Выбрать главу

Sean chilló, con la furia ardiendo en los ojos. Se balanceó, un gran hombre, ligero sobre los pies, dando un rápido empujón y continuando con una rápida patada directamente al muslo de Ken. La segunda patada tocó a Ken exactamente en el mismo punto, amortiguando su pierna. Antes de que Sean pudiera retirar la pierna. Ken condujo la punta del cuchillo profundamente en la pantorrilla del hombre, se retorció, y saltó hacia atrás, precariamente cerca del borde del acantilado.

Era una herida particularmente brutal. La sangre salió en anchos arcos, y Sean gritó obscenidades, la desesperación moviéndose en sus ojos.

– Jodido monstruo. ¿Realmente crees que Mari podría querer a un hombre como tú? Quizás si llevaras una máscara que cubriera el espanto de tu cara. -Escupió a Ken, agachándose como para sacar el cuchillo de la pantorrilla, pero repentinamente se irguió, lanzando su propio cuchillo al pecho de Ken.

Ken se movió con una velocidad borrosa, encogiendo el hombro y girando a un lado para evitar el arma. Quemó a través de su bíceps derecho, pelando la piel. Sean siguió al cuchillo, asaltando a Ken, seguro de que su cuerpo más pesado enviaría a Ken por el borde. Ken agarró a Sean con dos manos, una en la garganta, la otra en el antebrazo, fuerza sobrehumana, un tornillo fijamente cerrado, aplastante. Puro terror barrió a Sean. Había estado contando en su propio aumento de fuerza y el odio a este hombre, pero nunca esperó la enorme fuerza del cuerpo de Ken.

Sean luchaba como un animal salvaje, desesperadamente intentando cerrar las piernas debajo de Ken, encontrando dos veces más el punto en el muslo que había pateado. Ken parecía inhumano, ¡un monstruo!

Nada le afectaba, ese agarre estrechándose implacablemente. Ahogado, tosiendo, Sean se impulsó hacia atrás con todo el peso, los pies palpando por un agarre mientras la tierra se desmoronaba y se desprendía bajo él.

El peso del cuerpo de Sean era de pronto un peso muerto al final del brazo de Ken. El agarre en la garganta de Sean era la única cosa que mantenía al hombre de caer. Se miraron uno a otro, Ken de rodillas, intentando encontrar un modo de clavar los pies en la suave suciedad por un agarre, para evitar irse por el precipicio con el enemigo. Sean apretó el brazo de Ken, determinado a que si iba a estrellarse contra las rocas de abajo, llevaría a Ken con él. La sangre hacía que su agarre resbalara, pero la desesperación le dio más fuerza. Hincó los dedos en la piel de Ken. El borde se desmoronó más, envió pedazos rebotando abajo por la cara del acantilado. Ken abrió la mano para permitir que Sean cayera, pero el hombre se agarró de la muñeca con ambas manos.

– Si yo voy, tú también -gruñó-. Súbeme, maldito seas.

– No en esta vida, hijo de puta. Estás fuera de su vida para siempre.

– Así lo estás tú también. -Los dientes de Sean se apretaron, se agarró estrechamente como un tornillo.

El borde estaba cediendo, más suciedad y roca se caían, Ken se resbalaba con el peso del cuerpo de Sean tirándole. No tenía modo de hacer palanca para luchar, nada en lo que agarrarse, y la tierra a su alrededor estaba moviéndose y deslizándose.

No te muevas. La voz de Jack estaba completamente calmada.

Infiernos. Ken juró a su hermano, intentando quedarse absolutamente quieto. Estaba deslizándose por el acantilado mientras Sean se mantenía como un terrier.

De pronto un agujero floreció de repente en el medio de la frente de Sean, y entonces Ken escuchó el estallido del disparo. La bala había pasado cerca de la parte superior de su propia cabeza, afeitando unos pocos pelos mientras pasaba silbando. El apretón de Sean se aflojó abruptamente, los dedos deslizándose lejos mientras el cuerpo caía a las piedras de abajo.

Ken tiró el cuerpo hacia atrás, giró sobre sí, y miró al cielo azul, sentía el brazo como si hubiera sido arrancado de su articulación. Estaba empapado en transpiración, y la pierna, donde Sean había descargado varias patadas, se sentía como si un mazo se hubiera ocupado de ello. Arrastró aire a los pulmones y esperó allí, sabiendo que Jack vendría.

Nubes giraban a través del cielo, creando sombras en el suelo. Ken cerró los ojos y sintió que el cansancio tomaba el control. Se sentía enfermo por dentro, cuerpo y mente fatigados. Las heridas latían dolorosamente, demasiado tirantes para la piel, recordándole que Sean estaba en lo correcto. No podía ocultar por más tiempo que era de este mundo. Mari lo sabía. Mari lo vio como lo que era. No podía esconderse detrás de una cara bonita nunca más.

Y siempre tendría la comparación mirándola cada mañana si se quedaba. ¿Cómo podría mirar a Jack y no sentirse avergonzada de estar con Ken? Incluso así no importaba. Era tan patético como Sean. Quería que ella se quedara. Que lo amara. La necesitaba, cuando nunca se había permitido necesitar cualquier cosa o a nadie. Ken se inclino para rozar la mente con la suya, necesitando el toque casi más de lo que necesitaba el aire por el que luchaba.

Mari. Se ha terminado.

Lo sé. Jack envió un mensaje a Briony. Había una pequeña duda. Sabes que no me puedo quedar. Sabes que no puedo.

Tenía que saberlo, pero no podía aceptarlo. Casi se le para el corazón. No. No hagas esto. Estoy llegando hasta ti, cariño.

No quiero que lo hagas. Y entonces sólo había un negro vacío. El vacío. Ningún suave roce íntimo, ningún eco de risa o compañerismo. Simplemente vacío. Se había ido, dejándolo fuera de su vida. No más felicidad. No más sentirse vivo. Todo se había esfumado.

Se le apretaron las tripas, y calló de rodillas, enfermo con la idea de perderla. Tuvo arcadas una y otra vez, sabiendo absolutamente que se iba. No podía condenarla. Era la única cosa inteligente que podía hacer, y Mari era inteligente. Estrelló el puño contra el suelo. Una. Dos veces.

– Ken. -Jack estaba allí, arrodillado al lado suyo-. Pensé que te había perdido.

Alzó la vista para mirar a Jack, no viéndole realmente. Ken se dio cuenta que estaba perdido… había estado perdido por mucho tiempo. Mari le había devuelto a la vida.

– Se ha ido. -Su mirada saltó a la cara de Jack; vio el asomo de culpa moviéndose en sus ojos y desaparecer-. ¿Lo sabías?

Jack se sentó en sus talones, su mirada vigilante, cautelosa.

– Briony está llorando. Me contó que Mari la abrazó y dijo que no podía quedarse… que su sitio estaba con las otras mujeres.

– ¿Y no le dijiste a Logan que la detuviera?

– Mari es un soldado entrenado. No quería arriesgarme a que Logan o Briony fueran heridos. No puedes mantener a Mari atada por el resto de su vida; sabes que no puedes.

– Hijo de puta.

– Ken. Sé razonable.

No se sentía razonable. Sentía como si su mundo estuviera desmoronándose alrededor. Sintió que su mente se quebraba, su cabeza aullaba, un relámpago estrellándose en sus oídos.

– ¿Cuánto tiempo hace?

– Tómalo con calma, Ken -dijo Jack para tranquilizarle.

– Maldición. -El puño de Ken se hundió en la suciedad, aunque quería aplastarlo en la cara de su hermano-. ¿Cuánto tiempo hace?

– Se fue tan pronto como supo que Sean estaba muerto.

Ken se puso de pie, una repentina explosión extendiéndose a través del cuerpo. Los nudos del vientre se apretaron hasta el punto de doler. La boca se le secó, el aire en los pulmones saliendo en torrente, para dejarle jadeando. Tenía tiempo. Tenía que tener tiempo para pararla.

Empujó a Jack y empezó a trotar montaña abajo. No se atrevió a correr; el terreno era demasiado peligroso y su pierna estaba ardiendo. Su firme trote devorador de terreno le llevaría allí rápidamente. Su sonrisa, sus ojos chocolate negro, el modo que alzaba la barbilla. Retuvo un llanto, sintió el corazón estallar, llorando en su pecho.