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Luego venían varios artículos más con detalles anatómicos y etológicos, pero Bruna se los saltó. Volvió a mirar al animal. Seguía temblando.

– Tranquilo… no te voy a hacer daño… -dijo la detective con suavidad.

El bicho tenía sangre en el brazo: tal vez una lesión producida por los cristales del espejo roto. Era una sangre roja y brillante, como la de los humanos y los reps. Bruna alargó la mano muy despacio y el bubi se aplastó aún más contra el armario y soltó un pequeño gemido.

– Sssssss… Calla… tranquilo… Sólo quiero ver tu herida…

El pelo del animal era grueso y fuerte, pero mucho menos áspero de lo que la rep esperaba. Apartó un poco los rizos pegoteados de sangre y miró la herida con cuidado. No parecía gran cosa. Un pequeño corte superficial y ya no sangraba. Debajo de la pelambre rojiza, la piel era gris.

– Bueno… No pasa nada. ¿Ves? Tranquilo…

Le acarició un poco el cogote y la espalda. Comprendía que los tragones tuvieran ese éxito, era un bicho gracioso que provocaba ternura. El animal fue dejando de temblar bajo su mano, aunque seguía mirándola con fijeza y con la expresión alerta. Bruna se puso en pie.

– ¿Y ahora qué hago contigo?

– Bartolo. Cata. Bartolo bonito, Bartolo bonito -dijo el bubi.

Dicho lo cual, sacó de detrás de su cuerpo la esquina rota de la alfombra y, agarrándola delicadamente con sus dos manitas de dedos grisáceos, se puso a roerla.

Cata, pensó Bruna. ¿O sea que Caín tenía un bubi de mascota? Y Bartolo debía de ser el nombre del animal. Tendría que avisar a alguna sociedad protectora de animales.

– ¿Bartolo? ¿Tú eres Bartolo?

– Bartolo bonito -repitió el tragón sin dejar de masticar.

A juzgar por el destrozo circundante, Bartolo había estado solo y sin comida en estos nueve últimos días. Probablemente se había escapado al patio, asustado, durante el registro policial, y por eso no lo descubrieron… Aunque cuando ella llegó con el conserje tampoco le vio. ¿Habría huido antes? Imaginemos que Caín fue asaltada y que le metieron a la fuerza la mema asesina, se dijo Bruna. Imaginemos que el bubi fue testigo del ataque y salió corriendo por la ventana. ¿Sería capaz de reconocer de algún modo al agresor? ¿No decían que era un animal tan inteligente? Le observó con ojo crítico mientras roía aplicadamente la alfombra y no quedó muy impresionada con lo que veía.

Decidió desentenderse por el momento de la mascota y se puso a registrar la casa con rápida eficiencia. El dormitorio, el cuarto de baño y, por último, la sala. No encontró nada que mereciera la pena. El bubi la había seguido tímidamente a todas las habitaciones, pero se instalaba en un rincón y no daba la lata. Cuando terminó de revisar la zona de la cocina, que estaba bastante desprovista de todo, Bruna se volvió hacia el animal.