– Estás temblando, cariño. Tú no le dijiste ninguna palabra y ella no te dijo nada. Habla conmigo.
Meneó la cabeza.
– Es perfecta. Sabes que lo es. Es tan femenina.
Ken contuvo la primera reacción e inclinó la cabeza hacia sus pechos. Los dientes tiraron y provocaron, la lengua deslizándose por la cremosa piel.
– Eres la mujer más hermosa que jamás haya visto, Mari. ¿Seguramente no puedes pensar que no le gustas?
Tembló y atrajo su cabeza hacia ella. La hacía sentirse hermosa y querida. Permanecer en la cama con él parecía su único recurso.
– Nunca he estado tan asustada de conocer a alguien en mi vida.
La boca hurgaba entre los pechos, abriendo un camino de fuego subiendo su garganta y barbilla hasta la comisura de sus labios.
– Lo harás bien. Toma una ducha rápida e iremos juntos. Estaré justo allí contigo.
Tenía el cuerpo deliciosamente dolorido. Se desperezó lánguidamente, rozándose contra él, piel contra piel, amando la sensación de estar contra él. Le dio el coraje que necesitaba para tomar el control de su vida, y este era el día más importante. Briony había sido tan importante para ella. Mari la había convertido en una fantasía. Cualquier cosa que siempre había querido ser (cualquier cosa que quiso tener, hacer) Mari había imaginado todo ello para Briony. Mari no tenía nada salvo una dura, fría y muy disciplinada vida, y quería el mundo para Briony.
Deslizó los brazos alrededor de Ken y le abrazó con ferocidad. Se sentía casi desesperada, queriendo encajar en su mundo pero sabiendo que no lo haría. Briony encajaba. Viendo que lo había hecho claramente. Mari era un soldado. Era su modo de vida. Ken no la veía como un soldado; la veía como suave y amable, y la realidad estaba muy lejana de esa imagen.
Al final, Briony era una extraña para ella. Si Briony no podía aceptarla con todos sus defectos, eso iba a doler, pero estaría bien. Las hermanas habían sido forjadas en el fuego, justo como lo había sido ella. Conocía la disciplina y el deber y cómo era ser capturada prisionera, vulnerable y indefensa. La conocían. La entendían. Y la amaban. Estaban dispuestas a arriesgarlo todo por ella. Su lugar estaba con ellas.
Atragantada con las lágrimas, el corazón afligido, besó a Ken, mordisqueó sus labios y lamió la cicatriz que partía su boca en dos segmentos. Se había enamorado de esa cicatriz.
– Ven conmigo a la ducha.
Ken le hizo el amor, tomándose su tiempo, con el agua salpicándoles, haciendo su mejor intento para ser tan amable como podía mientras la sostenía entre los brazos. No parecía posible que la tuviera con él en su casa, esa vida podría ser realmente buena. Al final, no importaba cuánto lo intentara, el único modo para él, para estar lo suficientemente estimulado para conseguir alivio era una penetración brusca. Escuchó el sonido de las pieles al encontrarse, como la bofetada de una mano, el cuerpo latiendo fuertemente en el suyo cuando estaba tan dolorido de toda una noche de exigencias.
Hundió los dedos en sus caderas, llevándola al suelo donde no había nada dado, donde la penetración fuera profunda y su vaina le apretara estrechamente del modo que necesitaba. Mientras más brusco era, más hinchada y apretada se volvía y más placer sentía. La miró, el agua corría sobre ellos, las yemas de los dedos destacaban en su suave piel, y odiaba su propio cuerpo, odiaba lo que era.
Le deseaba, su cuerpo respondía a todo lo que le daba, empujando la habilidad de aceptar el placer y dolor mezclados juntos para acomodar la lujuria pero, ¿cómo podría jamás amarle cuando era tan depravado y salido? Cuando un monstruo acechaba dentro de él, uno que había vislumbrado. Ella sabía que era capaz de hacerle la vida un infierno, y a pesar de amarla con su cuerpo (adorándola) la podía sentir alejándose de él. Se alzó hacia el chorro, dejándolo manar sobre su cara y que lavara el manojo de lágrimas.
Mari no dijo nada mientras la ayudaba a levantarse del suelo, pero se dio cuenta de que ella parecía como si hubiera estado llorando también. Le presionó un beso en el pecho y salió de la ducha para secarse. Ken se quedó un poco más, deseando que el agua pudiera limpiarlo de nuevo. Lo vio correr dentro del desagüe, deseó que el pequeño riachuelo pudiera llevarse sus pecados con él.
Briony esperaba en la cocina, descansando inquietamente frente a Jack. Se giró cuando Mari y Ken entraron, frunciendo el ceño un poco como una pequeña reprimenda.
Sobre el maldito tiempo. Va a tener una depresión nerviosa.
Ken dio a su hermano una rápida mirada de advertencia. También lo está Mari. Está aterrorizada. No digas nada para ofenderla.
Jack le dedicó una amplia sonrisa. Papá oso está poniéndose todo gruñón alrededor de su pequeño cachorro. De todos modos él posicionó su cuerpo de modo que pudiera proteger a Briony si fuera necesario.
Ken mantuvo su mano en la nuca del cuello de Mari, queriendo darle apoyo. Podía sentir los escalofríos atravesando el suave cuerpo. La mujer tenía el suficiente coraje para diez personas, pero encarar a su gemela por primera vez en años era traumático.
– Briony -dijo Ken suavemente-. Jack y yo prometimos que te traeríamos a tu hermana y lo hemos hecho. Esta es Marigold… Mari.
Los ojos de Briony se llenaron de lágrimas.
– Lo siento. No puedo dejar de llorar. Estoy segura que es el embarazo. Estoy tan feliz de que hayas venido al fin.
Mari simplemente la miró, embebiéndose de ella, casi no podía creer que estuvieran en la misma habitación.
– Mírate. Pareces feliz.
– Estoy feliz. -Briony se secó las fluyentes lágrimas-. Whitney hizo algo a mi memoria, y no puedo pensar sobre mi pasado sin sentir dolor. No podía recordar nada, pero tan pronto como lo hice, traté de encontrarte. -Dio dos pasos más cerca pero se paró de nuevo, temerosa del rechazo.
Mari tomó un paso hacia ella.
– Whitney hizo eso a cualquiera que dejaba el recinto. Le gustaba contarme que sabía donde estabas, y lo que podría hacerte si no cooperaba.
Briony agachó la cabeza.
– Lo siento. Ha debido de ser terrible para ti.
– No -dijo Mari rápidamente-. No lo fue. No realmente. -Dio otro paso hacia su hermana-. No conocía ninguna otra forma de vida, y como un niño, era demasiado excitante. Te eché de menos cada día.
Un riachuelo fresco de lágrimas tornó la cara de Briony en rojo brillante. Jack empezó a cruzar la habitación, pero Mari llegó primero. Reunió a su hermana entre los brazos y la abrazó. Jack se paró, a mitad de camino de su esposa, la garganta trabajándole convulsivamente. Si había una cosa que no podía soportar, eran las lágrimas de Briony.
Ken le dió una taza de café, y se sentaron a la mesa de la cocina mientras sus mujeres estaban juntas, rodeándose con los brazos, en la sala de estar.
Jack se restregó la mano sobre la cara.
– Briony me está matando con sus lágrimas. Espero que Mari pueda hacerla parar.
Ken dentelleó una pequeña sonrisa.
– Te ves un poco pálido, hermanito. ¿Qué vas a hacer cuando se ponga de parto?
– Estoy considerando la idea de dispararme a mi mismo. -Daba golpecitos a la mesa incansablemente-. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo están yendo las cosas?
La sonrisa se esfumó, y por un momento Jack vislumbró dolor deslizándose en las sombras de los ojos de Ken.
– No se va a quedar.
– ¿Seguro?
– ¿Por qué lo haría? Ha conseguido todo por sí misma. No soy exactamente normal. Y no es como Briony, ella no va a aceptar de mi lo que tiene que hacer en todo momento.
Jack casi expulsó café por su nariz.
– ¿Es lo que crees? Briony muy a menudo me dice cómo va a ser, excepto quizás en la habitación, e incluso entonces, le gusta lo que le hago o no lo haría. No te engañes a ti mismo, hermanito, mi mujer pone las normas y la tuya lo hará también.