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Todo este análisis apenas le había llevado a la rep unos pocos segundos. El grupo entero seguía sin moverse, en esa perfecta y tensa quietud que precede a una vorágine de violencia. Y entonces una voz cortó el erizado ambiente como un cuchillo caliente corta la mantequilla.

– Policía. Tirad las armas al suelo.

Era Paul Lizard y su voz gruesa y tranquila salía de detrás de un pistolón de plasma.

– No lo voy a repetir. Soltad ahora mismo todos esos hierros.

Los sorprendidos asaltantes dejaron caer las barras y las cadenas produciendo un estruendo formidable.

– Tú también, Husky.

Bruna bufó y abrió la mano.

– ¿Y ahora qué vas a hacer, tipo duro? ¿Pegarnos un tiro por la espalda? -dijo una de las mujeres, tal vez la líder del grupo.

Y, como si eso hubiera sido una señal, todos salieron corriendo, cada uno en una dirección distinta.

Lizard los vio alejarse y guardó la pistola. Miró a Bruna con sus ojos de expresión adormilada.

– Te has salvado por poco.

– Hubiera podido con ellos.

– ¿De veras?

El tono de Lizard hizo que la rep se sintiera jactanciosa y ridícula.

– Sí que hubiera podido… Es decir, hubiera podido escapar… Aunque seguramente me habría llevado algunos golpes.

– Seguramente.

– Mmmm… Está bien… Gracias -dijo Bruna, y la palabra salió de su boca con explosiva dificultad, como un eructo.

Lizard sonrió. Tenía cara de niño cuando sonreía.

– De nada. ¿Los conocías?

– No. Pero eran profesionales.

– Sí… Tal vez mercenarios pagados por alguien para azuzar los disturbios.

Bruna le miró interesada.

– ¿Por qué piensas eso?

El policía se encogió de hombros.

– No sé, estoy viendo demasiadas cosas raras en este repentino furor antitecno.

La detective le observó con atención. Por debajo de los pesados párpados los ojos verdes destellaban vivísimos.

– Hoy han muerto siete personas con la bomba de Nabokov… -empezó a decir Bruna.

– Ocho. Uno de los heridos graves ha fallecido.

– Ocho víctimas, entonces… ¿Tú no odias a los reps, Lizard? Sé sincero. ¿Ni siquiera un poco?

– No.

– ¿Y no nos tienes miedo?

– No.

Y Bruna le creyó.

– Vete a casa, Husky. No es la mejor noche para andar paseando.

– Pensé que había despistado a tu chica gordita… No se puede ser una buena sombra con tanta carne.

– A ella sí la despistaste. Pero su visibilidad era mi camuflaje. Has caído en un truco de principiante, Husky.

La rep se mordió los labios, mortificada.

– ¿Por qué no habéis llevado el cuerpo de Nabokov al Anatómico Forense?

– Ha sido considerado un acto terrorista y las investigaciones antiterroristas están clasificadas como alto secreto. Y el Anatómico Forense, como tú sabes mejor que nadie, tiene demasiadas filtraciones.

Bruna sonrió.

– ¿Quieres decir que habéis escondido el cadáver para que yo no pueda enterarme de nada?

El inspector también sonrió.

– Qué vanidosa eres, Husky. Tú no eres la única persona capaz de robar datos. Y además, ¡cuánta desconfianza! No la merezco. Te hice una oferta de colaboración y no me creíste.

– Dime los resultados de la autopsia de Nabokov y te creeré.

Lizard se quedó mirándola. Esos ojos somnolientos y burlones.

– Muy bien. Tendré los resultados mañana. Si quieres, hablamos. Y ahora vete de una vez, Husky.

– ¿Vas a volver a seguirme?

– Ha sido muy provechoso para ti que lo hiciera.

– En serio: ¿vas a volver a hacerlo?

– No.

Y Bruna no le creyó.

Archivo Central de los Estados Unidos de la Tierra

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Madrid, 25 enero 2109, 11:05

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Tierras Sumergidas

Etiquetas: calentamiento global, Guerras Robóticas, Plagas, ultradarwinismo, Leyes Demográficas, turismo húmedo.

#002-327

Artículo en edición

Aunque el calentamiento global comenzó a deshacer los casquetes polares ya en el siglo XX y el nivel del mar había ido subiendo de forma progresiva durante varias décadas, lo cierto es que sus devastadores efectos sociales parecieron estallar súbitamente en tomo a 2040. «Al igual que una rana a la que le vas calentando gradualmente el agua no advierte el problema hasta que se abrasa, la Humanidad no se ha dado cuenta de la catástrofe hasta que no han llegado las muertes masivas», dijo en 2046 el premio Nobel de Medicina Gorka Marlaska.

En realidad ya se habían producido graves disturbios mucho antes, pero fueron considerados hechos aislados y pasaron más o menos inadvertidos porque, por lo general, sucedieron en zonas superpobladas, económicamente deprimidas y tradicionalmente inestables como el desaparecido Bangladesh, país cuyo territorio quedó totalmente cubierto por las aguas, salvo una estrecha franja de montañas en el Este que, tras la época de las Plagas, fue absorbida por la India. A finales de 2039, sin embargo, cuando ya se había sumergido entre un 13 y un 14% de la superficie terrestre, en la zona del delta del Irrawaddy (antigua Birmania) se originó una especie de estampida que, al contrario de lo que había sucedido en otras ocasiones, no quedó confinada en la región, sino que fue prendiendo en otras zonas geográficas y multiplicándose velozmente a lo largo de 2040 hasta convertirse en un fenómeno planetario. Hay que tener en cuenta que las franjas costeras albergaban grandes núcleos urbanos y estaban por lo general densamente pobladas. A medida que el mar fue avanzando, hubo ciudades que desaparecieron por completo, como Venecia, Ámsterdam o la isla de Manhattan, mientras que otras quedaron anegadas en parte, como Lisboa, Barcelona o Bombay. Aún más dañina fue la inundación de los deltas más fértiles y de franjas litorales agrícolas densamente pobladas. Cientos de millones de individuos desesperados y hambrientos que lo habían perdido todo fueron ascendiendo, perseguidos por las aguas, hacia tierras más altas. Pero esas tierras altas ya estaban habitadas y a menudo también acosadas por el hambre, dada la pérdida fatal de las mejores tierras cultivables. Los enfrentamientos entre unos y otros arrasaron el globo. Una violencia ciega prendió en todo el mundo y las masacres se sucedieron durante varios años. Se puede decir que fue la primera guerra civil planetaria y debió de ser tan traumática que, curiosamente, carece de nombre propiamente dicho. Los historiadores se refieren a ese periodo como las Plagas, porque las feroces y colosales hordas de desplazados fueron comparadas a las plagas de langosta de la maldición bíblica.