– ¿Y Margaret?
Gil hizo una mueca.
– Es lo que aparenta ser. Un sargento primero del mundo de los negocios.
– ¿No está al tanto de lo de Chadbourne?
Logan sacudió la cabeza.
– Traté de mantenerla lo más lejos posible del asunto. Ni siquiera sabe que vamos a esta casa en la playa. Yo mismo hice los arreglos.
– Qué considerado.
– No soy el peor de los canallas -se defendió Logan con aspereza-. No quiero que nadie corra riesgos innecesarios.
– Pero yo sí era un riesgo necesario. ¿Quién le dio poderes para creerse Dios, Logan?
– Hice lo que tenía que hacer.
– Para sus malditos intereses políticos.
– No, más que eso. El hombre que está en la Casa Blanca puede estar comportándose como Ben Chadbourne, pero no tiene su estatura ética ni su sabiduría. No quiero que ese hombre esté en condiciones de poder oprimir un botón que comenzaría la Tercera Guerra Mundial.
– ¿Así que ahora en lugar de ser un oportunista político es un patriota?
– Qué patriota ni patriota. Solamente quiero protegerme a mí mismo.
– Bueno, eso sí que me resulta fácil de creer.
– No es necesario que me creas. Es necesario que sepas que estamos del mismo lado.
– Ah, sí, claro, estamos del mismo lado. Usted se encargó de eso. De ponerme bien en el medio de todo este desastre. -Se apoyó contra el respaldo y cerró los ojos. -¿Y sabe quién es ese hombre en la Casa Blanca?
– Creemos que es Kevin Detwil. Es uno de los tres dobles que se utilizaron durante el primer año del gobierno de Chadbourne -explicó Gil-. Detwil apareció solamente dos veces en público, muy brevemente y luego renunció. Dijo que tenía que volver a su lugar de origen, en Indiana, por asuntos personales, pero en realidad fue a América del Sur a hacerse más cirugías plásticas.
– ¿Más cirugías plásticas?
– Se hizo algunas operaciones en Washington antes de obtener el empleo. Cuando lo metieron en toda esta trama, el requisito era que fuera idéntico a Chadbourne, hasta tenía que tener las mismas cicatrices en la parte baja de la espalda. Además, tenían que hacer un entrenamiento intenso sobre gestos, entonaciones de voz y todo eso. Y ni hablar de aprender sobre política, asuntos de gobierno y la vida diaria en la Casa Blanca. Lisa Chadbourne podía ayudarlo, sí, pero tampoco podían simplemente arrojarlo dentro de su nuevo papel.
– Todo esto son suposiciones, me imagino.
Gil se encogió de hombros.
– Los otros dos dobles están vivitos y coleando y aparecen de tanto en tanto. A Detwil nunca se lo vio en Indiana. Sin embargo, logré seguirle el rastro hasta una clínica privada cerca de Brasilia, donde trabaja un tal doctor Hernández, que tiene fama de suministrar caras nuevas a embaucadores, asesinos y terroristas. Detwil se internó bajo el nombre de Herbert Schwartz. Poco tiempo después de que el señor Schwartz fuera dado de alta, el desafortunado doctor Hernández cayó de la terraza de su departamento en un último piso.
– Kevin Detwil -repitió Eve lentamente-. Tiene que estar desequilibrado para hacer una cosa así. Pero el gobierno tiene que haber tenido un perfil sobre él. ¿No le hicieron una verificación de seguridad?
– Por supuesto, pero no hay muchos hombres en el mundo que podrían hacerse pasar por el Presidente, de manera que la elección era limitada. La verificación de seguridad en estos casos es, por lo general, para determinar si el sujeto es lo suficientemente discreto como para mantener silencio y lo suficientemente cuerdo como para no dispararle a nadie y poner en aprietos al gobierno. Y los antecedentes de Detwil -añadió Gil-, muestran a un chico estable y común de inteligencia moderada, que se convirtió en un hombre común y algo aburrido. Es soltero, lo crió su madre, con quien vivió hasta que ella murió, cinco años atrás.
– ¿Y su padre?
– Se separaron cuando Detwil era chico. Evidentemente, su madre lo tenía dominado.
– Cosa que lo preparó perfectamente para Lisa Chadbourne -concordó Logan-. Un hombre con esos antecedentes no tendría inconveniente en dejarse moldear por otra mujer dominante.
– ¿Pero se atrevería a meterse en una cosa así? Dijeron que era común y aburrido.
– Pero viste las filmaciones. Le encanta. Brilla en su papel -dijo Logan-. Imagina que tuviste una vida aburrida donde nadie te prestó atención. De pronto te conviertes en el hombre más poderoso del mundo. Todo el mundo te respeta, todos te escuchan. Es la versión masculina de Cenicienta y Lisa Chadbourne le dio el zapatito de cristal.
– Con cadenas -señaló Eve.
– Sí, pero él no debe de querer que sea de otro modo. Está acostumbrado a las cadenas. Hay hombres que así se sienten seguros.
– Entonces ella no lo considera un eslabón débil.
– Puede mostrarse nervioso en ocasiones, pero no cuando ella está cerca. Y no creo que Lisa Chadbourne vaya a perderlo de vista. Es probable que se haya convertido en lo más importante en su vida.
– ¿Lo suficientemente importante como para que él mate a Chadbourne por ella?
Logan se encogió de hombros.
– No creo que vaya a correr riesgos involucrándolo directamente a él en el asesinato. Detwil no tendría las agallas suficientes.
– Si es que ella lo hizo matar. No tiene pruebas de que Chadbourne haya sido asesinado.
– Tenía esperanzas de que pudieras ayudarnos con eso.
Eve sabía que ésas eran sus intenciones, pero no pensaba comprometerse más por el momento. Necesitaba tiempo para digerir todo lo que acababa de oír y decidir si podía ser cierto.
– Ya me lo imaginaba.
– No tienes demasiadas opciones.
– No me venga con pavadas.
– Bueno, opciones decentes, quiero decir.
– Ni me nombre la palabra decencia.
– Creo que es hora de encender la radio -murmuró Logan-. ¿Por qué no tratas de dormir un rato? Te despertaré cuando lleguemos a Carolina del Norte.
Encendió la radio y acordes de la Peer Gynt Suite de Grieg, inundaron el automóvil.
– Ay, por Dios -se quejó Gil, mientras se acurrucaba en un rincón-. Eve, dile que la apague y sálvame. Creo que estoy teniendo una recaída.
– Sálvate por tu cuenta. -La música le tranquilizaba los nervios. -No noté que te mostraras especialmente solícito conmigo, menos si mis necesidades son obstáculos para Logan.
– ¡Ay! -Gil hizo una mueca. -Olvida lo que te pedí. Creo que puedo acostumbrarme a la música clásica. Es más, para cuando lleguemos a la casa en la playa, me gustará más el viejo Grieg que Reba McIntyre.
CAPITULO 12
– ¿Estás seguro de que lo hicieron, James? -preguntó Lisa Chadbourne a Timwick-. ¿Por qué tardaron tanto? No puedo permitir más errores.
– Barrett House está ardiendo en este mismo instante. El retraso fue solamente porque llevó un buen rato asegurarse de que pareciera que fue por un cortocircuito.
– ¿Y enviaste un equipo hacia allá para recuperar el cuerpo? No quiero que los paramédicos del departamento de bomberos sean los primeros en llegar.
– No soy tonto, Lisa. Lo sacarán de allí y lo llevarán a Bethesda.
Se lo oía fastidiado. Era evidente que ella se había mostrado demasiado autoritaria. Todos los demás le resultaban fáciles de manejar, pero era difícil encontrar el punto de equilibrio con Timwick. En público era respetuoso y sumiso, pero en privado no le permitía olvidar que eran socios. Suavizó la voz.