– ¿Entonces, por qué estoy aquí? -le preguntó Cami a Whitney.
– Dejaré a tu compañera explicártelo -dijo Whitney.
Cami giró sus ojos azul vivo hacia Mari.
– Está bien, Mari. -Su voz fue suave, tranquila-. Independientemente de lo que te haga hacer; puede irse al diablo.
– Yo esperaba esto de ti Camelia. -Whitney siguió riéndose de ellas con su habitual modo frío, sus ojos muertos miraban con interés.
– Mari, no vale la pena -repitió Sean-. Al final…
– Siempre consigue lo que quiere -terminó Mari-. Tiene razón, Cami. Te torturará, me derrumbaré y mi pequeña rebelión será por nada.
Cami le echó un brusco vistazo.
– No es por nada, Mari. Somos un equipo y nos cuidamos mutuamente. Es lo que nos enseñaron y como trabajamos.
Mari se giró para esconder su repentino deseo de sonreír. Cami estaba alimentando el ego de Whitney. Por supuesto el amaría oír como la formación que les había dado funcionaba. Eran un equipo y como equipo se cuidaban el uno al otro. Se sentiría contento por esto, como si él les hubiera lavado el cerebro con tal lealtad, que soportaban todo por el otro. Era tan vano, tenía un ego tan enorme, esto era un arma que podrían usar contra él. Todas eran cuidadosas para usarlo frugalmente, pero lo sacaban cuando querían desactivar una situación.
Whitney siempre usaba su profundo afecto del uno para el otro contra ellas. Él trató de indicarles que esto era una debilidad, que ellas deberían ser una unidad sin emociones por las otras. Les dijo que serían más fuertes, y probablemente tenía razón de algún modo. Si se hubieran apegado a su filosofía, no hubiera sido capaz de usarlas unas en contra de las otras.
– Cami está lista para tomar su castigo, Mari -dijo Whitney. No había ninguna inflexión en su voz, pero cuando la miró, sus ojos brillaron con regocijo fanático. Disfrutaba de estos momentos -las decisiones que tenían que tomar. Todo esto era muy interesante para saber hasta donde irían por el otro.
El estómago se le revolvió. Tendría que encontrar un modo de soportar la humillación. Todo esto era parte del proceso de deshumanización. Trátalos como especimenes de laboratorio, y no sólo los doctores y guardias, sino las mujeres, comenzarían a verse como objetos.
Tragó la bilis que se elevaba por su garganta. Podía afrontar el combate cuerpo a cuerpo, que le dispararan, podía correr millas, y que la dejaran en medio del territorio enemigo, y no estremecerse, pero esto, esto era su propio infierno personal. Retrocedió hasta que sus piernas golpearon la mesa.
– Vas a estar bien -dijo Sean suavemente cuando agarró su brazo y lo sujetó con la correa-. Sabes que no voy a dejar que te pase nada.
No lo miró.
– Cuantas veces me han desnudado completamente y examinado delante del mundo. ¿Sean? -preguntó.
– Sé que vosotros dos susurráis -reprendió Whitney-. No está permitido.
– Él me llama idiota -dijo Mari. Se reclinó, tratando de no parecer tan desesperada como se sentía. ¿Dónde estás? ¿Te preocupas? Y esto es lo que era tan completamente estúpido. Probablemente no se preocupaba. Habían tenido sexo. Gran sexo. Pero todavía sexo. No era amor. Él no sabía cuanto lo amaba. Ni siquiera ella sabía qué era el amor. Tal vez no había tal cosa. Él probablemente estaba cientos de millas lejos. Extendió la mano de todos modos, porque tenía que encontrar un modo de pasar esto.
Por supuesto no te preocupas. ¿Por qué lo harías? No es como si fuéramos la clase de gente de las películas. Era sexual. Sólo sexo y nada más. Mantuvo sus ojos fuertemente cerrados cuando cerraron las correas de cuero en sus muñecas y tobillos. Sean le quitó la bata y la dejó expuesta a las brillantes luces, a la mirada de soslayo de Prauder, y los ojos muertos de Whitney.
Capítulo 13
Mari no gritaría. Nunca le daría a Peter Whitney esa satisfacción. Oyó cuando Sean contuvo el aliento y supo que miraba las marcas en el interior de sus muslos y pechos, prácticamente por todas partes de su cuerpo. ¿Podría ser más humillante? Cami estaba todavía en el cuarto. Todos la contemplaban. Podía oír el zumbido de la cámara y el chasquido distinto cuando el doctor tomó las pruebas fotográficas. Parecía una vil película pornográfica con ella como estrella.
– ¿Son marcas de dientes? -estalló Sean-. El bastardo la atacó.
– Sean, si tu no puedes observar simplemente en silencio, llamo a otro guardia -dijo bruscamente Whitney-. Los hombres muestran su pasión sexual de varias maneras. Este es un rompecabezas interesante. Ahora quédese tranquilo, para que pueda procesarlo.
Cami tocó la mano de Mari en un esfuerzo por consolarla. Una inundación fresca de lágrimas quemó detrás de los párpados de Mari, luchó por contenerse, mantener su cara tranquila cuando estaba hecha pedazos.
– Pienso que podemos prescindir de la presencia de Camelia. Llévenla de nuevo a su cuarto. -Había un filo en la voz de Whitney, como si su paciencia se estuviera acabando.
El doctor comenzó a hablar en su grabadora, una descripción lenta y cuidadosa de cada pulgada de su cuerpo. Era una narrativa desapasionada, una clínica descripción que sólo sirvió para hacer que la situación pareciera peor.
Sintió un aliento a lo largo de su cuello, un susurro de un toque contra su garganta. Jódelos, Mari. Piensa en mí. Piensa en nosotros. Puedo llevarte lejos de ese cuarto y de aquellos viejos verdes. Este es probablemente el único modo en que pueden acabar, atando y exponiendo a una mujer de esa manera. Eres tan hermosa que tienen miedo de tocarte, y eso ahora mismo está bien. Yo tendría que matarlos y esto significaría revelar el gran plan. Ahora si yo te atara, no sonaría como un reptil muerto, yo te jodería tan caliente que probablemente me deshonraría. Y probablemente no debería ni haber soplado la palabra. Infiernos, mujer, ni siquiera puedo pensar en ti sin ponerme duro como el infierno.
La voz de Ken se deslizó en su mente, un susurro jocoso que la hizo querer reírse.
Luchó para mantener la energía sólo en una línea, lejos de todas las demás, pero aún si la descubrieran, sospecharían que se comunicaba con las otras mujeres. ¿Puedes realmente alejarme de este cuarto mientras ellos hacen esto?
Ken descansó su cabeza en su brazo. ¿Qué podría darle para que se desligara, mientras Whitney y su patético doctor la torturaban? Había una hipótesis, pero no sería hoy. Su equipo estaba en el lugar. Ahora que habían encontrado el refugio diabólico, tenían que preparar un plan para sacar a las mujeres vivas. Whitney no vacilaría en matarlas y destruir todas las pruebas de su investigación. Ken no tenía duda de que el complejo entero estaba alambrado para hacerlo volar si fuera descubierto.
¿Ken? Su voz era inestable. Su cólera golpeaba en ella. Golpeando en su cabeza de manera que esta palpitaba.
Lo lamento nena, sólo me concentré demasiado en tu situación.
No podían entrar solamente disparando sus armas, pero Peter Whitney, con todo lo que Lily había dicho, tenía que morir. No podían permitirle seguir con sus viles experimentos. Solo podía imaginar como se sentía Mari. Este lugar había sido su casa, aquel hombre su única guía estable, y de todos modos era tratada de la misma manera que Ekabela lo había tratado a él. Desnudándolo completamente, deshumanizándolo, despojándolo de su orgullo de su decencia y reduciéndolo a algo menos que un animal.
Mari olía la selva, sentía el calor y la humedad de las gotas de lluvia en su piel. La sensación era real, tanto que oyó el grito de un mono y la llamada persistente de las aves. Mantuvo sus ojos cerrados, sabiendo que veía un recuerdo de Ken debido a un descuido provocado por lo que sentía. El olor de sangre atacó sus fosas nasales y probó el sabor cobrizo en su boca. Una cara estaba allí, un hombre con los mismos ojos muertos de Peter Whitney, y el cuchillo en su mano estaba cubierto de sangre. Ken estaba estirado, atado fuertemente con delgados alambres que cortaban su piel.