paso hasta cerca de él. Reuben me lanzó un grito:
– ¡Tenemos que hablar! En mi vestuario después del combate, ¿le parece?
Asentí con un gesto. «¡Basura! ¡Peón de los Dodgers!»: no había manera de hablar.
Una vuelta rápida por la brigada. Mi despacho.
Un mensaje de Lester Lake: reúnete conmigo a las ocho, esta noche. Moonglow Lounge. Exley apareció por Subdirección; le hice una seña para que entrara en el despacho.
– Tenía algunas preguntas.
– Hágalas, mientras no sean, «¿qué pretende?»
– Probemos con, «¿por qué sólo dos hombres en un caso que tiene tanto interés en resolver?»
– No. La siguiente pregunta, y que no sea, «¿por qué yo?»
– Probemos con, «¿qué hay para mí en esto?»
Exley sonrió.
– Si aclara el caso, ejerceré una prerrogativa del jefe de Detectives que rara vez se utiliza y le ascenderé a capitán saltándome el escalafón. Trasladaré a Dudley Smith a Subdirección y le daré a usted el mando de la sección de Robos.
El paraíso del trapicheo. Que no fueran a fallarme las piernas.
– ¿Sucede algo, teniente?, yo esperaba que me expresaría su gratitud.
– Gracias, «Ed». Eso que acaba de agitar es una zanahoria muy golosa.
– Visto lo que es usted, yo también diría que lo es. Estoy muy ocupado, así que haga su siguiente pregunta.
– La clave de este asunto es Lucille Kafesjian. Tengo el presentimiento de que la familia sabe muy bien quién es el ladrón y quiero traer aquí a la chica para interrogarla.
– No, todavía no.
Cambio de tema:
– Deme el asunto de las pieles de Hurwitz. Quíteselo a Dudley.
– No, y rotundamente, no. Y no me lo vuelva a pedir. Ahora, terminemos con esto.
– Muy bien, entonces déjeme presionar a Tommy Kafesjian.
– Explique eso de «presionar», teniente.
– Presionar. Apretarle las tuercas. Le hago hablar por la fuerza y nos cuenta lo que queremos saber. Ya sabe, métodos policiales desproporcionados, como esa vez que se cargó a aquellos negros desarmados.