– Bonito, ¿no? -dijo el ministro entrando en el cuarto-. Soy Copa Square. ¿Un café, un refresco, una bebida energizante?
– No, gracias.
Square pidió al robot un concentrado de ginseng y se sentó en un sillón. Era un hombre alto, de facciones perfectas. Tan perfectas que sólo podían ser un producto del bisturí, aunque desde luego de un buen cirujano. Ni un solo rasgo de catálogo.
– Queda entendido que esto es totalmente extraoficial… Y, aun así, una muestra de nuestra buena voluntad. Pese a la campaña terrícola de calumnias e insidias.
Sonreía mientras decía esto, pero resultaba gélido. Era una de esas personas que utilizaban la amabilidad como si fuera una velada forma de amenaza. Algo bastante común entre diplomáticos.
– Creí que lo del encuentro extraoficial significaba que íbamos a poder prescindir de los tópicos habituales. Sabes que Ainhó lo hizo -dijo Lizard con tranquilidad.
Copa Square acentuó su sonrisa. Su frialdad.
– Ainhó ha salido ya de la Tierra, protegida por su condición de diplomática. Un vehículo de nuestra embajada la llevó hasta el Ascensor Orbital, y a estas horas debe de estar llegando a Cosmos. Da igual si lo hizo o no. Vosotros nunca vais a poder juzgarla y en la RDC nunca van a saber lo que ha sucedido aquí. De alguna manera, es como si todo lo que ha pasado fuera algo… inexistente.
– Sí, ya sé que en Cosmos mantenéis una censura férrea… Pero nunca pensé que alardearías de ello.
– Y, sin embargo, es algo de lo que sentirse orgulloso… En primer lugar, tecnológicamente. Conseguir una tecnología capaz de filtrar y controlar el vigoroso y múltiple flujo informativo es una hazaña científica. Pero además, y sobre todo, ética y políticamente. El pueblo no necesita saber aquello que puede ser manipulado y malentendido. Nuestro pueblo no cree en dioses. Y no cree en la riqueza: en la RDC, como sabéis, no existen ni la propiedad privada ni el dinero… El Estado provee y los individuos reciben según sus necesidades. Pero el ser humano tiene que creer en algo para vivir… Y nuestros ciudadanos creen en la verdad última… En la felicidad y la justicia social. Estamos construyendo el paraíso en nuestra Tierra Flotante. Sé que la realidad es compleja y contradictoria y que hay que gestionarla también desde las sombras. Pero esa verdad última tiene que permanecer limpia y pura, para que la gente no se desilusione. Para proteger a todas esas personas sencillas que no entienden que las sombras existen.
– Ya veo… Es un curioso paraíso de creyentes dirigido por cínicos -intervino Bruna con sarcasmo.
– Si lo dices por mí, te confundes. No sabes hasta qué punto creo en esa verdad que arde en el fondo de todo lo que hago…
Square calló unos segundos y miró inquisitivamente a Bruna.
– Tú eres la tecnohumana que Ainhó manipuló. Comprendo que estés irritada. Pero en realidad todo lo que te ha sucedido es una consecuencia de tu naturaleza. Los androides sois tan terriblemente artificiales…
– ¿Por eso están prohibidos en Cosmos? -preguntó ella intentando contener la ira.
– Por eso y porque fuisteis concebidos como esclavos. Sois unas criaturas demasiado distintas. No encajáis en nuestra sociedad igualitaria.
– Dices que lo sucedido es cosa de la artificialidad de los reps, y supongo que te refieres a los implantes de memas y demás… -intervino Lizard a toda prisa antes de que Bruna contestara-. Pero sabemos que Ainhó estuvo trabajando antes de la Unificación en un plan secreto de la UE para desarrollar implantes de comportamiento inducido para humanos… Así que nuestro cerebro es igual de manipulable que el de ellos.
Había sido un tiro un poco a ciegas, pero acertó.
– Ese plan de la UE al que te refieres es típico de la hipocresía terrícola… Grandes condenas públicas a la censura, pero luego estáis llenos de secretos podridos. Aquel proyecto fue desmantelado de la noche a la mañana y todo el trabajo de Ainhó confiscado. Casi veinte años de investigaciones. Y, como no quiso aceptar la situación, su carrera fue destruida. Una gran hazaña del mundo libre.
– En Cosmos, claro, no hay carreras profesionales individuales. Sólo una única y gran carrera, la de la jerarquía política -masculló Bruna.
– Y enseguida le ofrecisteis vosotros cobijo… -dijo Lizard pasando por encima del comentario de la rep.
– Olga Ainhó es una gran científica y en la RDC necesitamos todo tipo de ayudas para llevar adelante nuestro proyecto.
– Pero ella no comparte vuestra pasión ideológica, ¿no es así? No me pareció una entusiasta del paraíso -dijo Bruna.
– Ainhó tiene una mente privilegiada, pero es una mujer herida. Su hijo de dieciséis años tuvo la idea de entrar subrepticiamente en el laboratorio clausurado para rescatar los archivos de su madre y fue abatido por los guardias de seguridad. Que, por cierto, eran tecnos. Androides de combate, como tú.
De ahí ese sadismo, ese perverso detalle de arrancarse o arrancar los ojos, pensó Bruna con un escalofrío: qué mujer tan enferma.
– Ainhó nunca lo superó -siguió diciendo el cósmico-. Está patológicamente obsesionada por la muerte del hijo. Sólo vive para la venganza y eso a veces te lleva a cometer graves errores. De hecho, ésta podría ser una buena explicación de lo que ha sucedido. Una explicación hipotética y totalmente extraoficial, naturalmente.
– Ajá. Quieres decir que la desequilibrada Ainhó concibió un plan megalomaníaco de venganza contra la Tierra en general y los tecnos en particular… -dijo Lizard.
– Hipotéticamente, podría ser así.
– Y que Cosmos ahora la ha repatriado y amparado por pura generosidad… -añadió la rep.
– Tenemos muchos enemigos y necesitamos todos los apoyos posibles, ya lo he dicho. Aunque desequilibrada, es un genio. No nos gustaría tener que prescindir de una científica de su talla. Hipotéticamente.
– ¿Para qué te molestas en recibirnos y en darnos esta absurda explicación? Nosotros no somos más que una pequeña brigada de investigación regional, pero sin duda todos los servicios secretos de la Tierra saben que estáis atizando los conflictos sociales para desestabilizar a los EUT… -dijo Lizard con placidez.
Square les miró con fulminante y aristocrático desprecio.
– La República Democrática del Cosmos es un Estado neutral y totalmente respetuoso con la legalidad vigente.
– Venga, Square… Sabes que estamos en una guerra subterránea. En la Segunda Guerra Fría. Y a veces las guerras frías se ponen demasiado calientes. Entre vosotros y los únicos tenéis a sueldo a todos los grupos terroristas que hay en el planeta… Todo con tal de debilitar a los Estados Unidos de la Tierra y aumentar vuestro poder y vuestra influencia. Por cierto que el detalle de los tatuajes falsos me ha parecido refinadamente maquiavélico… Así de paso perjudicabais también al Reino de Labari.
El diplomático frunció levemente sus hermosas cejas.
– No tengo ningún interés en seguir escuchando vuestros viejos tópicos y vuestras viejas ofensas, así que creo que es el momento de acabar esta conversación.
– Sólo una pregunta… ¿Cómo convencisteis a Habib? -dijo la rep.
El hombre la observó con una extraña expresión de malévolo deleite, igual que una serpiente contemplando a su paralizada presa antes de devorarla.
– Yo no convencí a nadie… Sigues equivocándote conmigo. Pero te voy a decir algo de Habib… Tenía diecisiete años. ¿Qué te parece? Tú crees que todos los tecnos tenéis que morir a los diez años, pero no es verdad. Nosotros disponemos de los conocimientos científicos que hacen posible que viváis mucho más… Dos décadas o incluso tres… Y, en realidad, esos conocimientos también estarían al alcance de los terrícolas, si de verdad estuvieran interesados en desarrollarlos. ¿Cómo te sientes ahora, Bruna Husky, al saber que hay otros androides que no mueren tan pronto? ¿No te espanta todavía más tu prematuro fin? ¿No te parece aún más insoportable y más horrible? ¿No te asquea este famoso mundo libre que no se molesta en investigar contra el TTT porque no le es rentable? ¿No estarías dispuesta a ofrecer tus servicios a Cosmos a cambio de vivir siquiera un año más? ¿No serías capaz de hacer cualquier cosa?