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Demasiadas imágenes, demasiadas emociones…

– ¿Crees que volverá a casa esta noche?

– Mmm… Me parece que esta chica pasa un poco de las cuestiones de etiqueta…

– Es alucinante, ¿no?

– Totalmente alucinante…

– ¿Te imaginas el careto de la Marie-Laurence cuando descubra a su nueva nuera?

– A mí me da que falta aún mucho para eso…

– ¿Por qué lo dices?

– No lo sé… Intuición femenina… El otro día, en el castillo, cuando estábamos dando un paseo después de comer con Paulette, Philibert nos dijo, temblando de rabia: «¿Os dais cuenta? Estamos en Pascua y ni siquiera han escondido huevos en el jardín para Blanche…» Tal vez me equivoque, pero tengo la sensación de que eso fue la nota de agua que cortó el cordón umbilical… A él, le hicieron pasar de todo sin que les guardara apenas rencor, pero eso ya… No esconder huevos de Pascua para esa niña, era demasiado lamentable… Demasiado lamentable… Me pareció que Philibert evacuaba su rabia tomando lúgubres decisiones… Me vas a decir que tanto mejor… Y tienes razón: no se merecían a alguien como él…

Franck asintió con la cabeza y la conversación quedó ahí. Si hubieran ido más lejos, habrían tenido que hablar del futuro en condicional (Y si se casaran, ¿dónde vivirían? Y nosotros, ¿dónde vamos a vivir?, etc.), y no estaban demasiado preparados para ese tipo de conversación… Demasiado arriesgada… Demasiado temeraria…

Franck pagó a la señora Pereira mientras Camille le contaba la noticia a Paulette, y luego picaron algo en el salón escuchando música tecno soportable.

– No es música tecno sino electrónica.

– Ah, usted perdone.

En efecto, Philibert no volvió aquella noche, y la casa les pareció horriblemente vacía… Se alegraban por él, pero no por ellos… Un viejo regusto de abandono les volvía a la boca…

Philou…

No necesitaron explayarse para comunicarse su desasosiego. Se entendían por completo.

Tomaron la boda de su amigo como excusa para darle al alcohol de alta graduación, y brindaron a la salud de todos los huérfanos del mundo. Éstos eran tantos que concluyeron esa agitada velada con una curda magistral.

Magistral y amarga.

12

Marquet de la Durbellière, Philibert, Jehan, Louis-Marie, Georges, nacido el 27 de septiembre de 1967 en La Roche-sur -Yon (Vendée) contrajo matrimonio con Martin, Suzy, nacida el 5 de enero de 1980 en Montreuil (Seine-Saint-Denis) en el ayuntamiento del distrito XX de París el primer lunes del mes de junio de 2004 ante la mirada emocionada de sus testigos Lestafier, Franck, Germain, Maurice, nacido el 8 de agosto de 1970 en Tours (Indre-et-Loire) y Fauque Camille, Marie, Élisabeth, nacida el 17 de febrero de 1977 en Meudon (Hauts-de-Seine) y en presencia de Lestafier, Paulette, que rehúsa decir su edad.

También estaban presentes los padres de la novia así como su mejor amigo, un chico alto de cabello rubio apenas más discreto que ella…

Philibert llevaba un magnífico traje de lino blanco con un pañuelo rosa de lunares verdes.

Suzy lucía una magnífica minifalda rosa de lunares verdes, con trasero postizo y una cola de más de dos metros de largo. «¡Mi sueño!», repetía ella riendo.

Se reía todo el rato.

Franck vestía el mismo traje que Philibert, en un tono más caramelo. Paulette llevaba un sombrero que le había hecho Camille. Una especie de sombrerito nido con pájaros y plumas por todas partes, y Camille llevaba una de las camisas blancas de esmoquin del abuelo de Philibert que le llegaba a las rodillas. Se había atado una corbata a la cintura y estrenaba unas adorables sandalias rojas. Era la primera vez que se ponía una falda desde… Puf, ni se sabe…

Después, toda esta buena gente se fue de picnic a los jardines de Buttes-Chaumont con la gran cesta de la familia de la Durbellière, y agenciándoselas para que no los vieran los guardias.

Philibert trasladó 1/100.000 de sus libros al pequeño apartamento de su esposa, a quien no se le pasó ni un segundo por la cabeza abandonar su adorado barrio a cambio de un entierro de primera categoría al otro lado del Sena…

Con esto queda demostrado cuán desinteresada era ella, y cuánto la quería él…

Philibert sin embargo había conservado su habitación, y dormían en ella siempre que venían a cenar. Philibert aprovechaba para traerse algunos libros y llevarse otros, y Camille para continuar el retrato de Suzy.

No lo asía del todo… Suzy era otra que no se dejaría atrapar… Qué se le iba a hacer, eran los riesgos del oficio…

Philibert ya no tartamudeaba, pero dejaba de respirar en cuanto Suzy se alejaba de su vista.

Y cuando Camille se extrañaba de la rapidez con la que se habían comprometido, la miraban con cara rara. Esperar ¿qué? ¿Por qué perder tiempo de felicidad? «Eso que estás diciendo es una tontería…»

Camille negaba con la cabeza, dubitativa y enternecida, mientras Franck la miraba a hurtadillas…

Olvídalo, tú no lo puedes entender… Tú eso no lo puedes entender… Eres de piedra… Lo único bonito que tienes son tus dibujos… Dentro de ti estás toda contraída… Cuando pienso que llegué a creer que estabas viva… Joder, muy colado por ti tenía que estar esa noche para engañarme hasta ese punto… Creía que habías venido a hacerme el amor, cuando simplemente estabas hambrienta… joder, macho, hay que ser gilipollas…

¿Sabes lo que habría que hacer contigo? Había que purgarte la cabeza como se vacía a un pollo y sacarte de una vez por todas toda la mierda que tienes ahí metida. Será la hostia el tío que consiga desplegarte… De hecho, lo mismo ni siquiera existe… Philou me dice que si dibujas bien es justamente porque eres así, pues joder, anda que no es alto el precio que tienes que pagar por ello…

– ¿Qué pasa, Franck? De repente le has quedado como muy mustio…

– 'Toy cansado…

– Ánimo… Que ya pronto llegan las vacaciones…

– Puf… Todavía queda todo el mes de julio… De hecho me voy a la cama porque mañana madrugo: tengo que llevar a las señoras al campo…

Ir al campo a pasar el verano… Era una idea de Camille, y Paulette no le veía ninguna pega… Aunque tampoco estaba loca de contenta, la abuelita… Pero sí dispuesta. Paulette siempre estaba dispuesta a todo mientras no se la obligara a nada…

Cuando le anunció su plan, Franck empezó por fin a resignarse.

Camille podía vivir lejos de él. No estaba enamorada y no lo estaría jamás. Además se lo había avisado: «Gracias, Franck. Yo tampoco.» El problema era suyo si se había creído más fuerte que ella y que el mundo entero. Pero no, chaval, no eres el más fuerte… Qué va… Pero no será porque no te lo han advertido, ¿eh? Pero tú eres tan cabezota, tan arrogante…

Cuando todavía no habías nacido tu vida ya era absurda, ¿así que por qué habría de cambiar ahora? ¿Qué te creías? Que porque te la tirabas con toda tu alma y eras dulce con ella, la felicidad te caería del cielo en bandeja de plata… Desde luego… Mira que eres patético… Pero haz el favor de pararte a mirar un poco tu juego… ¿Adónde pensabas tú llegar con eso, a ver? ¿Adónde pensabas llegar? Ahora en serio, ¿adónde?

Camille dejó su bolsa y la maleta de Paulette en el vestíbulo y se reunió con él en la cocina.

– Tengo sed.

– …

– ¿Estás cabreado? ¿Te molesta que nos marchemos?

– ¡Qué va! Por fin voy a poder disfrutar un poco…

Camille se levantó y lo cogió de la mano:

– Anda, ven…

– ¿Adónde?

– A acostarte.

– ¿Contigo?