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Ken se detuvo, permitiendo que los dedos se envolvieran alrededor de su muñeca, pero no se giró. Encaró a su hermano, y Mari miró a la ventana, tratando de ver su expresión. En el cristal, sus cicatrices no se mostraban y podía ver la misma belleza masculina que estaba tallada tan exquisitamente en la cara de su hermano. Su corazón emitió una curiosa sensación fundente. Tenía el extraño deseo de enmarcar esa cara con sus manos, de besar cada cicatriz y decirle que ninguna de ellas importaba. Pero sabía que lo hacían. Algo mortal yacía bajo la superficie de la destrucción, y de alguna manera estaba atado a cada una de esas terribles marcas hechas en la carne y el hueso.

Jack extendió las manos delante de él, manteniendo la palma derecha hacia arriba.

– Era una sugerencia.

– Puedo manejar las cosas aquí, sin ningún problema -dijo Ken.

Jack se encogió de hombros y salió de la habitación.

– ¿Qué fue eso? -preguntó Mari.

Ken se volvió hacia ella, su cara tan inexpresiva como siempre.

– ¿No lo sabes?

¿Lo sabía? Mari estaba tan confundida con su reacción hacia él, con su conducta y el hecho de que no sufría un terrible dolor mientras estaba cerca de él que no podía pensar con la cabeza clara. Él había admitido que le había dado analgésicos: quizás le estaban haciendo pensar borrosamente, porque nada tenía sentido.

A menos que… No podía ser. Lo sabría, ¿verdad? Su boca se secó con el pensamiento de que Whitney la había emparejado de alguna manera con este hombre. Los dedos se apretaron alrededor de su muñeca.

– Ven más cerca de mí.

Whitney tenía muchos, muchos experimentos y el peor era combinar parejas… su programa de cría. Fue por eso por lo que había convencido a los otros de su unidad de dejarla unirse a ellos una vez más para que pudiera hablar personalmente con el senador.

Violet la conocía. Violet respondería por ella. Hablando con el senador y pidiendo, rogándole que interviniera era la única manera de que ella y las otras mujeres pudieran continuar cumpliendo su deber como soldados. Y si ella no volvía al recinto, demasiadas personas iban a resultar heridas.

– Lo sabes -dijo él, su voz suave.

Ella cerró los ojos y apartó la mirada. Había sido entrenada como un soldado casi desde el día en que había nacido, y estaba orgullosa de sus habilidades. Pero de repente, Whitney había sacado a las mujeres de las unidades y las llevó a una nueva localización, un nuevo centro de entrenamiento, y se habían convertido en virtuales prisioneras. Whitney había emparejado a algunos de los hombres con las mujeres usando alguna clase de aroma de compatibilidad. Era más complicado que eso, pero había visto los resultados y no eran muy agradables. Los hombres estaban obsesionados, si las mujeres respondían o no a ellos. Y no parecía importarle a la mayoría de ellos de una manera o de otra. Ella y las otras mujeres habían conspirado para conseguir que una de ellas saliera del recinto para acercarse al Senador Freeman y Violet con la esperanza de que cerrara la operación de Whitney y las devolviera a sus unidades.

Mari nunca había estado atraída por cualquiera de esos hombres a los que conocía y respetaba, y ahora estaba fascinada por un total extraño, su enemigo, un hombre que la habría matado. No estaba solo atraída; el sentimiento lo abarcaba todo. Quería aliviar sus heridas. Necesitaba encontrar una manera de llevarse la soledad absoluta que veía en él.

De alguna manera Whitney la había emparejado con este hombre. Él no actuaba como si fuera recíproco, y Mari estaba avergonzada de si misma. Detestaba a los hombres del programa de cría por su falta de disciplina y control, y ahora ella estaba actuando casi tan mal. Era una situación horrible y una que no iba a ser fácil de vencer.

¿Qué quería ella de todos modos? ¿Dormir con él, justo como los hombres hacían con ella? ¿Pensaba que él iba a caer enamorado como un loco de ella? No había tal cosa. El amor era una ilusión. Según Whitney, era su deber dormir con sus compañeros para tener un niño. Hasta ahora, se había resistido, y había sido castigada en numerosas ocasiones, pero la idea de la intimidad con Brett, de todos los hombres -una bestia viciosa de hombre quien disfrutaba inflingiendo castigos- era un poco demasiado para su vena terca.

Ken no se había alejado de ella, y le dejó ir, el calor de su piel quemaba en su palma. Él se negaba a apartar la mirada. Podía sentir su mirada en ella, y sacudió la cabeza.

– Conoces a Whitney -dijo él.

– También tú. ¿Por qué no nos conocemos? -Levantó sus pestañas, y rogó en silencio que estuviera equivocada, que él no iba a tener ningún efecto en ella. Los ojos se encontraron con los suyos y su estómago dio ese estúpido salto que estaba empezando odiar. El hormigueo de la comprensión se extendió, convirtiéndose en una ráfaga de calor que hizo que sus pechos se apretaran. Quería llorar. Estaba mal manipular a alguien sexualmente, incluso a soldados educados en el deber y la disciplina.

– Whitney tiene varios experimentos en marcha. Estamos solo empezando a entender cuantos. Adoptó a varias niñas de países extranjeros y experimentó con ellas. A pesar de su autorización, nadie iba a autorizar eso, así que mantuvo a las niñas ocultas usando varios medios. Briony fue adoptada por una familia, pero la mantuvo vigilada, insistiendo en planear su educación y entrenamiento al igual que enviando a su médico privado para controlar su salud. La conocí hace unas pocas semanas.

Ella trató de no reaccionar. Podía ser una trampa, un montaje. Otra prueba. Whitney a menudo los probaba y si fallaban, las consecuencias eran horribles. No dijo nada, solo le miró fijamente. La máscara no revelaba nada. Era buena leyendo a la gente pero no a él. Ni siquiera tocarle le daba información, solo una extraña y calmante paz. Y no debería sentirse en paz; debería sentir alerta. ¿Podía ser una nueva clase de droga para interrogar? Casi deseaba que lo fuera. Temía que fuera el principio de una adicción a un hombre, y eso simplemente no era aceptable.

– Sois gemelas idénticas, obviamente. Se parece a ti.

Mari apartó la cara, sabiendo que no podía ocultar su expresión. Había deseado información sobre su hermana durante años. Ahora, aquí estaba, si podía creerlo. Caído justo en su regazo, y ¿no era una gran coincidencia? Se mordió el labio para contener una contestación sarcástica. Tenía que ser un montaje. No había manera de que pudiera conocer casualmente a este hombre y de que conociera a su largamente perdida hermana. Pero incluso si estaba mintiendo, estaba demasiado hambrienta de noticias de Briony que quería que siguiera hablando, y eso era simplemente patético.

– ¿Estás escuchando?

Por supuesto que escuchaba.

– Me gustan los cuentos de hadas.

– Puedo parar entonces. No me gustaría aburrirte.

Se alejó unos pasos, de vuelta a las sombras, lejos de la luz. Era el primer movimiento inquieto que le había visto hacer, cuando él estaba tan en control. El movimiento le recordó a un gran tigre enjaulado, paseando con impaciencia y frustración. Él necesitaba estar fuera, en las montañas, lejos de la civilización. Era demasiado salvaje, demasiado depredador como para estar enjaulado en una casa.

– Estaba disfrutando de la historia. -¿Había rebelado demasiado, o se las había arreglado para sonar como si eso fuera todo lo que era para ella, un cuento de hadas? Quería que volviera, le quería más cerca. Tan pronto como se retiró, el dolor la tragó-. Eres un ancla -dijo.

Sin un ancla para contrarrestar los contragolpes psíquicos, estaba siempre abierta de par en par a los asaltos. Como alguien nacido autista, no tenía los filtros necesarios para evitar que su cerebro estuviera bajo los constantes ataques de todos los estímulos a su alrededor. Se dio cuenta de que él estaba controlando eso para ella.

– Si. También Jack.