– ¿Y nosotros Adónde vamos? ¿No deberíamos intentar llegar a la limusina?
– No hay tiempo. Además, seguramente hay alguien vigilando el portón. -Logan estaba abriendo la puerta del cuartito que funcionaba como despensa. -Vamos. -Tanteó debajo de uno de los últimos estantes, levantó una puerta trampa y arrojó el bolso a la oscuridad. -No hagas preguntas, solamente baja por la escalera.
Eve bajó a toda prisa y se encontró en una especie de sótano con piso de tierra. Logan la siguió.
– Cierra la puerta de la despensa, Gil.
– Listo. Ya están en la casa, John. Los oí en la puerta principal.
– Entonces baja de una vez y cierra la puerta trampa -le ordenó Logan.
– Córranse, voy a arrojar la maleta. -Un instante después, quedaron en la oscuridad. Gil cerró la puerta y la trabó.
Pasos veloces sobre el piso de madera encima de ellos.
Gritos.
– ¿Dónde estamos? -susurró Eve-. ¿En un sótano?
– Sí, con un túnel. -La voz de Logan se tornó casi inaudible cuando echó a andar por el pasillo. -Me preguntaste por qué compré esta casa en particular. La utilizó el Ferrocarril Subterráneo para sacar a escondidas a los esclavos del sur antes de la Guerra Civil. Hice reforzar las vigas. El túnel abarca un kilómetro hacia el norte, pasa debajo de la cerca y sale al bosque. Mantente cerca. No puedo arriesgarme a usar una linterna hasta que tomemos la siguiente curva.
Caminaba tan rápido que ella y Gil casi tenían que correr para mantenerse a su altura.
Debían de haberse alejado de la casa, ya. No se oían más pasos, pensó Eve con alivio.
De pronto, la diminuta linterna de Logan iluminó la oscuridad frente a ellos.
– Corre. Comenzarán a revisar la casa y no tardarán en encontrar la puerta oculta.
Ya estaba corriendo, diablos. Y jadeando.
Oyó a Gil maldiciendo a sus espaldas.
Estaba herido. ¿Cuánto tiempo más podría correr?
Delante de ellos, Logan estaba abriendo una puerta. Gracias a Dios.
Subieron la escalera.
Luz de día.
Una espesa cortina de arbustos ocultaba la puerta, pero la luz se filtraba por entre las hojas.
Aire fresco.
Estaban afuera.
– Rápido -los alentó Logan-. Un poquito más.
Siguieron a Logan alrededor de los arbustos y se adentraron en el bosque. Detrás de otra cortina de arbustos había un coche, un Ford de modelo más antiguo, con la pintura levemente descascarada.
– Suban atrás. -Logan colocó el maletín de Chadbourne en el piso del asiento del pasajero y subió detrás del volante.
Eve se hundió en el asiento trasero junto a Gil y colocó la caja de Mandy junto a sus pies. No había terminado de cerrar la puerta cuando Logan arrancó y comenzó a avanzar por el terreno irregular. Santo Dios ¿y si pinchaban una goma?
– ¿Adónde vamos?
– Hay un camino secundario a cinco kilómetros. Una vez que lleguemos, daremos la vuelta al bosque y tomaremos hacia la autopista. -El coche se sacudió sobre un montículo. -Eso nos dará algo de tiempo. Probablemente utilicen el helicóptero para tratar de localizarnos, pero aun si lo hacen, no van a poder relacionarme con las patentes de este coche.
Si es que llegaban al camino, pensó Eve mientras pasaban por encima de otro arbusto.
– Está todo bien. -Gil la estaba mirando. -Le puse neumáticos de alta resistencia y un motor nuevo. La máquina no es tan decrépita como parece.
– ¿Cómo está tu hombro? -quiso saber ella.
– Bien. -Gil sonrió. -Pero me sentiría mucho mejor si no fuera John el que conduce.
– No hay nadie en el túnel. -Kenner subió por la escalera que daba a la despensa. -Lleva al bosque. -Envié dos hombres a investigar.
– Si Logan se organizó una ruta de escape, también tiene que haber pensado en transporte. -Fiske salió de la despensa. -Revisaré la zona desde arriba con el helicóptero. Quédate aquí y préndele fuego a todo. No hay nada más limpio que el fuego.
Kenner se encogió de hombros.
– Bien. Prepararé una explosión.
Qué idiota. Por suerte era él, Fiske, el que estaba a cargo ahora.
– No, una explosión no. Fuego. Y sin nafta. Que parezca un cortocircuito.
– Eso llevará tiempo.
– Vale la pena tomarse el tiempo necesario para hacer un trabajo limpio. -Se dirigió hacia el helicóptero. -Encárgate de eso.
Después de estar diez minutos en el aire Fiske abrió el teléfono celular y llamó a Timwick.
– No había nadie en la casa. Estamos revisando la zona, pero hasta ahora, nada.
– Qué hijo de puta.
– Todavía podemos encontrarlo. Si no es así, voy a necesitar una lista de los lugares Adónde puede ir Logan.
– Te la conseguiré.
– Y di órdenes de que prendan fuego a la casa para destruir todas las pruebas.
– Bien. Iba a decirte que lo hicieras. Era parte del plan de contingencia que me dieron. -Timwick hizo una pausa. -Una cosa más. Necesito un cadáver en las ruinas.
– ¿Cómo?
– Sí, un cadáver quemado hasta el punto de que sea imposible reconocerlo.
– ¿El cadáver de quién?
– De cualquiera hombre que tenga la misma estatura que Logan. Avísame cuando esté hecho.
Fiske cortó la comunicación y guardó el celular. Era la primera vez que Timwick daba a entender que en realidad, aceptaba órdenes en lugar de solamente consultar con sus secuaces. Era interesante que quisieran dar la impresión de que Logan había muerto. Se preguntó qué…
De pronto, sonrió y se volvió hacia el piloto.
– Vuelva a la casa de inmediato.
La adrenalina y el placer comenzaron a correrle por las venas mientras pensaba en las palabras de Timwick.
Cualquier hombre que tenga la misma estatura que Logan.
Kenner.
– Vamos hacia el sur -comentó Eve-. ¿Es demasiado esperar que me esté llevando de vuelta a Atlanta?
– Sí. Vamos a Carolina del Norte, a una casa sobre la costa. -Logan miró por encima de su hombro. -Si te pones a pensar, comprenderás que al ir a tu casa estarías trayéndole problemas a tu madre.
Sí, era cierto, y no quería hacer eso, pensó Eve con cansancio. Estaba atrapada en un remolino de engaños y muerte y no quería involucrar a su madre.
– ¿Y qué vamos a hacer en Carolina del Norte?
– Tenemos que establecer una base -respondió Gil-. La casa está sobre la playa, en una exclusiva zona turística. Nuestros vecinos serán personas que están de vacaciones y no repararán en la presencia de desconocidos.
– Lo tiene todo planeado. -Eve esbozó una sonrisa torcida. -¿Tan seguro estaba de que se trataría de Chadbourne?
– Estaba casi seguro, sí. Como ves, tuve que hacer planes basándome en esa suposición.
– En este momento no veo nada, salvo que me ha usado de la peor manera posible y sin ningún remordimiento. Me metió directamente en una trampa para que no pudiera hacer otra cosa que tratar de desenmascarar la muerte de Chadbourne.
– Sí. -Logan la miró por el espejito retrovisor. -Lo hice deliberadamente.
Eve miró el tránsito que desfilaba junto a la ventanilla.
– Canalla.
– Tienes razón.
– ¿Me buscarías una estación de música country en el dial, John? -pidió Gil en tono plañidero-. Necesito algo que me tranquilice. Soy un hombre herido y tanta tensión me está haciendo mal.
– Sigue soñando -replicó Logan.
Eve se volvió hacia Gil.
– ¿Tú no eres un buen muchachito de campo convertido en chofer, verdad?
– Sí, lo soy. -Gil se encogió de hombros. -Pero también trabajé en el Servicio Secreto durante el gobierno anterior y otros seis meses con el gobierno de Chadbourne. Estaba harto de lidiar con el régimen de Timwick y quería alejarme lo más posible de Washington. Me pareció que un trabajo agradable y pacífico en el Camino de las Diecisiete Millas era justo lo que buscaba. -Hizo una mueca. -Las cosas no salieron según mis planes, pero se podría decir que mis pocos contactos en lugares convenientes han aumentado el valor que tengo para John.