La perfección es un camino lleno de errores, pensó Gérard, consciente de que ese tipo de planes sufren alteraciones en todo momento por su inherente complejidad. Pero necesitaba a un Jean-Luc optimista. Ante situaciones complicadas era un hombre frágil, pese a sus excelencias como asesino.
22
La actitud en principio conciliadora y más tarde severa de Higinio Pernón obligó a Juan Lloris a negociar enseguida con Francesc Petit. El consorcio representado por Higinio mostraba su preocupación porque se dilatase el acuerdo político. Asimismo, el intermediario aconsejó a Lloris que aceptara las reivindicaciones del ex secretario general del Front en lo referente a las compensaciones económicas para su nuevo partido. Sin embargo, la exigencia del candidato de prescindir de Júlia Aleixandre no fue atendida. El consorcio valoraba los conocimientos que de la situación política valenciana tenía la asesora. Pese a todo, a Juan Lloris le dejaban un generoso margen de actuación como muestra de confianza.
Lloris y Petit se vieron en el despacho del candidato justo después de la clase de historia de Miquel Pons, que enseguida informó del encuentro a Albert. Aunque Petit había pedido que Júlia estuviera presente en la reunión, Lloris no lo consintió. No obstante, matizó la negativa amparándose en que ambos ya habían mantenido reuniones preliminares (Lloris, con ironía). Ahora les correspondía a ellos, los primeros espadas, reafirmar los puntos tratados.
– Entonces -dijo Petit-, ¿estás de acuerdo con mis demandas?
– No.
– Pues no entiendo de qué han servido las conversaciones entre Júlia y yo.
– Algo habrás sacado.
– Explícate, porque no lo capto.
A Lloris le sobrevino el ramalazo de decirle en qué habían consistido sus reuniones. Le sacaba de quicio que le tomaran por idiota, pero entonces Petit habría sabido que vigilaba a Júlia y, además, recordó la severidad del consorcio, los intereses del Parc Central y la sociedad compartida con ellos en Gibraltar.
– Hay algo en que no quiero transigir.
– Discutámoslo.
– La confección de la lista.
– No renunciaré al segundo puesto.
– Te pertenece, pero situar a todos tus hombres en puestos de salida es algo que no acepto. Entre los tuyos y los de ella podéis embaucarme.
– Nosotros sólo seremos cuatro. Tendrás el poder de decisión si los demás son tuyos.
– Aun así, si quisieras quitarme la alcaldía, podrías hacerlo con tus concejales.
– Si quisiera ir junto a conservadores y socialistas ya lo habría hecho. De los conservadores me separa la ideología, y de los socialistas Horaci Guardiola.
– En cuatro años de legislatura las cosas cambian.
– Tienes razón. Te entiendo, pero si no sitúo bien a los míos, me abandonarán. Entonces ya no será mi partido, Democracia Valenciana, quien se coaliga con «Valencians, Unim-nos», sino Francesc Petit quien, por intereses personales, se alía con Joan Lloris. ¿Entiendes el argumento?
– Sí.
– Pues actúa en consecuencia.
– Lo haré: quiero un acuerdo firmado que diga claramente que durante los cuatro años no me joderás la alcaldía para dársela a conservadores o socialistas.
– Tú mismo me has recordado que durante una legislatura las cosas pueden cambiar. ¿Y si llevas una política inexplicable para mi electorado?
– Muy sencillo: abandonáis las concejalías pero me mantenéis como alcalde. Así te conservarás puro.
– Eso es contradictorio.
– En absoluto. Echáis por tierra algunos de mis proyectos puntuales. En cambio, hay otros que me causa muchísima ilusión sacar adelante.
– ¿Por ejemplo?
– El Parc Central.
– ¿Por intereses personales o políticos?
– Exclusivamente personales. -Petit se sorprendió ante la sinceridad de Lloris-. El Parc Central es la mayor obra que un alcalde pueda hacer por su ciudad. Será una transformación que quedará en el tiempo. Un orgullo y una satisfacción a los que no quiero renunciar. Quizá te resulte chocante mi vanidad, pero quiero dejar mi sello, un proyecto que a lo largo de los años recuerde a los ciudadanos que Juan Lloris fue alcalde y fue capaz de construir lo que nadie más pudo.
– Pasar a la historia, vamos.
– En efecto.
– No estoy en contra de ese proyecto, sino del modo de ejecutarlo.
– Respetaré tus sugerencias.
– Me gustaría que un treinta por ciento de la edificación fuera de protección oficial.
– Son muchas viviendas en una zona tan céntrica.
– Nos ganaríamos el voto de los jóvenes. Demostraríamos que también tenemos un programa social. Mira, Lloris, cuando nuestro pacto se haga público, algo que retrasaremos por estrategia política, personalmente daré la impresión de ser un arribista, de haber traicionado mi ideario. Conservadores y socialistas, y especialmente mis antiguos compañeros, me atacarán con dureza. Necesito fomentar un programa de contenido social y valencianista que desmonte la campaña que organizarán en mi contra.
– Lo consideraré.
– No firmaré el acuerdo si no figura esa cláusula.
– Déjame pensarlo.
– Hay tiempo. ¿Qué me dices de mis otras peticiones?
– ¿Las económicas?
– Sí.
– Desde que te conozco prefiero no calcular cuánto dinero me has sacado, primero como secretario del Front y ahora con tu nuevo partido.
– Recuerda que te hice presidente del Valencia C. F. y que actualmente puedo hacerte alcalde. Un proyecto como el Parc Central vale la pena.
La última ironía fue de Francesc Petit.
Considerado uno de los más completos de Europa, con treinta mil metros cuadrados de superficie, el club social de la Calderona era el lugar ideal para pasar dos días de reposo. Contaba con todo tipo de servicios, como pistas de tenis, minigolf, pádel, un extenso y bien dotado gimnasio, squash… Pero Liam acabó eligiéndolo por la información que había leído sobre el spa (con sauna, piscina de agua fría y caliente, baño turco, templos de ducha, piscina térmica…), la clínica especializada en dolores de espalda, el restaurante y el hotel. Los paseos por las instalaciones o fuera de ellas, a campo abierto, ocupaban con Maria el resto de las horas. Largas conversaciones que evidenciaban el cambio de vida que anhelaba Liam, como si de repente lo tuviera al alcance, como si el destino que pretendía controlar, antes tan inaprensible, se transformara en una posibilidad real. No en vano él había elegido a conciencia un lugar en el que Maria se sintiera cómoda y así pudiera acrecentarse la confianza que entre ambos se había iniciado en la intimidad de sus últimas noches. También él necesitaba conocerla más a fondo. A veces suele ocurrir que una relación incipiente pero intensa da lugar a un deseo de compartirlo todo, que en otras circunstancias reivindicaría más tiempo.
Si de nuevo le planteaba la propuesta quería estar seguro de obtener una reacción positiva. Incluso estaba dispuesto a cuestionarse el encargo que le había llevado a Valencia, aunque a medida que pasaban los días, y la decisión de Maria se retrasara, tendría que cumplirlo. No le preocupaba en exceso porque estaba seguro de que se trataba de un trabajo sencillo. Eran la desaparición de Lloris y el posterior revuelo en los medios (había constatado el apasionamiento de la prensa local con los sucesos) lo que volvía su tarea más acuciante. Por eso, en aquellos dos días de intensa relación Liam buscaba el convencimiento de Maria, borrar lo que de oferta había tenido su propuesta de irse, corregir la precipitación con que la había formulado. Aunque ella se sentía feliz a su lado, todo estaba pasando demasiado deprisa; se le acumulaban las dudas, como si estuviera en un concurso en el que, con un margen de tiempo reducido, tuviera que dar con la respuesta. Un extranjero había llegado a su vida y la había vuelto patas arriba. Más que un turista de paso, le daba la sensación de que Liam era alguien que huía de un pasado.